miércoles 03 2011

ORIGEN DE LA TRANSFIGURACION DEL SALVADOR DEL MUNDO

EL Divino Salvador del Mundo
Fiesta y devoción del pueblo Salvadoreño
 


De acuerdo al cronista de EL CATÓLICO (diario escrito religioso del siglo XVII): Esta capital (San Salvador) ha celebrado (sus fiestas patronales) trescientas cincuenta veces, desde aquel 6 de agosto en que nació entre el fragor de los combates y el triunfo de la civilización”. Esta afirmación conlleva implícitamente dos señalamientos: en primer lugar, que la fiesta de San Salvador fue al principio una fiesta cívica y, dos, que siempre se celebró el 6 de agosto.
El cronista de EL CATÓLICO se basa, probablemente, en la noticia que da el Fraile Francisco Vásquez, en su Crónica de la provincia del Santísimo Nombre de Jesús de Guatemala. Noticia que Juarros asume y elabora a su modo, así: «El 6 de agosto de 1526, día en que la Iglesia celebra la Transfiguración del Señor y por esta misma razón se dedicó la Iglesia parroquial al Salvador y se hacía la reseña de este triunfo, sacando el real pendón la víspera y día de dicha fiesta, por las calles principales, con lucido acompañamiento de Caballeros. De acuerdo a esta versión, no se lleva imagen alguna del Divino Salvador, sino un pendón real.
Juarros pone como testigo de esta noticia a Jorge Alvarado, hermano de don Pedro de Alvarado, que fue Gobernador y Capitán general de Guatemala en 1527. Cuando Juarros escribe su libro, hace el comentario siguiente: “Mas esta pomposa ceremonia se ha trasladado a la pascua de Navidad, en atención a que el expresado día 6 de Agosto están en sus haciendas casi todos los vecinos de esta ciudad y que es tiempo de lluvias en estos países”.
No se equivoca Juarros cuando asigna el nombre de San Salvador a la memoria de la batalla que don Pedro ganó a los indios cuzcatlecos. Porque, de acuerdo a fray Francisco Xirnenez, en su HISTORIA DE LA PROVINCIA DE SAN VICENTE (Vol. 1. Pág. 492), el nombre de San Salvador, no vino de la idea de don Pedro de Holguín sino de don Pedro de Alvarado. Efectivamente. Don Pedro de Alvarado habría interpretado que el Señor le salvó de una muerte casi segura en la batalla de Cuscatlán. Ahora bien, para este hecho y para esta fecha había un precedente, que es la victoria de los cristianos sobre los musulmanes en Lepanto, un 6 de agosto de 1456; victoria que dio pie a que el Papa Calixto III dedicara el 6 de agosto a conmemorar la fiesta de la Transfiguración, autorizando a que se invocara en ese día al Señor Jesús como el Salvador, invocación que está reservada, según la liturgia católica, al tiempo de Navidad.
También el Dr. Alberto Luna suscribe al origen de la fiesta del 6 de agosto al recuerdo de la victoria de Alvarado en Cuscatlán. Este autor escribe: “Hubo otra ceremonia más célebre y famosa todavía por lo antigua y solemne: el paseo del estandarte real, que tuvo lugar por primera vez en la villa de San Salvador, en el año de 1525, siendo alcalde a la sazón, don José de Luna, en reposición de don Diego de Holguín”. Como hemos apuntado anteriormente, Juarros afirma que la festividad del 6 de agosto se trasladó más de alguna vez a la fecha de las fiestas de la Navidad. Efectivamente. De acuerdo a los apuntes de la visita pastoral que el obispo Cayetano Francos y Monroy practicó en San Salvador, en 1803, registrada en el Archivo del Arzobispado de Guatemala. La Cofradía de San Salvador había cambiado la fiesta del 6 de agosto trasladándola a enero.
Sabemos además, que el General Barrios hizo lo mismo, por decreto de octubre de 1861, según crónica recogida por Miguel Ángel García: “Por decreto de 25 de octubre del 1861 se transfirió al 25 de diciembre de cada año la función solemne consagrada en esta capital al Divino Salvador del Mundo, la cual siempre se había efectuado el 6 de agosto, es decir, en lo más rigurosa de la estación de lluvias” Al final de la misma nota, el cronista citado por García, escribe: “Los preparativos, hacen presagiar que la concurrencia a esta capital será numerosa en el mes entrante, y que los comerciantes podrán hacer negocios lucrativos, que irán entablando la feria, que tuvo en mira también el Gobierno al transferir a la Pascua la fiesta titular de esta población”.
A pesar del decreto del Gobierno de la República cambiando la fecha de las fiestas patronales, el pueblo mantiene firme su tradicional fiesta religiosa, el día 6 de agosto: “Va a comenzar la Función solemne que bajo el título del Divino Salvador acostumbran hacer anualmente los hijos de esta capital, y los Mayordomos que suscriben se ocupan con empeño en corresponder a los deseos del pueblo que hizo su elección. El comentario de un cronista a esta decisión del pueblo es elocuente: “Las personas que nunca han asistido a esta celebridad y la ven por la primera vez, se preguntan con razón, ¿es religiosa?, ¿es de las primeras clases de la sociedad?, ¿es sólo de las últimas? ¿Es de los San Salvadoreños puramente o de todos los hijos de la República?
Razón tienen para proponer estas cuestiones en presencia de tan variados regocijos y de tan heterogéneas diversiones como en estos días se presentan. Nosotros decimos que la fiesta del Salvador es única, es nacional y local a un mismo tiempo: pertenece a todas las clases y a todas las jerarquías, al San Salvadoreño y al vecino de San Miguel o de otra ciudad, al rico y al pobre, al comerciante y al hacendado, al militar y al paisano, al gremio de hombres de letras y al rudo jornalero: todos dicen en cualquier parte que estén, vamos a la función de nuestro Salvador: cada uno trae su ofrenda según sus facultades, y nadie viene con el interés de negociar como se va a una feria” De estas crónicas se ve claro que mientras la fiesta del 6 de agosto siempre tuvo un sabor popular, trasladadas a diciembre, son las autoridades cívicas y militares las que más descuellan para darle realce.









