Apocalipsis 1, 1-4; 2, 1-5
Esta es la revelación que Dios le confió a Jesucristo, para que él manifestara a sus servidores lo que tiene que suceder en breve, y que comunicó, por medio de un ángel, a su siervo Juan. El cual narra lo que vio y afirma que es palabra de Dios, atestiguada por Jesucristo. Dichosos los que lean y escuchen la lectura de esta profecía y hagan caso de lo que en ella está escrito, porque el tiempo señalado está cerca.
Yo, Juan, les deseo la gracia y la paz a las siete comunidades cristianas de la provincia de Asia, de parte del que es, del que era, del que ha de venir, y de parte de los siete espíritus que están ante su trono.
Oí al Señor, que me decía: "Al encargado de la comunidad cristiana de Éfeso escríbele así: Esto dice el que tiene las siete estrellas en su mano derecha y camina entre los siete candelabros de oro:
‘Conozco tus obras, tu esfuerzo y tu paciencia; sé que no puedes soportar a los malvados, que pusiste a prueba a los que se llamaban apóstoles sin serlo, y descubriste que eran unos mentirosos. Eres tenaz, has sufrido por mí y no te has rendido a la fatiga. Pero tengo en contra tuya que ya no tienes el mismo amor que al principio. Recuerda de dónde has caído, arrepiéntete y vuelve a proceder como antes‘ ".
+ Meditatio
El libro se inicia, después de una breve presentación, con siete cartas dirigidas, al parecer, a las siete comunidades que estarían a cargo del apóstol san Juan.
Cada una de estas comunidades "tipifica" una serie de valores y antivalores presentes en el cristianismo de todos los tiempos. La carta dirigida a la comunidad de Éfeso nos presenta el caso de muchos cristianos que abrazan con fuerza la vida cristiana por medio de un retiro, de una plática, etc.; son activos y capaces de enrolarse en los movimientos, aún a costa de fatiga y sacrificio. Pero poco a poco el mundo los vuelve a envolver, y el amor al Señor se convierte en rutina e incluso en activismo.
Jesús, más que trabajadores, quiere amantes. Es importante trabajar por el Reino y sufrir por él, pero como diría san Pablo: "Si no tengo amor, de nada me sirve". Jesús hoy nos dice a cada uno de nosotros: Recuerda, cuánto me amabas, cuánto deseabas servirme y sufrir por mí, por mi amor. No te dejes envolver por el mundo, y vuelve a tu primer amor.
+ Oratio
Señor, mantén en mí el fuego de tu amor; mantén viva la llama del entusiasmo y la profunda necesidad que tengo de ti. No permitas, Señor, que ni Satanás, ni las preocupaciones del mundo, ni nada, ni nadie me robe el amor del principio. Que mi deseo profundo de ti permanezca no solo como al princpio, sino que vaya en aumento hasta gozar de tu gloria eternamente.
+ Operatio
Hoy recordaré y contaré a alguien el primer momento en que me sentí enamorado de Dios, al recordar ese momento, también me fijaré qué me está faltando ahora para que ese amor esté más vivo.
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El Evangelio de hoy
Lucas 18, 35-43
En aquel tiempo, cuando Jesús se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado a un lado del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello, y le explicaron que era Jesús el nazareno, que iba de camino. Entonces él comenzó a gritar: "¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!" Los que iban adelante lo regañaban para que se callara, pero él se puso a gritar más fuerte: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!"
Entonces Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando estuvo cerca, le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?" Él le contestó: "Señor, que vea". Jesús le dijo: "Recobra la vista; tu fe te ha curado".
Enseguida el ciego recobró la vista y lo siguió, bendiciendo a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios.
+ Reflexión
Este pasaje es muy rico en contenido y enseñanza, sin embargo, hoy quisiera sólo destacar la actitud de los que iban o estaban siguiendo a Jesús, quienes reprendían al ciego para que se callara, impidiendo con esto que se acercara a él. Y me pregunto, ¿cuántas veces nosotros en lugar de ayudar a los demás para que se acerquen a Jesús somos precisamente el obstáculo para ello? Muchas veces nuestro testimonio, nuestra preferencia por las cosas del mundo, nuestra falta de compromiso cristiano, son elementos que pueden impedir que este mundo ciego se acerque a Jesús y recobre la vista.
Veamos en esta semana si nuestra vida está siendo una verdadera invitación para que los demás se acerquen a Jesús.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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