jueves 09 2010

El Evangelio del día Viernes 26 de Noviembre 2010

Primera Lectura (Lectio Divina)
Apocalipsis 20, 1-4. 11-21, 2
Yo, Juan, vi un ángel que bajaba del cielo, con la llave del abismo y una gran cadena en la mano. El ángel sujetó al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo o Satanás, y lo encadenó durante mil años. Lo arrojó al abismo, lo encerró y puso un sello, para que ya no pudiera engañar a los pueblos hasta que pasaran mil años. Después de esto, es necesario que lo suelten un poco de tiempo.

Vi también unos tronos, donde se sentaron los encargados de juzgar. Vi, además, vivos a los que habían sido sacrificados por dar testimonio de Jesús y proclamar la palabra de Dios, y a todos los que no adoraron a la bestia ni a su estatua, y no se dejaron poner su marca en la frente ni en la mano. Estos revivieron y reinaron con Cristo durante mil años.

Vi después un trono brillante y magnífico, y al que estaba sentado en él. El cielo y la tierra desaparecieron de su presencia sin dejar rastro. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante del trono. Fueron abiertos unos libros y también el libro de la vida. Los muertos fueron juzgados conforme a sus obras, que estaban escritas en esos libros.

El mar devolvió sus muertos; la muerte y el abismo devolvieron los muertos que guardaban en su seno. Cada uno fue juzgado según sus obras. La muerte y el abismo fueron arrojados al lago de fuego; este lago es la muerte definitiva. Y a todo el que no estaba escrito en el libro de la vida lo arrojaron al lago de fuego.

Luego vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido y el mar ya no existía.

También vi que descendía del cielo, desde donde está Dios, la ciudad santa, la nueva Jerusalén, engalanada como una novia que va a desposarse con su prometido.

+ Meditatio
Los dos últimos capítulos del Apocalipsis son de alguna manera el resumen y la síntesis de toda la historia de la lucha de Satanás y de sus aliados por destruir la obra de Dios (de esto el apóstol ha hablado a lo largo de todo el libro), y proclama con certeza la esperanza del cristiano, en la cual sustenta su fe: la resurrección final en donde todas las cosas serán nuevas, en donde ni la muerte ni el dolor reinarán más en la humanidad, resurrección que lo unirá definitiva y eternamente con Dios.

Contra todas las apariencias que se presentan en nuestro mundo en donde parece que es el mal el que reina, que la paz y la justicia son utopías cristianas, donde no parece posible la Vida en Abundancia proclamada por Jesús, san Juan anuncia proféticamente el triunfo de Dios y de sus elegidos.

Dios no defrauda, las promesas hechas por Cristo son realidad en la vida de aquellos que saben permanecer fieles, de aquellos que han decidido con todo su corazón abrazar la vida evangélica, de aquellos que aún a pesar de sus propias vidas, han sido capaces de mostrar un estilo de vida marcado por el amor y la justicia.

Así, al terminar nuestro ciclo litúrgico, reavivamos nuestra esperanza y retomamos fuerzas para reiniciar nuestro camino, el cual terminará un día en los brazos del Padre, inundado del gozo del Espíritu Santo, en el Reino de Cristo y en compañía de María Santísima y de todos los que como ella han sabido decir hasta el final de sus días: "Hágase en mí según tu palabra". Amén.

+ Oratio
Tú, Señor, que todo lo recreas y lo haces nuevo, hazme una nueva persona. Que así como tu misericordia es nueva cada mañana, lo sea también mi amor y fidelidad a ti; quiero contribuir con la obra maravillosa de crear un cielo nuevo y una tierra nueva, úsame, Señor.

+ Operatio
Hoy frente a la injusticia y desesperanza de las noticias diarias en nuestro mundo, pensaré en cómo sería cada situación si Dios estuviera en ella, y pondré mi granito de arena para llevarlo a los eventos cotidianos.



El Evangelio de hoy
Lucas 21, 29-33
En aquel tiempo, Jesús propuso a sus discípulos esta comparación: "Fíjense en la higuera y en los demás árboles. Cuando ven que empiezan a dar fruto, saben que ya está cerca el verano. Así también, cuando vean que suceden las cosas que les he dicho, sepan que el Reino de Dios está cerca. Yo les aseguro que antes de que esta generación muera, todo esto se cumplirá. Podrán dejar de existir el cielo y la tierra, pero mis palabras no dejarán de cumplirse".

+ Reflexión
Al terminar nuestro ciclo litúrgico, la Iglesia nos trae a la memoria la palabra de Jesús: "El tiempo pasará pero mis palabras no pasarán".
Han pasado casi dos mil años desde que Jesús anunció esto a sus discípulos y podemos ver cuan estable es la Palabra de Dios pues todavía sigue siendo la luz de los corazones que se dejan iluminar por ella.

El Reino está realmente cerca, pero esta cercanía no se refiere únicamente a la cuestión cronológica, sino a la vecindad que hay entre éste y nosotros. Basta dejarse llenar de esta luz de Dios, luz que viene de la Revelación, para que se abra ante nosotros el panorama del Reino. Dios está con nosotros y nos acompañará hasta el final de los siglos.

Estemos atentos a las manifestaciones de Dios en nuestra vida y dejemos que esta Palabra que no pasa sea siempre nuestra fuente de sabiduría y manjar del corazón.


Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.

Pbro. Ernesto María Caro

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