viernes 16 2012

EL DIA QUE SE MANIFIESTE EL HIJO DEL HOMBRE.


2 Juan 4-9


Señora elegida: Me alegré mucho al enterarme de que tus hijos caminan en la verdad, según el mandamiento que el Padre nos dio. Ahora tengo algo que pedirte, señora. No pienses que escribo para mandar algo nuevo, sino sólo para recordaros el mandamiento que tenemos desde el principio, amarnos unos a otros. Y amar significa seguir los mandamientos de Dios. Como oísteis desde el principio, éste es el mandamiento que debe regir vuestra conducta.


Es que han salido en el mundo muchos embusteros, que no reconocen que Jesucristo vino en la carne. El que diga eso es el embustero y el anticristo. Estad en guardia, para que recibáis el pleno salario y no perdáis vuestro trabajo. Todo el que se propasa y no permanece en la doctrina de Cristo no posee a Dios; quien permanece en la doctrina posee al Padre y al Hijo.





Salmo 118



Dichoso el que, con vida intachable, / camina en la voluntad del Señor. R.


Dichoso el que, guardando sus preceptos, / lo busca de todo corazón. R.


Te busco de todo corazón, / no consientas que me desvíe de tus mandamientos. R.


En mi corazón escondo tus consignas, / así no pecaré contra ti. R.


Haz bien a tu siervo: viviré / y cumpliré tus palabras. R.


Ábreme los ojos, y contemplaré / las maravillas de tu voluntad. R.






Lucas 17, 26-37
 
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre: comían, bebían y se casaban, hasta el día que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y acabó con todos. Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: comían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos. Así sucederá el día que se manifieste el Hijo del hombre. Aquel día, si uno está en la azotea y tiene sus cosas en casa, que no baje por ellas; si uno está en el campo, que no vuelva. Acordaos de la mujer de Lot. El que pretenda guardarse su vida, la perderá; y el que la pierda, la recobrará. Os digo esto: aquella noche estarán dos en una cama: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán, estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejaran; estarán dos en el campo: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán".

Ellos le preguntaron: "¿Dónde, Señor?" El contestó: "Donde está el cadáver se reunirán los buitres".




COMENTARIO



1. Amar y Obedecer



1.1 Hoy san Juan nos ofrece una definición de amor: "El amor consiste en comportarse según sus mandamientos" (2 Jn 7). Literalmente: que caminemos según sus mandamientos. Amar no es lo que yo piense que es amor, ni lo que yo sienta o diga sobre el amor. El amor está ligado a la obediencia, como ya habíamos escuchado en el Evangelio: " Si me amáis, guardaréis mis mandamientos" (Jn 14,15).


1.2 ¿Por qué este lenguaje suena tan extraño en nuestros oídos? ¿Por qué nuestro tiempo mira al amor como una experiencia de "libertad" y a la obediencia como una experiencia de "privación de amor"? ¿Por qué pensamos a menudo que cuando amamos no obedecemos y cuando obedecemos no amamos? Tal vez por un terrible malentendido en torno a la voluntad. Nuestro tiempo mira la voluntad como un absoluto que puede ser doblegado desde fuera, cosa que sucede en la "obediencia" pero que sólo tiene sentido cuando se goza en lograr su meta.


1.3 Según este modo de pensar, obediencia significa sometimiento y capitulación, renuncia a la propia meta, traición a la propia ruta. Amor, en cambio, quiere decir satisfacción del deseo, logro del propio objetivo. Es evidentre que, así entendidos, no caben juntos el amar y el obedecer.


2. Las obediencias que sí aceptamos


2.1 Sin embargo, hay obediencias que sí aceptamos. Obedecemos las leyes de tránsito, las prescripciones médicas, las indicaciones de un instructor en el gimnasio. No nos sentimos violentados cuando hacemos algo que el doctor nos ha mandado, ni cuando un agente de policía nos orienta en una ciudad extraña. Y estas son obediencias.


2.2 Podemos decir que obedecemos gustosos cuando sabemos que la obediencia nos hará bien, o dicho de manera más breve: obedecemos cuando nos sentimos amados. Lo duro de obedecer no es obedecer sino obedecer cuando no se siente amor.


