Job 19,1.23-27a
Respondió Job a sus amigos: "¡Ojalá se escribieran mis palabras, ojalá se grabaran en cobre, con cincel de hierro y en plomo se escribieran para siempre en la roca! Yo sé que está vivo mi Redentor, y que al final se alzará sobre el polvo: después que me arranquen la piel, ya sin carne, veré a Dios; yo mismo lo veré, y no otro, mis propios ojos lo verán."
Salmo 24
Recuerda, Señor, que tu ternura / y tu misericordia son eternas; / acuérdate de mí con misericordia, / por tu bondad, Señor. R.
Ensancha mi corazón oprimido / y sácame de mis tribulaciones. / Mira mis trabajos y mis penas / y perdona todos mis pecados. R.
Guarda mi vida y líbrame, / no quede yo defraudado de haber acudido a ti. / La inocencia y la rectitud me protegerán, / porque espero en ti. R.
Filipenses 3,20-21
Hermanos: Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo.
Marcos 15,33-39;16,1-6
Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta media tarde. Y, a la media tarde, Jesús clamó con voz potente: "Eloí, Eloí, lamá sabaktaní". (Que significa: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?") Algunos de los presentes, al oírlo, decían: "Mira, está llamando a Elías." Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo: "Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo." Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo: "Realmente este hombre era Hijo de Dios."
[Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras: "¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?" Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. Él les dijo: "No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde lo pusieron."]
COMENTARIO
1. El amor es más fuerte que la muerte
1.1 El misterio central de nuestra fe es la Resurrección de Cristo (cf. 1 Cor 15,14). Esto hemos de tomarlo en serio: el enemigo más grande de nuestros sueños y esperanzas, es decir, la muerte, ha caído ante uno que es más fuerte: Jesucristo.
1.2 La resurrección del Señor es una obra del amor. Levantado del sepulcro, Cristo manifiesta el sentido de toda su vida, que no fue otra cosa sino una continua ofrenda de amor. Es que el freno para amar, lo que nos detiene de amar más y mejor es la muerte. Sentimos que si amamos demasiado perdemos lo nuestro y nos quedamos sin nada. Pero Cristo ha amado hasta quedarse sin nada, porque se ha "vaciado" de sí mismo en la cruz (cf. Flp 2,7). Cristo ha asumido el riesgo terrible de ofrecerse a las fauces de la muerte, fiado solamente de la voluntad del Padre. La resurrección de Cristo es entonces la respuesta de amor del Padre, que así manifiesta el triunfo de un amor que no se mide, un amor que no se limita porque no se detiene ante la muerte.
2. La comunión de los santos
2.1 Nosotros hemos nacido de ese amor invencible, pues de nosotros fue escrito: "no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios" (Jn 1,13). El que nos une y nos reúne no es otro que el Espíritu Santo, el Espíritu que resucito a Jesús de entre los muertos. Este es el misterio que llamamos la "comunión de los santos": somos uno en Él, gracias al mismo amor que hizo posible el portento de la Encarnación y el milagro sublime de la Resurrección.
2.2 No cabe pensar entonces que ese amor, que ya venció una vez y para siempre a la muerte, ahora sea inferior a la muerte. El amor que nos hace "uno" en Jesús es el mismo amor que resucitó a Jesús, y por eso estamos ciertos que la Iglesia que peregrina en esta tierra está indisolublemente unida a la Iglesia que ha pasado ya por el umbral de la muerte.
2.3 Semejante lenguaje no podía decirse antes de la resurrección del Señor, y por ello, antes de la predicación de este misterio de misterios, toda invocación de difuntos o toda idea de una comunicación entre los difuntos y nosotros tenía que ser prohibida como espiritismo, según ordena severamente el Antiguo Testamento: "No sea hallado en ti ... quien practique adivinación, ni hechicería, o sea agorero, o hechicero, o encantador, o médium, o espiritista, ni quien consulte a los muertos" (Dt 18,10-11). Esta prohibición era razonable porque el contacto con los difuntos sólo podía tener un objetivo: el intento de asegurar algunos bienes (suerte, dinero, éxitos...) para esta vida. Pero nosotros no miramos así a nuestros difuntos, pues es la luz de la victoria del Resucitado quien nos lleva a considerar el alto destino al que han sido llamados ellos lo mismo que nosotros.
