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miércoles 02 2025
martes 01 2025
EVANGELIO DEL DÍA MIÉRCOLES 2 DE ABRIL DE 2025
Primera lectura
Lectura del libro de Isaías 49,8-15
Esto dice el Señor:
«En tiempo de gracia te he respondido,
en día propicio te he auxiliado;
te he defendido y constituido alianza del pueblo,
para restaurar el país,
para repartir heredades desoladas,
para decir a los cautivos: “Salid”,
a los que están en tinieblas: “Venid a la luz”.
Aun por los caminos pastarán,
tendrán praderas en todas las dunas;
no pasarán hambre ni sed,
no les hará daño el bochorno ni el sol;
porque los conduce el compasivo
y los guía a manantiales de agua.
Convertiré mis montes en caminos,
y mis senderos se nivelarán.
Miradlos venir de lejos;
miradlos, del Norte y del Poniente,
y los otros de la tierra de Sin.
Exulta, cielo; alégrate, tierra;
romped a cantar, montañas,
porque el Señor consuela a su pueblo
y se compadece de los desamparados».
Sion decía: «Me ha abandonado el Señor,
mi dueño me ha olvidado».
¿Puede una madre olvidar al niño que amamanta,
no tener compasión del hijo de sus entrañas?
Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré.
Salmo de hoy
Salmo 144: R/. El Señor es clemente y misericordioso.
El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas. R/.
El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan. R/.
El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones.
Cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Juan 5, 17-30
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos:
«Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo».
Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no solo quebrantaba el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios.
Jesús tomó la palabra y les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta sino lo que viere hacer al Padre. Lo que hace este, eso mismo hace también el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará obras mayores que esta, para vuestro asombro.
Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere.
Porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo todo el juicio, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió.
En verdad, en verdad os digo: quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida.
En verdad, en verdad os digo: llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán.
Porque, igual que el Padre tiene vida en sí mismo, así ha dado también al Hijo tener vida en sí mismo. Y le ha dado potestad de juzgar, porque es el Hijo del hombre.
No os sorprenda esto, porque viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio.
Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió».
Reflexión del Evangelio de hoy
El Señor cuida de su pueblo
El Profeta Isaías nos habla del amor de Dios por su pueblo, de como no lo abandona, de como se preocupa de sus hijos, aún en los peores momentos. Frente a la idea antigua de un Dios duro, terrible y lejano, el Profeta nos presenta a un verdadero Padre cercano y cariñoso que cuida de los hombres: “Alégrate tierra... porque el Señor consuela a su pueblo”.
El pueblo judío había pasado grandes penalidades (éxodos, cautiverios, guerras…) pero Dios siempre estaba ahí, no lo abandonó. Igual que el hijo pródigo se alejó de su casa y de su familia, llevando una mala vida y dilapidando su herencia, mientras su padre esperaba todos los días su regreso, así el pueblo (nosotros) puede andar en la oscuridad y la deslealtad que el Padre aguardará con los brazos abiertos y el perdón en el corazón. Así de infinita es la misericordia de Dios.
La Cuaresma es un buen momento para examinar nuestra relación con el Padre. Tal vez estemos atravesando un mal momento, quizá nuestras ocupaciones diarias nos tengan alejados de las cosas de Dios. La vida no es fácil y podemos caer en el desánimo pero el Señor siempre está ahí “lento a la cólera y rico en piedad” como dice el Salmo de hoy. Aprovechemos este tiempo para meditar ante el Sagrario y pongamos nuestra vida en las manos del Padre con la seguridad de que Él cuidará de nosotros.
El Hijo es uno con el Padre
Los judíos (escribas y fariseos) no soportaban que Jesús llamara a Dios “Padre” ya que para ellos era una blasfemia. Y Cristo les explica el por qué de esa afirmación: al fin y al acabo Él es uno con su Padre, y nosotros somos partícipes de esa filiación, somos hijos de Dios. Esta es la gran revolución de la Nueva Alianza: el sabernos amados por el Padre y superar la muerte del pecado a través de la Pasión de Jesús: “Mors morten superavit”, la muerte venció a la muerte. “Los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán” nos dice Cristo.
Jesús nos enseñó como teníamos que tratar a Dios, como debía ser nuestra relación con Él. Cuando los Discípulos le piden que les enseñe a rezar Él les dice: “Padre Nuestro que estás en el cielo…” Aún hoy puede que a muchos nos cueste ver a Dios como nuestro “Abba”, nuestro papá cercano y cariñoso, pero es así. Somos sus hijos, sus criaturas ¿Cómo no iban a querer los judíos matar a Jesús si le estaba dando la vuelta a todo? Incluso se igualaba a Dios y decía ser uno con Él y obrar en su nombre.