No tardó mucho tiempo para que la fecha de la fiesta patronal de San Salvador volviera oficialmente, de nuevo, al mes de agosto tradicional. El cronista escribe, en agosto de 1864 lo siguiente: No es extraño que hoy la fiesta se haya celebrado con tanta animación y entusiasmo, después de algunos años de haberse omitido en este tiempo trasladándola al mes de Diciembre; medida que sólo tuvo por objeto obsequiar los deseos de unos pocos, acreditando con esto, los que tal cosa hizo, su falta de tacto político aún en las cosas más triviales. Esa disposición contrariaba la costumbre muy antigua de los Salvadoreños, y no se tuvo en cuenta que las tradiciones seculares de los pueblos no pueden contrariarse bruscamente sin producir un descontento general”.
El Dr. Alberto Luna, en el antes citado artículo, tiene razón cuando escribe “No debemos formarnos de ellas (se refiere a las fiestas del 6 de agosto), en aquellos tiempos, la idea que tenemos hoy de las brillantes y pomposas con que el pueblo salvadoreño solemniza su fiesta en la actualidad. No tenían de fiestas más que el nombre.
Cantadas las vísperas, celebrada la misa del santo Patrón, y arrinconada en la Sala de Amias la insignia de la Majestad Real, después de haberla dado su paseo por las calles, todo el mundo volvía a sus hogares”. Con el tiempo hemos constatado que la fiesta se vuelve enteramente religiosa. Es posible que nuestra investigación sobre el origen, sentido y valor de la procesión del 5 de agosto que hoy, popularmente se le conoce como “la bajada”, arroje luz sobre el cómo y por qué cambió esta manifestación pública de sentido meramente cívico por una expresión más religiosa, ganando así en popularidad.
La procesión del 5 de agosto Muchas personas al hablar de “La bajada”, piensan en la forma que últimamente ha adquirido esta expresión popular de la devoción salvadoreña a su Patrono. Me refiero específicamente a la procesión del 5 de agosto, cuya escena de la Transfiguración se representa, de algunas décadas hasta ahora, como una bajada de la imagen del Divino Salvador vestida de rojo ó morado, dentro de un tubo hermosamente engalanado, para luego subir y aparecer radiante, vestido de blanco, ante el entusiasmo devoto de la gente Al leer algunas crónicas de esta procesión, a lo largo de los años, nos damos cuenta que poco aparece la insistencia sobre “la bajada”, y que más se insiste en calificar de un modo u otro el misterio de la Transfiguración que se escenifica. Finalmente, nos damos cuenta que la idea actual que el pueblo tiene de “la bajada”, está muy lejos de lo que pensaron los iniciadores de esta procesión.
Las crónicas que recoge el Diccionario de García, a lo largo de los años, sobre las fiestas en honor al Divino Salvador, hablan siempre de “función” para calificar el conjunto de actos que conforman la fiesta patronal. En la crónica de la fiesta de 1859, por ejemplo, leemos: “La concurrencia este año ha sido mayor que la que en años anteriores habíamos visto, así como la función en todas sus partes es quizá la más espléndida que se ha celebrado de algunos años a esta parte”.
Refiriéndose más directamente a la procesión del 5 de agosto, en la crónica del 13 de agostó de 1852 se habla de “simulacro” para describir la escena de la Transfiguración: “No nos es posible dar una idea de lo que fue la tarde del día 5, cuando apareció en la plaza mayor la imagen del Salvador colocada en la cumbre de un hermoso Monte Tabor y se verificó en presencia de un pueblo inmenso el edificante simulacro de la misteriosa Transfiguración”.
“Representación” es el vocablo que se usa en la Crónica del 8 de agosto de 1876, para calificar el misterio de la Transfiguración: “Más de diez mil personas aguardaban con impaciente entusiasmo la presencia del Tabor ficticio para contemplar la representación de la gloriosa Transfiguración del Señor”. Mismo lenguaje en una crónica escrita el 8 de agosto de 1877.