3. Un inmenso acto de amor
3.1 Nuestras oraciones por los fieles difuntos llevan por consiguiente un doble sello: caridad hacia ellos y certeza de la victoria de Cristo. Les amamos, pero no con un amor nostálgico, prisionero de la fantasía o el recuerdo, sino con el amor eficacísimo propio de la victoria del Señor.
3.2 Y por eso desde antiguo la Iglesia ha considerado que es acto precioso de misericordia orar por los difuntos de quienes podemos pensar que necesitan de este sufragio, no para reemplazar la fe, si no la tuvieron, sino para limpiar con la potencia de nuestro amor, fundado en Cristo, cualquier imperfección que pueda impedirles gozar de la visión de Dios.
3.3 Y ofrecemos este acto de amor uniéndonos al amor más grande, es decir, al amor de Cristo en la Eucaristía. Allí precisamente donde se renueva la ofrenda viva de Cristo, allí fundamos nuestro amor y nuestra esperanza mientras rogamos por nuestros hermanos difuntos.
www.fraynelson.com
SAN MARCOS, CAPÍTULO
15
Jesús ante Pilato
Mateo 27, 1-2.11-14 / Lucas 23, 1-7 / Juan 18, 28-40
15:1 En cuanto amaneció, los sumos sacerdotes se reunieron en Consejo con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín. Y después de atar a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato.
15:2 Este lo interrogó: "¿Tú eres el rey de los judíos?" Jesús le respondió: "Tú lo dices". Mateo 27, 11-14
15:3 Los sumos sacerdotes multiplicaban las acusaciones contra él.
15:4 Pilato lo interrogó nuevamente: "¿No respondes nada? ¡Mira de todo lo que te acusan!"
15:5 Pero Jesús ya no respondió a nada más, y esto dejó muy admirado a Pilato.
Jesús y Barrabás
Mateo 27, 15-26 / Lucas 23, 18-25 / Juan 18, 39-40
15:6 En cada Fiesta, Pilato ponía en libertad a un preso, a elección del pueblo.
15:7 Había en la cárcel uno llamado Barrabás, arrestado con otros revoltosos que habían cometido un homicidio durante la sedición.
15:8 La multitud subió y comenzó a pedir el indulto acostumbrado.
15:9 Pilato les dijo: "¿Quieren que les ponga en libertad al rey de los judíos?"
15:10 Él sabía, en efecto, que los sumos sacerdotes lo habían entregado por envidia.
15:11 Pero los sumos sacerdotes incitaron a la multitud a pedir la libertad de Barrabás.
15:12 Pilato continuó diciendo: "¿Qué quieren que haga, entonces, con el que ustedes llaman rey de los judíos?"
15:13 Ellos gritaron de nuevo: "¡Crucifícalo!"
15:14 Pilato les dijo: "¿Qué mal ha hecho?". Pero ellos gritaban cada vez más fuerte: "¡Crucifícalo!"
15:15 Pilato, para contentar a la multitud, les puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.
La coronación de espinas
Mateo 27, 27-31 / Juan 19, 2-3
15:16 Los soldados lo llevaron dentro del palacio, al pretorio, y convocaron a toda la guardia.
15:17 Lo vistieron con un manto de púrpura, hicieron una corona de espinas y se la colocaron.
15:18 Y comenzaron a saludarlo: "¡Salud, rey de los judíos!"
15:19 Y le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, doblando la rodilla, le rendían homenaje.
15:20 Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto de púrpura y le pusieron de nuevo sus vestiduras. Luego lo hicieron salir para crucificarlo.
