viernes 11 2013

EN SEGUIDA LE DEJÓ LA LEPRA

1 Juan 5,5-13
 
Queridos hermanos: ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Éste es el que vino con agua y con sangre: Jesucristo. No sólo con agua, sino con agua y con sangre; y el Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad. Porque tres son los testigos: el Espíritu, el agua y la sangre, y los tres están de acuerdo.

Si aceptamos el testimonio humano, más fuerza tiene el testimonio de Dios. Éste es el testimonio de Dios, un testimonio acerca de su Hijo. El que cree en el Hijo de Dios tiene dentro el testimonio. Quien no cree a Dios le hace mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. Y éste es el testimonio: Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo. Quien tiene al Hijo tiene la vida, quien no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. Os he escrito estas cosas a los que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que os deis cuenta de que tenéis vida eterna.




Salmo 147
 
Glorifica al Señor, Jerusalén; / alaba a tu Dios, Sión: / que ha reforzado los cerrojos de tus puertas, / y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. R.

Ha puesto paz en tus fronteras, / te sacia con flor de harina. / Él envía su mensaje a la tierra, / y su palabra corre veloz. R.

Anuncia su palabra a Jacob, / sus decretos y mandatos a Israel; / con ninguna nación obró así, / ni les dio a conocer sus mandatos. R.





Lucas 5,12-16





Una vez, estando Jesús en un pueblo, se presentó un hombre lleno de lepra; al ver a Jesús cayó rostro a tierra y le suplicó: "Señor, si quieres puedes limpiarme." Y Jesús extendió la mano y lo tocó diciendo: "Quiero, queda limpio." Y en seguida le dejó la lepra. Jesús le recomendó que no lo dijera a nadie, y añadió: "Ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés para que les conste."

Se hablaba de él cada vez más, y acudía mucha gente a oírle y a que los curara de sus enfermedades. Pero él solía retirarse a despoblado para orar.




COMENTARIOS


1. No sólo con agua


1.1 El cuarto evangelio favorece la opinión de que Juan, antes de ser discípulo de Jesús, fue discípulo de Juan el Bautista (cf. Jn 1,40). Si este es el caso, entonces Juan, el evangelista, conoció de cerca el ministerio de Juan, el bautista. Supo bien qué podía esperarse de aquella agua que se derramaba profusamente sobre los israelitas arrepentidos gracias al ministerio del gran asceta y profeta del desierto.

1.2 En el ministerio de Jesús hay más que esa agua. Vino Cristo " no sólo con agua, sino con agua y con sangre" (1 Jn 5,6). Hay un gran testimonio que nos mueve a acoger el mensaje y el ministerio de Cristo: un testimonio triple: agua, Sangre y Espíritu (cf. 1 Jn 5,8).

1.3 ¿Qué añade la Sangre?, podemos preguntarnos, sobre todo si tenemos en cuenta que también el Bautista rubricó con el martirio su ministerio admirable. Tengamos en cuenta, para buscar una respuesta, que toda esta primera carta de Juan ha sido un gran himno al misterio de la carne de Jesucristo, en cuanto verdad palpable de su presencia entre nosotros, y en cuanto fuente y medio de toda revelación.

1.4 La sangre es la expresión definitiva de la ofrenda de la propia carne, porque la carne que entrega su sangre entrega su vida. Cada sangre revela la verdad de cada carne. La Sangre de Cristo es la expresión del misterio que trae su carne. En su Sangre entendemos por qué ha venido en nuestra carne: para dar su vida por nosotros. De este modo, la Sangre da testimonio.

2. El Puro nos Purifica

2.1 La Ley Mosaica prohibía la leproso tener contacto con sus congéneres; debía vivir solo, fuera del campamento (Lev 13,46). No podía acercarse porque podía contagiar su impureza y sus ropas o cosas debían estar separadas, como él, de toda influencia o trato con los demás. El papel de los sacerdotes frente a esta espantosa enfermedad era simplemente el de declarar que sí había lepra o declarar que se había curado la lepra (Lev 14,2-7).

2.2 La Ley, pues, conocía que el mal puede extenderse; la impureza puede avanzar. No contemplaba, en cambio, el caso que nos presenta el evangelio de hoy, como hermosa epifanía del poder de Cristo: hoy estamos frente a un caso de pureza contagiosa. El amor de Cristo ha causado que su propia salud se extienda al que estaba infectado y que su pureza se transmita al que estaba aislado por la impureza de su enfermedad.

1.3 Y en ese espíritu hemos de leer este evangelio como eco de la solemnidad de la epifanía: hoy hemos visto que la salud de Cristo es más fuerte que la enfermedad del mundo, así como su luz es más fuerte que nuestras tinieblas.



