Todo el que pide, recibe
Mateo 7, 7-12. Cuaresma.
Tú sabes mejor que nadie lo que necesito. Conoces lo que me llevará a ser feliz y lo que me acercará a Ti.
Evangelio
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 7, 7-12
En aquel tiempo dijo Jesús: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿O hay acaso alguno entre vosotros que al hijo que le pide pan le dé una piedra; o si le pide un pez, le dé una culebra? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan! «Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos esta es la Ley y los Profetas».
Oración introductoria
Dios mío, hazme comprender que Tú me escuchas siempre, que vas a mi lado y estás dispuesto a ayudarme en cualquier momento. Que nunca olvide cuanto me amas. Gracias por escucharme en cada momento, hazme consciente de la eficacia de la oración en mi vida, y que no olvide que siempre me escuchas.
Petición
Señor, enséñame a pedir lo que necesito para acercarme más a Ti.
Meditación
Esta oración recoge y expresa también las necesidades humanas materiales y espirituales: «Danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados» (Lc 11, 3-4). Y precisamente a causa de las necesidades y de las dificultades de cada día, Jesús exhorta con fuerza: «Yo os digo: pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá» (Lc 11, 9-10). Lo experimentaron los antiguos «padres del desierto» y los contemplativos de todos los tiempos, que llegaron a ser, por razón de la oración, amigos de Dios, como Abraham, que imploró al Señor librar a los pocos justos del exterminio de la ciudad de Sodoma (cf. Gen 18, 23-32). (BENEDICTO XVI. Ángelus 25 de julio de 2010)
Reflexión apostólica
La eficacia de la oración no radica en la cantidad de peticiones que hacemos, sino que se concentra en la confianza en Dios. Podemos pedir mucho, pero no pedir lo que verdaderamente necesitamos. Dios nos concede aquellas gracias que necesitamos y que nos llevarán a ser felices, pero depende de nosotros el aceptarlas confiados en la gracia divina. Dios como Padre amoroso nunca nos dará algo que nos hará daño, buscará los medios para acercarnos a Él, para hacernos felices.
Propósito
Hoy elevaré una oración a Dios, encomendando la intención de aquella persona con la que trabajo o convivo la mayor parte del día.
Diálogo con Cristo
Jesús, muchas gracias por escucharme. Porque no me impides llamarte en cualquier momento y siempre estás atento a mis necesidades. Tú sabes mejor que nadie lo que necesito en este día. Conoces lo que me llevará a ser feliz y lo que me acercará a Ti. Concédeme que en este día pueda pedir no lo que me conviene, sino lo que más necesito y dame la gracia de hacerlo con una confianza total en ti.
“Cuando un hombre ora, se coloca ante Dios, ante un Tú, un Tú divino, y comprende al mismo tiempo la íntima verdad de su propio yo: Tú divino, yo humano, ser personal creado a imagen de Dios". Juan Pablo II
Oración introductoria
Dios mío, hazme comprender que Tú me escuchas siempre, que vas a mi lado y estás dispuesto a ayudarme en cualquier momento. Que nunca olvide cuanto me amas. Gracias por escucharme en cada momento, hazme consciente de la eficacia de la oración en mi vida, y que no olvide que siempre me escuchas.
Petición
Señor, enséñame a pedir lo que necesito para acercarme más a Ti.
Meditación
Esta oración recoge y expresa también las necesidades humanas materiales y espirituales: «Danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados» (Lc 11, 3-4). Y precisamente a causa de las necesidades y de las dificultades de cada día, Jesús exhorta con fuerza: «Yo os digo: pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá» (Lc 11, 9-10). Lo experimentaron los antiguos «padres del desierto» y los contemplativos de todos los tiempos, que llegaron a ser, por razón de la oración, amigos de Dios, como Abraham, que imploró al Señor librar a los pocos justos del exterminio de la ciudad de Sodoma (cf. Gen 18, 23-32). (BENEDICTO XVI. Ángelus 25 de julio de 2010)
Reflexión apostólica
La eficacia de la oración no radica en la cantidad de peticiones que hacemos, sino que se concentra en la confianza en Dios. Podemos pedir mucho, pero no pedir lo que verdaderamente necesitamos. Dios nos concede aquellas gracias que necesitamos y que nos llevarán a ser felices, pero depende de nosotros el aceptarlas confiados en la gracia divina. Dios como Padre amoroso nunca nos dará algo que nos hará daño, buscará los medios para acercarnos a Él, para hacernos felices.
Propósito
Hoy elevaré una oración a Dios, encomendando la intención de aquella persona con la que trabajo o convivo la mayor parte del día.
Diálogo con Cristo
Jesús, muchas gracias por escucharme. Porque no me impides llamarte en cualquier momento y siempre estás atento a mis necesidades. Tú sabes mejor que nadie lo que necesito en este día. Conoces lo que me llevará a ser feliz y lo que me acercará a Ti. Concédeme que en este día pueda pedir no lo que me conviene, sino lo que más necesito y dame la gracia de hacerlo con una confianza total en ti.
“Cuando un hombre ora, se coloca ante Dios, ante un Tú, un Tú divino, y comprende al mismo tiempo la íntima verdad de su propio yo: Tú divino, yo humano, ser personal creado a imagen de Dios". Juan Pablo II
Autor: César Fernández | Fuente: Catholic.net
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