jueves 30 2010

EVANGELIO DEL DÍA 30 DE DICIEMBRE DE 2010


Primera Lectura (Lectio Divina)
1 Juan 2, 12-17

Les escribo a ustedes, hijitos, porque han sido perdonados sus pecados en el nombre de Jesús. Les escribo a ustedes, padres, porque conocen al que existe desde el principio. Les escribo a ustedes, jóvenes, porque han vencido al demonio. Les he escrito a ustedes, hijitos, porque conocen al Padre. Les he escrito a ustedes, padres, porque conocen al que existe desde el principio. Les he escrito a ustedes, jóvenes, porque son fuertes y la palabra de Dios permanece en ustedes y han vencido al demonio.
No amen al mundo ni lo que hay en él. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo: las pasiones desordenadas del hombre, las curiosidades malsanas y la arrogancia del dinero, no vienen del Padre, sino del mundo. El mundo pasa y sus pasiones desordenadas también. Pero el que hace la voluntad de Dios tiene vida eterna.


+ Meditatio
En un mundo que se presenta lleno de atractivos de toda clase, es fácil caer en la tentación de amarlo y de elegirlo por sobre el valor único y definitivo que es Dios. Es por ello que el Apóstol nos previene: “No amen al mundo ni lo que hay en él”. Esto no lo dice porque el mundo sea malo, pues como nos lo dice el Génesis, Dios “hizo todo muy bien”, y por ello todo es bueno. El problema se presenta cuando deslumbrados por el “oropel” del mundo dejamos a Dios, o lo relegamos dentro de nuestra vida haciendo que sus mandamientos y preceptos pierdan validez e importancia en nuestra vida. San Pablo decía: “Todo me está permitido pero no todo me conviene”. Dale el primer lugar a Dios en tu vida, y ten el Evangelio al centro de todas tus actividades; esto hará que sea el Espíritu quien dirija tu vida quien te llevará a disfrutar de todo lo que Dios ha creado para nuestro bienestar y nuestra felicidad.


+ Oratio
Señor, sé que este mundo no es mi patria, sé que soy ciudadano del cielo y que es allá, junto a ti, a donde pertenezco, sin embargo, Señor, mientras me encuentro aquí enseñame a no apegarme de tal modo a las cosas que termine por darles más importancia que a ti, ni que las rechaze a tal grado que ya no pueda ser yo un testimonio de tu amor en el mundo. Más bien enseñame a mostrar al mundo la gloriosa libertad de los hijos de Dios, que disfrute de lo terreno en su recto orden y que anhele siempre lo eterno.


+ Operatio
Hoy meditaré en las cosas de este mundo a las que me apego más, éstas pueden ser personas, cosas, actividades, etc. iré una por una diciéndole a Dios que le pertenecen y que se las entrego, lo haré de corazón y confiando en la bondad de Dios.


Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.

Como María, todo por Jesús y para Jesús.

Pbro. Ernesto María Caro

El Evangelio de hoy
Lucas 2, 36-40

En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. (Cuando José y María entraban en el templo para la presentación del niño), se acercó Ana, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.
Una vez que José y María cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él.


+ Reflexión
La alegría del nacimiento de Cristo tiene que ser una noticia de salvación para todos los que se encuentran prisioneros por el pecado, la desesperación, la angustia, el temor y el miedo. De la misma manera que Ana, la profetisa, comenzó a hablar de Jesús, nosotros también debemos compartir con los demás la alegre noticia de que Jesús es una realidad en nuestra vida y en nuestro mundo; que él es la única oportunidad que tiene el hombre para ser feliz, pues sólo en él está la Vida, la paz y la perfecta armonía interior. No podemos quedarnos con esta noticia sólo para nosotros; quien ha conocido a Jesús, debe anunciarlo a los demás. Tú y yo somos los nuevos profetas de Cristo, no tengamos miedo ni vergüenza de hablar de Jesús a nuestros amigos y compañeros.


Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.

Como María, todo por Jesús y para Jesús.

Pbro. Ernesto María Caro

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