Resulta interesante la lectura “in extenso” de la crónica del 6 de agosto de 1882. Aquí, el acto de la Transfiguración es calificado de “descubrimiento”. Después que el cronista hace una relación general de las fiestas y describe la hermosura de la imagen del Divino Salvador, pasa a escribir lo siguiente: “Esta imagen es paseada el 5 de agosto sobre el carro triunfal rodeado de todo el pueblo. El genio de los salvadoreños la coloca en diversas posiciones sobre ese carro: pero todas son un emblema de las influencias del Divino Salvador. Una vez lo hace aparecer del cáliz; de una azucena que se abre para manifestar la fragancia de sus virtudes; otra vez, la coloca sobre una esfera que gira a sus pies para significar su soberanía universal;.., una vez la hace aparecer del centro de una nube, para expresar su divinidad; otra vez, lo pone sobre un Tabor, para ofrecerle su fe y su piedad. Pero siempre el descubrimiento del Salvador se hace al llegar a la plaza”. Las descripciones del carro, en las crónicas de todos los años, dan a entender que la carroza lleva una imagen del Divino Salvador, primero vestida de morado, colocada a un nivel inferior, visible a los ojos del público, desde que empieza la procesión. Al llegar a la plaza central, toma su tiempo cambiar la túnica morada con que viene vestida la imagen, por una blanca. Este acto se hace a ocultas de la mirada del público. Momentos después, aparece la imagen vestida de nieve, ascendiendo a un nivel superior, para impresionar a la gente que espera, impaciente y fervorosa, ese momento.
Ilustremos lo que hemos dicho en el párrafo anterior con las crónicas del 6 de agosto de 1847 de la GACETA DEL SALVADOR: “Así fue conducido el carro por más de cien hombres en medio de una numerosísima procesión, y al llegar a la plaza una nube cubrió simultáneamente al Salvador que aún estaba de túnica morada, y otra nube abriéndose lo descubrió presentándolo el numeroso pueblo resplandeciente vestido de lana blanca exquisita en la cima del alto monte y en aptitud de elevarse hasta los cielos” Y a propósito de la procesión del 5 de agosto de 1883, el cronista escribe: “Este año, el carro fue un hermoso cáliz rodeado de varias alegorías, del centro de cuya copa apareció elevarse el Divino Salvador, al llegar a la primera esquina de la plaza”.
Idéntica es la descripción que nos ofrece la crónica que anuncia la procesión del 5 de agosto en 1892: “A las cinco de la tarde aparecerá en la plaza de Armas el espléndido y lujoso carro llevando la Sagrada Imagen que ascenderá grandiosa y mostrará a la vista absorta de la multitud, entre el humo del incienso y de los cirios y al son de graves y místicas melodías”.
Hasta inmediaciones del 1900, las crónicas que hemos tenido a disposición no hablan de “la bajada”, con excepción de una, del 1880, que nos brinda el Diario oficial N° 183, del 5 de agosto del 1880 y que dice así: “Hoy es el acto más lucido de esta fiesta popular, la Bajada del Salvador del Mundo desde el Calvario y su transfiguración en el Tabor”.
Esta noticia merece toda nuestra atención. Primero se habla de “fiesta popular”. Es decir que no está organizada por el clero sino por el pueblo. Ahora bien, para 1880 ya había en San Salvador una Cofradía dedicada al Salvador, que antes se llamó Cofradía de la Transfiguración. Son ellos quienes organizan para ese tiempo, y desde 1787, la famosa procesión del 5 de agosto.
Luego, se habla de la imagen del “Salvador del Mundo”. El Dr. Luna relata: “En el año de 1777, el maestro García, llevado en su celo ardiente por las manifestaciones extremas del culto cristiano, y cumpliendo un voto hecho en momentos de suprema angustia, esculpió y pintó la  estatua del Salvador que el pueblo venera y coloca en el carro el día de su Transfiguración. Desde entonces, el maestro Silvestre, con entusiasmo altamente laudable, se echó encima la devoción de hacerle al Santo patrón su fiesta todos los años, con novenario y jubileo; noble tarea que siempre llevó a cabo con buena voluntad hasta su muerte, que ocurrió el año de 1807″.
El texto continúa diciendo que hay una “bajada… desde el Calvario”. Esta frase es clave para el propósito de nuestra pequeña investigación. Si la conectamos con la frase que sigue adquiere todo su sentido “y su transfiguración en el Tabor”.
Habida cuenta de que las Cofradías centraban su devoción en los misterios de la pasión de Cristo Jesús. Habida cuenta también que la Cofradía del Salvador decidió traer la imagen en procesión precisamente desde la iglesia del Calvario, y que la imagen venía vestida de morado, todo deja entender que la “bajada” conlleva la idea del momento en que los discípulos de Jesús bajaron el cuerpo de Jesús de la cruz que estaba en el Gólgota o calvario, el mismo que, colocado en el sepulcro, resucitó al tercer día. Y como en la explicación del evangelio de la Transfiguración se nos dice que este misterio es anticipo de la resurrección de Jesús, tenemos entonces claro el pensamiento religioso de los que tuvieron e idearon esta procesión, es decir, representar el descenso de Jesús en el sepulcro y su resurrección al tercer día.




Fuente:   www.catedralsansalvador.org




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