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SAN LUCAS,  CAPÍTULO 5



La pesca milagrosa
Mateo 4, 18-22 / Marcos 1, 16-20


5:1 En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús Mateo 13, 1-3 Marcos 3, 7-10 Marcos 4, 1 para escuchar la Palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret.
5:2 Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes.
5:3 Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después se sentó, Mateo 13, 1-3 Marcos 3, 7-10 Marcos 4, 1 y enseñaba a la multitud desde la barca.
5:4 Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: "Navega mar adentro, y echen las redes".
5:5 Simón le respondió: "Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, Juan 21, 3 pero si tú lo dices, echaré las redes".
5:6 Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, Juan 21, 6 que las redes estaban a punto de romperse.
5:7 Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían.
5:8 Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: "Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador".
5:9 El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido;
5:10 y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: "No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres".
5:11 Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron.

Curación de un leproso
Mateo 8, 2-4 / Marcos 1, 40-45

5:12 Mientras Jesús estaba en una ciudad, se presentó un hombre cubierto de lepra. Al ver a Jesús, se postró ante él y le rogó: "Señor, si quieres, puedes purificarme".
5:13 Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado". Y al instante la lepra desapareció.
5:14 Él le ordenó que no se lo dijera a nadie, pero añadió: "Ve a presentarte al sacerdote, y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, Levítico 14, 1-32 Mateo 8, 4 Marcos 1, 44 para que les sirva de testimonio".
5:15 Su fama se extendía cada vez más y acudían grandes multitudes para escucharlo y hacerse curar de sus enfermedades.
5:16 Pero él se retiraba a lugares desiertos para orar.

Curación de un paralítico
Mateo 9, 1-8 / Marcos 2, 1-12

5:17 Un día, mientras Jesús enseñaba, había entre los presentes algunos fariseos y doctores de la Ley, llegados de todas las regiones de Galilea, de Judea y de Jerusalén. La fuerza del Señor le daba poder para curar.
5:18 Llegaron entonces unas personas transportando a un paralítico sobre una camilla y buscaban el modo de entrar, para llevarlo ante Jesús.
5:19 Como no sabían por dónde introducirlo a causa de la multitud, subieron a la terraza y, separando las tejas, lo bajaron con su camilla en medio de la concurrencia y lo pusieron delante de Jesús.
5:20 Al ver la fe de ellos, Jesús le dijo: "Hombre, tus pecados te son perdonados".
5:21 Los escribas y los fariseos comenzaron a preguntarse: "¿Quién es este que blasfema? ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?"
5:22 Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo: "¿Qué es lo que están pensando?
5:23 ¿Qué es más fácil decir: "Tus pecados están perdonados", o "Levántate y camina"?
5:24 Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados —dijo al paralítico— yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vuelve a tu casa".
5:25 Inmediatamente se levantó a la vista de todos, tomó su camilla y se fue a su casa alabando a Dios.
5:26 Todos quedaron llenos de asombro y glorificaban a Dios, diciendo con gran temor: "Hoy hemos visto cosas maravillosas".

El llamado de Leví
Mateo 9, 9 / Marcos 2, 13-14

5:27 Después Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, que estaba sentado junto a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme".
5:28 Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.

La actitud de Jesús hacia los pecadores
Mateo 9, 10-13 / Marcos 2, 15-17

5:29 Leví ofreció a Jesús un gran banquete en su casa. Había numerosos publicanos y otras personas que estaban a la mesa con ellos.
5:30 Los fariseos y sus escribas murmuraban y decían a los discípulos de Jesús: "¿Por qué ustedes comen y beben con publicanos y pecadores?" Mateo 9, 11 Lucas 15, 1-2
5:31 Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos.
5:32 Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan".

Discusión sobre el ayuno
Mateo 9, 14-17 / Marcos 2, 18-22

5:33 Luego le dijeron: "Los discípulos de Juan ayunan frecuentemente y hacen oración, lo mismo que los discípulos de los fariseos; en cambio, los tuyos comen y beben".
5:34 Jesús les contestó: "¿Ustedes pretenden hacer ayunar a los amigos del esposo mientras él está con ellos?
5:35 Llegará el momento en que el esposo les será quitado; entonces tendrán que ayunar".
5:36 Les hizo además esta comparación: "Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo para remendar uno viejo, porque se romperá el nuevo, y el pedazo sacado a este no quedará bien en el vestido viejo.
5:37 Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres; entonces el vino se derramará y los odres ya no servirán más.
5:38 ¡A vino nuevo, odres nuevos!
5:39 Nadie, después de haber gustado el vino viejo, quiere vino nuevo, porque dice: El añejo es mejor".



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