El camino hacia el Calvario
Mateo 27, 32-38 / Lucas 23, 26-33a / Juan 19, 17-22
15:21 Como pasaba por allí Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, Romanos 16, 13 que regresaba del campo, lo obligaron a llevar la cruz de Jesús.
15:22 Y condujeron a Jesús a un lugar llamado Gólgota, que significa: "lugar del Cráneo".
La crucifixión de Jesús
Mateo 27, 32-38 / Lucas 23, 33-34 / Juan 19, 17-22
15:23 Le ofrecieron vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó.
15:24 Después lo crucificaron. Los soldados se repartieron sus vestiduras, sorteándolas Salmo 22, 19 Mateo 27, 35 Lucas 23, 34 Juan 19, 24 para ver qué le tocaba a cada uno.
15:25 Ya mediaba la mañana cuando lo crucificaron.
15:26 La inscripción que indicaba la causa de su condena decía: "El rey de los judíos".
15:27 Con él crucificaron a dos bandidos, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Isaías 53, 12 Mateo 27, 38 Lucas 22, 37
Injurias a Jesús crucificado
Mateo 27, 39-44 / Lucas 23, 35-38
15:29 Los que pasaban lo insultaban, movían la cabeza Salmo 22, 8 Salmo 109, 25 Mateo 27, 39 Lucas 23, 35 y decían: "¡Eh, tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, Mateo 26, 61 Mateo 27, 40 Marcos 14, 58 Juan 2, 19
15:30 sálvate a ti mismo y baja de la cruz!"
15:31 De la misma manera, los sumos sacerdotes y los escribas se burlaban y decían entre sí: "¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo!
15:32 Es el Mesías, el rey de Israel, ¡que baje ahora de la cruz, para que veamos y creamos!" También lo insultaban los que habían sido crucificados con él.
La muerte de Jesús
Mateo 27, 45-54 / Lucas 23, 44-49 / Juan 19, 28-30
15:33 Al mediodía, se oscureció toda la tierra hasta las tres de la tarde;
15:34 y a esa hora, Jesús exclamó en alta voz: "Eloi, Eloi, lamá sabactani", que significa: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" Salmo 22, 2 Mateo 27, 46
15:35 Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron: "Está llamando a Elías".
15:36 Uno corrió a mojar una esponja en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña, le dio de beber, Salmo 69, 22 Mateo 27, 48 Lucas 23, 36 Juan 19, 28-29 diciendo: "Vamos a ver si Elías viene a bajarlo".
15:37 Entonces Jesús, dando un gran grito, expiró.
15:38 El velo Éxodo 26, 31-33 2 Crónicas 3, 14 Mateo 27, 51 del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
15:39 Al verlo expirar así, el centurión que estaba frente a él, exclamó: "¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!"
Las mujeres que siguieron a Jesús
Mateo 27, 55-56 / Lucas 23, 49 / Juan 19, 25
15:40 Había también allí algunas mujeres que miraban de lejos. Entre ellas estaban María Magdalena, María, la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé,
15:41 que seguían a Jesús y lo habían servido Mateo 27, 55-56 Lucas 8, 2-3 Lucas 23, 49 Juan 19, 25 cuando estaba en Galilea; y muchas otras que habían subido con él a Jerusalén.
La sepultura de Jesús
Mateo 27, 57-66 / Lucas 23, 50-56 / Juan 19, 38-42
15:42 Era día de Preparación, es decir, víspera de sábado. Por eso, al atardecer,
15:43 José de Arimatea —miembro notable del Sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios— tuvo la audacia de presentarse ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús.
15:44 Pilato se asombró de que ya hubiera muerto; hizo llamar al centurión y le preguntó si hacía mucho que había muerto.
15:45 Informado por el centurión, entregó el cadáver a José.
15:46 Este compró una sábana, bajó el cuerpo de Jesús, lo envolvió en ella y lo depositó en un sepulcro cavado en la roca. Después, hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro.
