viernes 25 2013

ID AL MUNDO ENTERO Y PROCLAMAD EL EVANGELIO

Hechos 22,3-16
 
En aquellos días, dijo Pablo al pueblo: "Yo soy judío, nací en Tarso de Cilicia, pero me crié en esta ciudad; fui alumno de Gamaliel y aprendí hasta el último detalle de la ley de nuestros padres; he servido a Dios con tanto fervor como vosotros mostráis ahora. Yo perseguí a muerte este nuevo camino, metiendo en la cárcel, encadenados, a hombres y mujeres; y son testigos de esto el mismo sumo sacerdote y todos los ancianos. Ellos me dieron cartas para los hermanos de Damasco, y fui allí para traerme presos a Jerusalén a los que encontrase, para que los castigaran. Pero en el viaje, cerca ya de Damasco, hacia mediodía, de repente una gran luz del cielo me envolvió con su resplandor, caí por tierra y oí una voz que me decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" Yo pregunté: "¿Quién eres, Señor?" Me respondió: "Yo soy Jesús Nazareno, a quien tú persigues." Mis compañeros vieron el resplandor, pero no comprendieron lo que decía la voz. Yo pregunté: "¿Qué debo hacer, Señor?" El Señor me respondió: "Levántate, sigue hasta Damasco, y allí te dirán lo que tienes que hacer." Como yo no veía, cegado por el resplandor de aquella luz, mis compañeros me llevaron de la mano a Damasco.

Un cierto Ananías, devoto de la Ley, recomendado por todos los judíos de la ciudad, vino a verme, se puso a mi lado y me dijo: "Saulo, hermano, recobra la vista." Inmediatamente recobré la vista y lo vi. Él me dijo: "El Dios de nuestros padres te ha elegido para que conozcas su voluntad, para que vieras al Justo y oyeras su voz, porque vas a ser su testigo ante todos los hombres, de lo que has visto y oído. Ahora, no pierdas tiempo; levántate, recibe el bautismo que, por la invocación de su nombre, lavará tus pecados.""





Salmo 116 
 
Alabad al Señor, todas las naciones, / aclamadlo, todos los pueblos. R.

Firme es su misericordia con nosotros, / su fidelidad dura por siempre. R.





Marcos 16,15-18

 




En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: "Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos."



COMENTARIO


1. "Yo soy judío"
 

1.1 Lo primero que afirma Pablo al narrar su experiencia en Damasco es: "yo soy judío". Su drama interior, antes y después de Damasco, está resumido en esa expresión, y conviene entender por qué.

1.2 No imaginemos la conversión de Pablo con un cambio moral, al modo de aquellos hombres que dicen: "yo antes era alcohólico y mujeriego, pero encontré a Jesús, y ahora soy sobrio y no tengo ojos sino para mi esposa". No fue así ni parecido en el caso de la conversión que hoy celebramos con toda la Iglesia. Pablo no se convirtió de los vicios a una vida sana. He aquí su relato: "aprendí hasta el último detalle de la ley de nuestros padres; he servido a Dios con tanto fervor como ustedes muestran ahora" (Hch 22,3). No son las palabras de un vicioso, sino de un hombre altamente piadoso que vivió con singular ardor su convicción religiosa.

1.3 Y no nos cabe duda de cuál era su convicción religiosa: "yo soy judío" (Hch 22,3). Por convencimiento de judío persiguió a los seguidores de Jesucristo. Pensaba él, en esa época, que el cristianismo desfiguraba el sentido de las promesas, destruía las instituciones, quitaba valor a la Ley, traicionaba a Dios. Estaba equivocado pero, en medio de su ignorancia, obraba con plena convicción y con un deseo inaudito de coherencia.

1.4 Sobre esto nos escribe él mismo en su Primera Carta a Timoteo: "Doy gracias a Cristo Jesús nuestro Señor, que me ha fortalecido, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio; aun habiendo sido yo antes blasfemo, perseguidor y agresor. Sin embargo, se me mostró misericordia porque lo hice por ignorancia en mi incredulidad" (1 Tim 1,12-13). Se arrepiente de sus blasfemias, y de haber lastimado con odio al Cuerpo de Cristo, pero reconoce con honestidad la causa de este comportamiento perverso: "lo hice por ignorancia".

