Primera Lectura (Lectio Divina)
Eclesiástico 1, 1-10
y está con él eternamente.
¿Quién puede contar las arenas de la playa,
las gotas de la lluvia o los días de los siglos?
¿Quién puede explorar la altura del cielo,
la extensión de la tierra y la profundidad de los abismos?
Antes que cualquier otra cosa fue creada la sabiduría;
y la luz de la inteligencia, desde la eternidad.
¿A quién se le ha revelado la fuente de la sabiduría?
¿Quién ha conocido sus recursos inagotables?
Uno sólo es sabio, temible en extremo:
el que está sentado en su trono, el Señor.
El creó la sabiduría, la contempló y la midió;
la ha derramado sobre todas sus obras
y sobre todos los hombres, según su generosidad;
la ha derrochado entre aquellos que lo aman.
+ Meditatio
La reflexión del autor sagrado en relación a la sabiduría se centra primero en su Fuente, Dios mismo que la convoca a la existencia. La sabiduría existe porque Dios es sabio, y su sabiduría consiste no en la ciencia, sino en el amor a sus criaturas, a todo aquellos que Él llamó a la vida y a la existencia. La sabiduría es una connotación de Dios porque Él mira el interior de sus criaturas, porque su conocimiento llega al corazón de las cosas creadas. Pero su sabiduría no es conocimiento “intelectual”, sino que ante todo es amor por cuanto ha llamado a la vida, pero ese amor se lo ha comunicado a quienes le buscan y son fieles a Él, porque quien busca a Dios y es dócil a Él, se gozará de su propia vida y de la existencia de todo cuanto ha salido de la mano de Dios. Y ese amor divino llega a tal profundidad que nada escapa a su mirada amorosa; dirá el libro de la Sabiduría que porque Dios ama sus criaturas las llamó a la vida. Esa característica del amor de Dios que llama a la vida y que mantiene y sostiene la vida con interés delicado hará que las primeras comunidades identifiquen a Jesús con esa Sabiduría divina; él es la Palabra por la que Dios convoca a la vida a todas sus criaturas y por Jesús es que Dios mantiene en la existencia a todo cuanto existe.
+ Oratio
Jesús, sabiduría que procede del Padre, haz que por el don de tu Espíritu nosotros seamos dóciles a tu llamado y a la voluntad de tu Padre que quiere que tu salvación llegue a todos los hombres por medio del anuncio de la iglesia; concédenos que comuniquemos al mundo ese conocimiento amoroso que tienes por todos cuantos has ganado con tu sangre derramada en la cruz. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
+ Operatio
El día de hoy miraré con ojos tiernos a cuantos conviven a mi lado, para descubrir en ellos, el cuidado amoroso que Dios les muestra y trataré de imitar a Dios en su cuidado por sus amadas criaturas.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
El Evangelio de hoy
Marcos 9, 14-29
En aquel tiempo, cuando Jesús bajó del monte y llegó al sitio donde estaban sus discípulos, vio que mucha gente los rodeaba y que algunos escribas discutían con ellos. Cuando la gente vio a Jesús, se impresionó mucho y corrió a saludarlo.
Él les preguntó: "¿De qué están discutiendo?" De entre la gente, uno le contestó: "Maestro, te he traído a mi hijo, que tiene un espíritu que no lo deja hablar; cada vez que se apodera de él, lo tira al suelo y el muchacho echa espumarajos, rechina los dientes y se queda tieso. Les he pedido a tus discípulos que lo expulsen, pero no han podido".
Jesús les contestó: "¡Gente incrédula! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganme al muchacho". Y se lo trajeron. En cuanto el espíritu vio a Jesús, se puso a retorcer al muchacho; lo derribó por tierra y lo revolcó, haciéndolo echar espumarajos. Jesús le preguntó al padre: "¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto?" Contestó el padre: "Desde pequeño. Y muchas veces lo ha arrojado al fuego y al agua para acabar con él. Por eso, si algo puedes, ten compasión de nosotros y ayúdanos".
Jesús le replicó: "¿Qué quiere decir eso de 'si puedes'? Todo es posible para el que tiene fe". Entonces el padre del muchacho exclamó entre lágrimas: "Creo, Señor; pero dame tú la fe que me falta". Jesús, al ver que la gente acudía corriendo, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: "Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando: Sal de él y no vuelvas a entrar en él". Entre gritos y convulsiones violentas salió el espíritu. El muchacho se quedó como muerto, de modo que la mayoría decía que estaba muerto. Pero Jesús lo tomó de la mano, lo levantó y el muchacho se puso en pie.
Al entrar en una casa con sus discípulos, éstos le preguntaron a Jesús en privado: "¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?" Él les respondió: "Esta clase de demonios no sale sino a fuerza de oración y de ayuno".
+ Reflexión
De nuevo, según el estilo de San Marcos, nos presenta en un solo pasaje una gran cantidad de material para reflexión. Hoy destacaremos únicamente el hecho de la fe que está a la base de todo el relato. Apenas hace unos días reflexionábamos sobre la identidad de Jesús: "¿Quién dice la gente que soy yo?", preguntaba Jesús a sus discípulos. De nuevo aparece, aunque de otra manera, esta pregunta para la multitud. El padre de familia dice: "Si puedes hacer algo por él...". Este padre de familia, al igual que muchos de nuestra comunidad cristiana, aún no se ha dado cuenta, que Jesús es verdadero Dios y que por lo tanto, puede hacer todo (no siempre querrá hacerlo, pero puede hacerlo). Una de las ideas que nos ha metido el mundo en la cabeza, es que nuestro Dios, es un Dios pequeño, incapaz de resolver nuestros problemas. Esto ha hecho que muchos busquen otros "dioses" para resolverlos, siendo que al final se encontrarán en una situación peor. Jesús es verdadero Dios. Cierto, hay que creer, y creer como creyó la sirofenicia, el ciego, etc.
Puede ser que nuestra fe sea aún pequeña, pidamos hoy con sinceridad a Jesús: ¡Aumenta mi fe!
Puede ser que nuestra fe sea aún pequeña, pidamos hoy con sinceridad a Jesús: ¡Aumenta mi fe!
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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