15:47 María Magdalena y María, la madre de José, miraban dónde lo habían puesto.
www.vicariadepastoral.org.mx
Respondió Job a sus amigos: "¡Ojalá se escribieran mis palabras, ojalá se grabaran en cobre, con cincel de hierro y en plomo se escribieran para siempre en la roca! Yo sé que está vivo mi Redentor, y que al final se alzará sobre el polvo: después que me arranquen la piel, ya sin carne, veré a Dios; yo mismo lo veré, y no otro, mis propios ojos lo verán."
Salmo 24
Recuerda, Señor, que tu ternura / y tu misericordia son eternas; / acuérdate de mí con misericordia, / por tu bondad, Señor. R.
Ensancha mi corazón oprimido / y sácame de mis tribulaciones. / Mira mis trabajos y mis penas / y perdona todos mis pecados. R.
Guarda mi vida y líbrame, / no quede yo defraudado de haber acudido a ti. / La inocencia y la rectitud me protegerán, / porque espero en ti. R.
Filipenses 3,20-21
Hermanos: Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo.
Marcos 15,33-39;16,1-6
Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta media tarde. Y, a la media tarde, Jesús clamó con voz potente: "Eloí, Eloí, lamá sabaktaní". (Que significa: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?") Algunos de los presentes, al oírlo, decían: "Mira, está llamando a Elías." Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo: "Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo." Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo: "Realmente este hombre era Hijo de Dios."
[Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras: "¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?" Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. Él les dijo: "No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde lo pusieron."]
COMENTARIO
1. El amor es más fuerte que la muerte
1.1 El misterio central de nuestra fe es la Resurrección de Cristo (cf. 1 Cor 15,14). Esto hemos de tomarlo en serio: el enemigo más grande de nuestros sueños y esperanzas, es decir, la muerte, ha caído ante uno que es más fuerte: Jesucristo.
1.2 La resurrección del Señor es una obra del amor. Levantado del sepulcro, Cristo manifiesta el sentido de toda su vida, que no fue otra cosa sino una continua ofrenda de amor. Es que el freno para amar, lo que nos detiene de amar más y mejor es la muerte. Sentimos que si amamos demasiado perdemos lo nuestro y nos quedamos sin nada. Pero Cristo ha amado hasta quedarse sin nada, porque se ha "vaciado" de sí mismo en la cruz (cf. Flp 2,7). Cristo ha asumido el riesgo terrible de ofrecerse a las fauces de la muerte, fiado solamente de la voluntad del Padre. La resurrección de Cristo es entonces la respuesta de amor del Padre, que así manifiesta el triunfo de un amor que no se mide, un amor que no se limita porque no se detiene ante la muerte.
2. La comunión de los santos
2.1 Nosotros hemos nacido de ese amor invencible, pues de nosotros fue escrito: "no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios" (Jn 1,13). El que nos une y nos reúne no es otro que el Espíritu Santo, el Espíritu que resucito a Jesús de entre los muertos. Este es el misterio que llamamos la "comunión de los santos": somos uno en Él, gracias al mismo amor que hizo posible el portento de la Encarnación y el milagro sublime de la Resurrección.
2.2 No cabe pensar entonces que ese amor, que ya venció una vez y para siempre a la muerte, ahora sea inferior a la muerte. El amor que nos hace "uno" en Jesús es el mismo amor que resucitó a Jesús, y por eso estamos ciertos que la Iglesia que peregrina en esta tierra está indisolublemente unida a la Iglesia que ha pasado ya por el umbral de la muerte.
2.3 Semejante lenguaje no podía decirse antes de la resurrección del Señor, y por ello, antes de la predicación de este misterio de misterios, toda invocación de difuntos o toda idea de una comunicación entre los difuntos y nosotros tenía que ser prohibida como espiritismo, según ordena severamente el Antiguo Testamento: "No sea hallado en ti ... quien practique adivinación, ni hechicería, o sea agorero, o hechicero, o encantador, o médium, o espiritista, ni quien consulte a los muertos" (Dt 18,10-11). Esta prohibición era razonable porque el contacto con los difuntos sólo podía tener un objetivo: el intento de asegurar algunos bienes (suerte, dinero, éxitos...) para esta vida. Pero nosotros no miramos así a nuestros difuntos, pues es la luz de la victoria del Resucitado quien nos lleva a considerar el alto destino al que han sido llamados ellos lo mismo que nosotros.