Con esta confianza de hijo a padre debemos caminar esta Cuaresma. Hagamos el propósito de tratar a Dios con el cariño y la familiaridad del que sabe que habla con su padre. Saquemos unos momentos al día para ponernos en oración, para contarle nuestras cosas, para pedirle consejo, para decirle lo que nos preocupa. Hagamos este camino con la mirada puesta en la Pascua en la que todos resucitaremos con Cristo, porque como Él mismo nos dice: “Quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna” Jesús es uno con el Padre y nosotros debemos ser uno con Él.
Fuente : www.dominicos.org
EVANGELIO DE HOY MARTES 1 DE ABRIL 2025 -- LEVÁNTATE, TOMA TU CAMILLA Y CAMINA
Cuaresma y Semana Santa
Juan 5, 1-16. Cuaresma. La presencia de Cristo en nosotros bastará para aceptar los pequeños sacrificios de nuestra vida diaria.
Por: Andrés García | Fuente: Catholic.net
Del santo Evangelio según san Juan 5, 1-16
En un día de fiesta para los judíos, cuando Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina llamada Betesdá, en hebreo, con cinco pórticos, bajo las cuales yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban la agitación del agua. Porque el ángel del Señor descendía de vez en cuando a la piscina, agitaba el agua y, el primero que entraba en la piscina, después de que el agua se agitaba, quedaba curado de cualquier enfermedad que tuviera. Entre ellos estaba un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Al verlo ahí tendido, y sabiendo que llevaba mucho tiempo en tal estado, Jesús le dijo: "¿Quieres curarte?" Le respondió el enfermo: "Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua. Cuando logro llegar, ya otro ha bajado antes que yo". Jesús le dijo: "Levántate, toma tu camilla y anda". Y al momento el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar. Aquel día era sábado, por eso los judíos le dijeron al que había sido curado: "No te es lícito cargar tu camilla". Pero él contestó: "El que me curó me dijo: "Toma tu camilla y anda". Ellos le preguntaron: "¿Quién es el que te dijo: "Toma tu camilla y anda?". Pero el que había sido curado no lo sabía, porque Jesús había desaparecido entre la muchedumbre. Más tarde lo encontró Jesús en el templo y le dijo: "Mira, ya quedaste sano. No peques más, no sea que te vaya a suceder algo peor". Aquel hombre fue y les contó a los judíos que el que lo había curado era Jesús. Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.
Oración introductoria
Señor, en este día, quiero aprovechar al máximo este momento de contacto que tengo contigo. Hazme sentir tu presencia amorosa, no con los sentimientos, sino con un verdadero espíritu de fe. Señor, Tú estás aquí conmigo, guía mis pasos y sáname de mis flaquezas. Dame unos ojos nuevos que perciban tu amor en todos los momentos de mi existencia.
Petición
Señor, que me dé cuenta de lo pequeño que soy y de lo necesitado que estoy de tu misericordia y de tu amor.
Meditación del Papa Francisco
El agua de la piscina de Betzatà, descrita en el Evangelio, cerca de la cual hay un paralítico desde hace 38 años entristecido y un poco perezoso, que no ha encontrado nunca la forma de hacerse sumergir cuando las aguas se mueven y por tanto buscar la sanación. Jesús lo sana y lo anima a ir adelante, pero esto desencadena la crítica de los doctores de la ley porque la sanación tuvo lugar un sábado. Una historia que sucede muchas veces también hoy.
Un hombre, una mujer, que se siente enfermo en el alma, triste, que ha cometido muchos errores en su vida, y en un cierto momento siente que las aguas no se mueven, está el Espíritu Santo que mueve algo, o escucha una palabra o... "Ah, ¡yo quisiera ir!".. Y tiene coraje y va. Y cuántas veces hoy en las comunidades cristianas se encuentran las puertas cerradas. ‘Pero tú no puedes, no, tú no puedes. Tú te has equivocado aquí y no puedes. Si quieres venir, ven a misa el domingo, pero quédate ahí, no hagas más’. Lo que hace el Espíritu Santo en el corazón de las personas, lo destruyen los cristianos con psicología de doctores de la ley.
La Iglesia tiene siempre las puertas abiertas. Es la casa de Jesús y Jesús acoge. Pero no solo acoge, va a encontrar a la gente como fue a buscar a este. Y si la gente está herida, ¿Qué hace Jesús? ¿Le regaña por estar herida? No, va y lo carga sobre los hombros. Y esto se llama misericordia. Y cuando Dios regaña a su pueblo --Misericordia quiero, no sacrificios-- habla de esto. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 17 de marzo de 2015, en Santa Marta).
Reflexión
El milagro del paralítico de la piscina es conmovedor. Cristo se acerca a aquel hombre y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo decide curarle.
Aquel enfermo era ciertamente un hombre de gran corazón. De ésos que no se desaniman a pesar de los problemas. No sabemos, pero tal vez no era de Jerusalén, y se había hecho traer hasta la ciudad en busca de curación.