2.3 Mas "él nos amó primero" (1 Jn 4,19). Antes de pedir nuestra obediencia nos pidió recibir su amor. Y quien ha conocido la verdad y dulzura de ese amor siente que de esa fuente sólo viene el bien. Es entonces cuando amor y obediencia se abrazan felizmente y cuando también descubrimos que no podemos decir que amamos si no es en el ámbito del amor genuino, el amor verdadero que él nos ha dado. De modo que obedecer no es otra cosa sino permanecer en su amor (cf. Jn 15,9). Por fuera de ese amor el amor no es amor. Obedecer es ser fiel a la lógica y al estilo del amor que merece su nombre, el que Cristo nos dio en la Cruz y nos renueva en el altar eucarístico.




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Lucas 17




1 Dijo a sus discípulos: «Es imposible que no vengan escándalos; pero, ¡ay de aquel por quien vienen!

2 Más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino y sea arrojado al mar, que escandalizar a uno de estos pequeños.
3 Cuidaos de vosotros mismos. «Si tu hermano peca, repréndele; y si se arrepiente, perdónale.
4 Y si peca contra ti siete veces al día, y siete veces se vuelve a ti, diciendo: "Me arrepiento", le perdonarás.»
5 Dijeron los apóstoles al Señor; «Auméntanos la fe.»

6 El Señor dijo: «Si tuvierais fe como un grano de mostaza, habríais dicho a este sicómoro: "Arráncate y plántate en el mar", y os habría obedecido.»

7 «¿Quién de vosotros tiene un siervo arando o pastoreando y, cuando regresa del campo, le dice: "Pasa al momento y ponte a la mesa?"
8 ¿No le dirá más bien: "Prepárame algo para cenar, y cíñete para servirme hasta que haya comido y bebido, y después comerás y beberás tú?"
9 ¿Acaso tiene que agradecer al siervo porque hizo lo que le fue mandado?

10 De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer.»

11 Y sucedió que, de camino a Jerusalén, pasaba por los confines entre Samaría y Galilea,
12 y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia
13 y, levantando la voz, dijeron: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!»
14 Al verlos, les dijo: «Id y presentaos a los sacerdotes.» Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios.

15 Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz;

16 y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano.
17 Tomó la palabra Jesús y dijo: «¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están?
18 ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?»
19 Y le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado.»
20 Habiéndole preguntado los fariseos cuándo llegaría el Reino de Dios, les respondió: «El Reino de Dios viene sin dejarse sentir.

21 Y no dirán: "Vedlo aquí o allá", porque el Reino de Dios ya está entre vosotros.»

22 Dijo a sus discípulos: «Días vendrán en que desearéis ver uno solo de los días del Hijo del hombre, y no lo veréis.
23 Y os dirán: "Vedlo aquí, vedlo allá." No vayáis, ni corráis detrás.
24 Porque, como relámpago fulgurante que brilla de un extremo a otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su Día.
25 Pero, antes, le es preciso padecer mucho y ser reprobado por esta generación.

26 «Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre.

27 Comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca; vino el diluvio y los hizo perecer a todos.
28 Lo mismo, como sucedió en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, construían;
29 pero el día que salió Lot de Sodoma, Dios hizo llover fuego y azufre del cielo y los hizo perecer a todos.
30 Lo mismo sucederá el Día en que el Hijo del hombre se manifieste.

31 «Aquel Día, el que esté en el terrado y tenga sus enseres en casa, no baje a recogerlos; y de igual modo, el que esté en el campo, no se vuelva atrás.

32 Acordaos de la mujer de Lot.
33 Quien intente guardar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará.
34 Yo os lo digo: aquella noche estarán dos en un mismo lecho: uno será tomado y el otro dejado;
35 habrá dos mujeres moliendo juntas: una será tomada y la otra dejada.»
36 Y le dijeron: «¿Dónde, Señor?» El les respondió: «Donde esté el cuerpo, allí también se reunirán los buitres.»



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