3. Un inmenso acto de amor
3.1 Nuestras oraciones por los fieles difuntos llevan por consiguiente un doble sello: caridad hacia ellos y certeza de la victoria de Cristo. Les amamos, pero no con un amor nostálgico, prisionero de la fantasía o el recuerdo, sino con el amor eficacísimo propio de la victoria del Señor.
3.2 Y por eso desde antiguo la Iglesia ha considerado que es acto precioso de misericordia orar por los difuntos de quienes podemos pensar que necesitan de este sufragio, no para reemplazar la fe, si no la tuvieron, sino para limpiar con la potencia de nuestro amor, fundado en Cristo, cualquier imperfección que pueda impedirles gozar de la visión de Dios.
3.3 Y ofrecemos este acto de amor uniéndonos al amor más grande, es decir, al amor de Cristo en la Eucaristía. Allí precisamente donde se renueva la ofrenda viva de Cristo, allí fundamos nuestro amor y nuestra esperanza mientras rogamos por nuestros hermanos difuntos.
www.fraynelson.com
SAN MARCOS, CAPÍTULO
15
Jesús ante Pilato
Mateo 27, 1-2.11-14 / Lucas 23, 1-7 / Juan 18, 28-40
15:1 En cuanto amaneció, los sumos sacerdotes se reunieron en Consejo con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín. Y después de atar a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato.
15:2 Este lo interrogó: "¿Tú eres el rey de los judíos?" Jesús le respondió: "Tú lo dices". Mateo 27, 11-14
15:3 Los sumos sacerdotes multiplicaban las acusaciones contra él.
15:4 Pilato lo interrogó nuevamente: "¿No respondes nada? ¡Mira de todo lo que te acusan!"
15:5 Pero Jesús ya no respondió a nada más, y esto dejó muy admirado a Pilato.
Jesús y Barrabás
Mateo 27, 15-26 / Lucas 23, 18-25 / Juan 18, 39-40
15:6 En cada Fiesta, Pilato ponía en libertad a un preso, a elección del pueblo.
15:7 Había en la cárcel uno llamado Barrabás, arrestado con otros revoltosos que habían cometido un homicidio durante la sedición.
15:8 La multitud subió y comenzó a pedir el indulto acostumbrado.
15:9 Pilato les dijo: "¿Quieren que les ponga en libertad al rey de los judíos?"
15:10 Él sabía, en efecto, que los sumos sacerdotes lo habían entregado por envidia.
15:11 Pero los sumos sacerdotes incitaron a la multitud a pedir la libertad de Barrabás.
15:12 Pilato continuó diciendo: "¿Qué quieren que haga, entonces, con el que ustedes llaman rey de los judíos?"
15:13 Ellos gritaron de nuevo: "¡Crucifícalo!"
15:14 Pilato les dijo: "¿Qué mal ha hecho?". Pero ellos gritaban cada vez más fuerte: "¡Crucifícalo!"
15:15 Pilato, para contentar a la multitud, les puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.
La coronación de espinas
Mateo 27, 27-31 / Juan 19, 2-3
15:16 Los soldados lo llevaron dentro del palacio, al pretorio, y convocaron a toda la guardia.
15:17 Lo vistieron con un manto de púrpura, hicieron una corona de espinas y se la colocaron.
15:18 Y comenzaron a saludarlo: "¡Salud, rey de los judíos!"
15:19 Y le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, doblando la rodilla, le rendían homenaje.
15:20 Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto de púrpura y le pusieron de nuevo sus vestiduras. Luego lo hicieron salir para crucificarlo.
El camino hacia el Calvario
Mateo 27, 32-38 / Lucas 23, 26-33a / Juan 19, 17-22
15:21 Como pasaba por allí Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, Romanos 16, 13 que regresaba del campo, lo obligaron a llevar la cruz de Jesús.