Quizá muchas veces habría querido que todo terminase pronto para él. Quizá pensó que su vida ya no tenía sentido; que vivía sólo para sufrir, aceptando las burlas y las muecas de la gente que acertaba a pasar por ahí. Cuántos amaneceres y atardeceres habrían pasado por encima de aquel pobre hombre, y él no perdía la esperanza de que el buen Dios de Israel le auxiliaría.
Confiaba, y así pasó mucho tiempo hasta que Cristo se acercó. Y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo de sufrimiento, se acercó para restablecerle la salud.
El Señor había previsto el encuentro para aquel momento preciso. No porque no hubiese querido ahorrarle el sufrimiento de tantos años, sino porque quiso regalarle un don mayor: la fe y poco más tarde el perdón de sus pecados.
Todos estamos expuestos a sentirnos desamparados en los momentos duros, o en la cotidianidad de nuestro trabajo diario. Sin embargo, Cristo nos sale al encuentro. Nos cura y hace que cambie nuestra vida yendo en contra de las costumbres frívolas del mundo en que vivimos. Porque Él quiere permanecer con nosotros en nuestras almas, por medio de la gracia. (Bajo la condición de que respetemos sus mandamientos.)
Entonces, el recuerdo de Cristo y su presencia en nosotros bastarán para aceptarnos y aceptar los pequeños sacrificios de nuestra vida diaria.
Todos somos como este paralitico. Todos los días constatamos nuestra pequeñez y nos sentimos frágiles, sin fuerzas. Y en realidad lo somos, pues cojeamos siempre en nuestros mismos defectos. Y este paralítico del evangelio de hoy nos da la solución: Exponer nuestros problemas a Jesús con confianza y Él va a obrar maravillas en nosotros. Somos esos hombres que continuamente tropiezan, somos cojos, necesitamos de alguien que nos sostenga.
Ese alguien es Cristo, el Hijo de Dios. Él quiere ser nuestra fortaleza, nuestra seguridad. A su lado todo lo podemos. Debemos confiar ciegamente en Él, pues Él es el amigo fiel que nunca nos abandona.
¡Qué alegría debemos sentir al sabernos amados por Dios! Para Dios somos muy importantes. Con Él a nuestro lado, todo lo podemos. Jesús es nuestra fortaleza.
Propósito
Hoy haré una visita a Jesús Eucaristía, exponiéndole mis problemas con plena confianza.
Diálogo con Cristo
Señor, gracias por tu amor y tu presencia que verdaderamente hace que nos sintamos como hijos tuyos. Sé que hoy me has escuchado y te pido la gracia de ser paciente para esperar que Tú obres en mí. Hazme ver tu mano amorosa que me sostiene y me hace ver qué grande es tu amor hacia mí.
Reza, espera y no te preocupes. La preocupación es inútil. Dios es misericordioso y escuchará tu oración.
(Padre Pío)
Por: Andrés García | Fuente: Catholic.net
ORACIÓN A LA DIVINA PROVIDENCIA PARA REZAR EL PRIMER DÍA DEL MES
Como una bella tradición que hemos recibido de nuestros mayores, los católicos encendemos una vela en nuestro hogar cada primero de mes y la dejamos consumirse en honor a la Divina Providencia. Esta es una oración para rezar y encomendarse mientras encendemos esa vela.
En esta oración a la Santísima Trinidad agradecemos a Dios todo lo que
nos da como nuestro Padre bueno. Y en ella también le pedimos humildemente que
durante el mes no nos falte lo necesario.
De acuerdo con la tradición, en ese día también vamos la Iglesia,
participamos en la Misa de la Divina Providencia, oramos ante la imagen de la
Santísima Trinidad y depositamos tres monedas en la alcancía especial que suele
tener tres ranuras para la ofrenda.
La palabra “providencia” viene del Latín y significa “ver por”. Por eso
se dice que los papás tienen providencia sobre sus hijos, pues siempre están
viendo que no les falte salud, educación, comida. Ni siquiera esperan a que los
hijos lo pidan. De la misma forma, Dios, que es Amor, está al pendiente de
nuestras necesidades, y cuando le pedimos con humildad, Él las resuelve con
generosidad.
Oración para encender la vela a la Divina Providencia
¡Concédeme Tu clemencia y Tu infinita bondad!
Arrodillado a Tus plantas
a Ti caridad portento.
Te pido para los míos:
casa, vestido y sustento.
Concédeles salud y
llévalos por el buen camino
y que sea siempre la virtud
la que los guíe en su destino.
Tú eres toda mi esperanza.
Tú eres el consuelo mío,
en Ti creo, en Ti espero y en Ti confío.
Tu, Divina Providencia se extienda en cada momento,
para que nunca nos falte:
casa, vestido y sustento,
ni los santos Sacramentos en el último momento.
Amén.
Fuente : Diócesis de Tenancingo
Agregado por : Sonia Jazmín