sábado 22 2012

LOS DE LA TIERRA BUENA SON LOS QUE ESCUCHAN LA PALABRA, LA GUARDAN Y DAN FRUTO PERSEVERANDO.


1 Corintios 15, 35-37. 42-49

Hermanos: Alguno preguntará: "¿Y cómo resucitan los muertos? ¿Qué clase de cuerpo traerán?" ¡Necio! Lo que tú siembras no recibe vida si antes no muere. Y, al sembrar, no siembras lo mismo que va a brotar después, sino un simple grano, de trigo, por ejemplo, o de otra planta. Igual pasa en la resurrección de los muertos: se siembra lo corruptible, resucita incorruptible; se siembra lo miserable, resucita glorioso; se siembra lo débil, resucita fuerte; se siembra un cuerpo animal, resucita cuerpo espiritual. Si hay cuerpo animal, lo hay también espiritual. En efecto, así es como dice la Escritura: "El primer hombre, Adán, fue un ser animado."


El último Adán, un espíritu que da vida. No es primero lo espiritual, sino lo animal. Lo espiritual viene después. El primer hombre, hecho de tierra, era terreno; el segundo hombre es del cielo. Pues igual que el terreno, son los hombres terrenos; igual que el celestial son los hombres celestiales. Nosotros, que somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial.





Salmo 55



Que retrocedan mis enemigos cuando te invoco, / y así sabré que eres mi Dios. R.


En Dios, cuya promesa alabo, / en el Señor, cuya promesa alabo, / en Dios confío y no temo; / ¿qué podrá hacerme un hombre? R.


Te debo, Dios mío, los votos que hice, / los cumpliré con acción de gracias; / porque libraste mi alma de la muerte, / mis pies de la caída; / para que camine en presencia de Dios / a la luz de la vida. R.





Lucas 8, 4-15


En aquel tiempo se le juntaba a Jesús mucha gente y, al pasar por los pueblos, otros se iban añadiendo. Entonces les dijo esta parábola: "Salió el sembrador a sembrar su semilla. Al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron, y los pájaros se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, y, al crecer, se secó por falta de humedad. Otro poco cayó entre zarzas, y las zarzas, creciendo al mismo tiempo, lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena, y, al crecer, dio fruto el ciento por uno". Dicho esto, exclamó: "El que tenga oídos para oír, que oiga". Entonces le preguntaron los discípulos: "¿Qué significa esa parábola?" El les respondió: "A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del Reino de Dios; a los demás, sólo en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan.

El sentido de la parábola es éste: La semilla es la palabra de Dios. Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven. Los del terreno pedregoso son los que, al escucharla, reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan. Lo que cayó entre zarzas son los que escuchan, pero con los afanes y riquezas y placeres de la vida se van ahogando y no maduran. Lo de la tierra buena son los que con un corazón noble y generoso escuchan la palabra, la guardan y dan fruto perseverando".




COMENTARIO



1. La Materia no es Contraria al Espíritu



1.1 Mucha gente considera, de modo como espontáneo, que nuestra fe opone la materia y el espíritu. Eso ha sucedido muchas veces y de muchas maneras. Por ejemplo, en tiempos de Santo Domingo, el fundador de la Orden de Predicadores, varios de los grupos heréticos (sectas) de la época se consideraban espirituales porque despreciaban la materia, por ejemplo diciendo que el matrimonio era una cosa esencialmente pecaminosa porque implicaba el uso del cuerpo en la sexualidad.


1.2 La primera lectura de hoy nos ayuda a entender el grave error de quienes piensan de esa manera, que se llama, en términos generales, el "maniqueísmo." Pero no es sólo esta lectura: es TODA la Biblia la que predica que es absurdo considerar mala a la materia. Ya desde el Génesis queda claro que hay un único Creador, Dios Nuestro Señor, que "vio todo lo que había hecho, y era muy bueno." Pero la primera lectura de hoy va más allá: no es sólo nuestro origen sino nuestro destino final el que muestra que el plan de Dios para con la materia es algo grande y sublime: ¡nuestro cuerpo será glorificado!


1.3 En efecto, así como el cuerpo de Cristo, una vez resucitado de entre los muertos ya no muere, así nuestro cuerpo será renovado de una manera que no entendemos pero que sí creemos, porque el testimonio de Dios, que resucitó a su Hijo, no puede ni engañarse ni engañarnos. Esto habla de la enorme dignidad del cuerpo humano, que, frágil y todo como es, vemos que ha sido llamado a un destino eterno y glorioso.


1.4 Una consecuencia importantísima de esta enseñanza es que no hay espacio para hablar de "reencarnación" en la fe cristiana. La reencarnación presupone que mi verdadero yo es completamente separable de mi cuerpo, y eso es sencillamente mentira. Nuestro destino no es pasearnos por esta tierra en distintas vidas sino participar de la vida que no acaba y que ya refulge en el Cuerpo Glorioso de nuestro Amado Señor y Salvador.


2. Una siembra abundante


2.1 El evangelio de hoy nos trae otro tema: la abundante siembra de la Palabra. Es natural y es lo más frecuente que leamos este texto desde el análisis de los terrenos, pero hay otra lectura posible, que algunos estudiosos dicen que corresponde más a la intención primera de Jesús: miremos el poder de la semilla.


2.2 En efecto, este sembrador divino es generoso, como Dios mismo es generoso. Al planeta tierra, único que cobija vida inteligente en este sistema solar, le llega una trillonésima parte de la luz del sol; lo demás aparentemente se desperdicia. Nuestro Dios es un Dios que "desperdicia", pues vemos que desperdicia atardeceres bellísimos que nadie ve, colores preciosos que nadie agradece, paisajes de ensueño que nadie canta. Ese "desperdicio", esa sobreabundancia de donación es como la traducción a nuestro pequeño mundo y a nuestra pequeña mente del misterio de su infinitud, que no conoce límites. Con sus "desperdicios" Dios revela discreta pero eficazmente que es infinito.


2.3 Y ese infinito existe también, y mucho más, en la Palabra y en la gracia. Solemos llamar a la parábola de hoy la parábola del sembrador, pero quizá podríamos llamarla mejor la parábola de la semilla victoriosa. Porque esta es la historia de una semilla que, aunque rechazada, oprimida o secuestrada siempre se sale con la suya y desde la abundancia de su amor todo lo gobierna. Así es Dios.




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