15:22 Y condujeron a Jesús a un lugar llamado Gólgota, que significa: "lugar del Cráneo".
La crucifixión de Jesús
Mateo 27, 32-38 / Lucas 23, 33-34 / Juan 19, 17-22
15:23 Le ofrecieron vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó.
15:24 Después lo crucificaron. Los soldados se repartieron sus vestiduras, sorteándolas Salmo 22, 19 Mateo 27, 35 Lucas 23, 34 Juan 19, 24 para ver qué le tocaba a cada uno.
15:25 Ya mediaba la mañana cuando lo crucificaron.
15:26 La inscripción que indicaba la causa de su condena decía: "El rey de los judíos".
15:27 Con él crucificaron a dos bandidos, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Isaías 53, 12 Mateo 27, 38 Lucas 22, 37
Injurias a Jesús crucificado
Mateo 27, 39-44 / Lucas 23, 35-38
15:29 Los que pasaban lo insultaban, movían la cabeza Salmo 22, 8 Salmo 109, 25 Mateo 27, 39 Lucas 23, 35 y decían: "¡Eh, tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, Mateo 26, 61 Mateo 27, 40 Marcos 14, 58 Juan 2, 19
15:30 sálvate a ti mismo y baja de la cruz!"
15:31 De la misma manera, los sumos sacerdotes y los escribas se burlaban y decían entre sí: "¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo!
15:32 Es el Mesías, el rey de Israel, ¡que baje ahora de la cruz, para que veamos y creamos!" También lo insultaban los que habían sido crucificados con él.
La muerte de Jesús
Mateo 27, 45-54 / Lucas 23, 44-49 / Juan 19, 28-30
15:33 Al mediodía, se oscureció toda la tierra hasta las tres de la tarde;
15:34 y a esa hora, Jesús exclamó en alta voz: "Eloi, Eloi, lamá sabactani", que significa: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" Salmo 22, 2 Mateo 27, 46
15:35 Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron: "Está llamando a Elías".
15:36 Uno corrió a mojar una esponja en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña, le dio de beber, Salmo 69, 22 Mateo 27, 48 Lucas 23, 36 Juan 19, 28-29 diciendo: "Vamos a ver si Elías viene a bajarlo".
15:37 Entonces Jesús, dando un gran grito, expiró.
15:38 El velo Éxodo 26, 31-33 2 Crónicas 3, 14 Mateo 27, 51 del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
15:39 Al verlo expirar así, el centurión que estaba frente a él, exclamó: "¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!"
Las mujeres que siguieron a Jesús
Mateo 27, 55-56 / Lucas 23, 49 / Juan 19, 25
15:40 Había también allí algunas mujeres que miraban de lejos. Entre ellas estaban María Magdalena, María, la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé,
15:41 que seguían a Jesús y lo habían servido Mateo 27, 55-56 Lucas 8, 2-3 Lucas 23, 49 Juan 19, 25 cuando estaba en Galilea; y muchas otras que habían subido con él a Jerusalén.
La sepultura de Jesús
Mateo 27, 57-66 / Lucas 23, 50-56 / Juan 19, 38-42
15:42 Era día de Preparación, es decir, víspera de sábado. Por eso, al atardecer,
15:43 José de Arimatea —miembro notable del Sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios— tuvo la audacia de presentarse ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús.
15:44 Pilato se asombró de que ya hubiera muerto; hizo llamar al centurión y le preguntó si hacía mucho que había muerto.
15:45 Informado por el centurión, entregó el cadáver a José.
15:46 Este compró una sábana, bajó el cuerpo de Jesús, lo envolvió en ella y lo depositó en un sepulcro cavado en la roca. Después, hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro.
15:47 María Magdalena y María, la madre de José, miraban dónde lo habían puesto.
www.vicariadepastoral.org.mx
No hay comentarios :
Publicar un comentario