San Mateo 9, 9-13
“Misericordia quiero” Dijo Dios.
Mat 9:9 Al marchar Jesús de allí, vio a un hombre sentado al telonio, que se llamaba Mateo, y le dijo: -Sígueme. Él se levantó y le siguió.
Mat 9:10 Ya en la casa, estando a la mesa, vinieron muchos publicanos y pecadores y se sentaron también con Jesús y sus discípulos.
Mat 9:11 Los fariseos, al ver esto, empezaron a decir a sus discípulos: -¿Por qué vuestro maestro come con publicanos y pecadores?
Mat 9:12 Pero él lo oyó y dijo: -No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos.
Mat 9:13 Id y aprended qué sentido tiene: "Misericordia quiero y no sacrificio"; porque no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores.
Mat 9:10 Ya en la casa, estando a la mesa, vinieron muchos publicanos y pecadores y se sentaron también con Jesús y sus discípulos.
Mat 9:11 Los fariseos, al ver esto, empezaron a decir a sus discípulos: -¿Por qué vuestro maestro come con publicanos y pecadores?
Mat 9:12 Pero él lo oyó y dijo: -No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos.
Mat 9:13 Id y aprended qué sentido tiene: "Misericordia quiero y no sacrificio"; porque no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores.
Biblia EUNSA
"Palabra del Señor"
"Gloria a ti Señor Jesús"
Meditación:
“Misericordia quiero” Dijo Dios.
Mujer, tú que tienes el alma más predispuesta a la misericordia que el varón, porque tú comprendes las cosas con este sexto sentido, que Dios te dispuso en el corazón para que tuvieras, a la semejanza de Dios, lo que Él tiene de madre, para que siendo tú esposa y madre, comprendas al esposo y a vuestros hijos, y seas de unión familiar por la misericordia que anida en tu corazón y no regatea sacrificio alguno para la paz del hogar.
¡Bendita tú, mujer y madre ejemplar en el sacrificio de ti misma para dar misericordia al necesitado de afecto y cariño!
Es afortunado el hombre que halla, para sí, una esposa misericordiosa. En ella reposarán todos los de su casa, aún cuando se hayan desviado del camino, y siempre que regresen a la paz del hogar, encontrarán en sus ojos la expresión de la misericordia que Dios depositó en su corazón al crear a la mujer a su imagen y semejanza.
Dios, Jesús, te dice: “ven”, y tú vas, y tu le sigues, porque sabiendo el valor del dinero ves que no compensa esta falta de afecto en que vives hoy, sin amor, sin respeto propio. ¡No eres una máquina de consumo!, no necesitas hacer viajes al exterior, sino enfrentarte a ti misma, a ti mismo, y decirte a las claras, que necesitas afecto, amor sincero, el Amor de todo un Dios, Jesús.
Ve, ve a buscarlo, Dios te da su Amor total a cambio de que aceptes que Él vive en un hábitat espiritual, donde se le amolda toda persona que viva en su Gracia.
Oh, amigo mío, oh, amiga mía, si no eres capaz de decidirte a dejar el pecado y aceptar la vida de la Gracia, no podrás sentir en ti y contigo la compañía constante de Dios Uno y Trino.
¡Renuncia a todo y compra el campo con el Tesoro!
¡Hazlo por ti! Ten misericordia de todos y sacrifícate para ser mejor persona, para no pecar, para poder así fusionarte con Dios.
¡Dios necesita de ti!, sí, de ti, precisamente de ti, y quiere, quiere que tengas misericordia de todos los que te han dañado, de todos los que te dañarán, y que viviendo en su Gracia santificante, halles la paz que aspiras, y por la que haces como San Mateo, que dejó de ser recaudador de impuestos, siguiendo a Jesús, que como a él te llama hoy a ti: “ven”.
Llora, rectifica, pide perdón en confesión; perdona, y deja que Jesús te abrace ¡hasta morir!, en el abrazo de la Santa Comunión, donde todo un Dios de Amor, te Ama. ¿Hay algo más importante en este mundo cruel? No. Sólo Dios basta.
“Ven”. Te dice Jesús, Dios. Ve.
P. Jesús
Fuente: www.evangeliomeditado.com
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