1.5 En resumen: Pablo quería, como lo más precioso de su vida, a su religión judía. Cuando pensaba que esta fe quedaba destruida por una "secta", el cristianismo naciente, trató de purificar de ese supuesto mal a su pueblo; pero Dios lo llenó de luz y descubrió que Jesucristo no era la gran traición sino la gran respuesta a las antiguas promesas. Entonces orientó toda su energía a mostrar que la fe judía alcanza su plenitud en Jesús, así los mismos judíos le hicieran sufrir lo indecible tanto en su cuerpo como en su alma. Por eso decimos que esa expresión del comienzo de la primera lectura de hoy, "yo soy judío" resume bien la búsqueda y el horizonte fascinante de la vida del apóstol más conocido: san Pablo.

2. Un perseguidor perseguido

2.1 Pablo perseguía a los seguidores de Cristo y Cristo le dice: "Yo soy Jesús Nazareno, a quien tú persigues" (Hch 22,8). De aquí aprendemos o repasamos dos cosas. Primero: lo que se hace a uno de los humildes hermanos de Cristo, a Cristo mismo se le hace (cf. Mt 25,40.45). Segundo: nadie persigue a Cristo sin que Cristo le persiga.

2.2 En efecto, comenta Pablo en su Carta a los Filipenses: "sigo adelante, a fin de poder alcanzar aquello para lo cual también fui alcanzado por Cristo Jesús" (Flp 3,12). Es posible que hubiera odio, soberbia o vanidad en la manera como Pablo perseguía a Jesús; de lo que si estamos seguros es de cuánto amor, cuánta paciencia y cuánta mansedumbre abundaron en el modo como Jesús persiguió y conquistó a Pablo.

2.3 Ahora bien, Jesús está en sus seguidores y no se puede perseguirlos sin perseguirlo a él. Mas también está en ellos para guiar. Son uno con él en el padecer, pero también en el reinar (cf. Rom 8,17). Y por eso el Señor no da todas las instrucciones sino que envía a Pablo a que sea discípulo de los mismos a los que iba a encadenar y a que aprenda de aquellos a quienes hasta ahora ha despreciado. ¿No es magnífica la pedagogía de Dios?

3. "Vas a ser testigo"

3.1 Ananías esclarece no sólo los ojos del cuerpo sino sobre todo los de la mente de Pablo: el sentido de aquel resplandor, de camino a Damasco, es colmar de luz a este hombre que así es ya un testigo de la luz. Y por eso le dice: "vas a ser testigo" (Hch 22,15): porque has visto, harás ver; porque has oído, vas a hablar.

3.2 Ananías invita al converso a darse prisa. Lo mejor que se le puede decir a un alma de fuego y un carácter ardiente como el de este Pablo. ¡Y qué bien cumplió ese sencillo encargo! "No pierdas tiempo; no te detengas" le dijo Ananías aquella vez, y eso hizo nuestro amado apóstol: ya nunca se detuvo. Fervoroso, como antes era en propagar el error y sembrar el terror, ahora propaga el Evangelio y siembra amor divino, sin darse nunca por satisfecho, pues bien escribió: " Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús" (Flp 3,13-14). 




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CAPÍTULO 16
 


El anuncio de la resurrección de Jesús
Mateo 28, 1-8 / Lucas 24, 1-12 / Juan 20, 1-18

16:1 Pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé compraron perfumes para ungir el cuerpo de Jesús.
16:2 A la madrugada del primer día de la semana, cuando salía el sol, fueron al sepulcro.
16:3 Y decían entre ellas: "¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?"
16:4 Pero al mirar, vieron que la piedra había sido corrida; era una piedra muy grande.
16:5 Al entrar al sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca. Ellas quedaron sorprendidas,
16:6 pero él les dijo: "No teman. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Miren el lugar donde lo habían puesto.
16:7 Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro que él irá antes que ustedes a Galilea; Mateo 26, 32 Mateo 28, 10 Mateo 28, 16 Marcos 14, 28 allí lo verán, como él se lo había dicho".
16:8 Ellas salieron corriendo del sepulcro, porque estaban temblando y fuera de sí. Y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo.

APÉNDICE

La aparición de Jesús a María Magdalena
Juan 20, 11-18

16:9 Jesús, que había resucitado a la mañana del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, aquella de quien había echado siete demonios.
16:10 Ella fue a contarlo a los que siempre lo habían acompañado, que estaban afligidos y lloraban.
16:11 Cuando la oyeron decir que Jesús estaba vivo y que lo había visto, no le creyeron.

La aparición de Jesús a dos discípulos
Lucas 24, 13-35

16:12 Después, se mostró con otro aspecto a dos de ellos, que iban caminando hacia un poblado.
16:13 Y ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero tampoco les creyeron.

La misión universal de los Apóstoles
Mateo 28, 16-20 / Lucas 24, 36-49 / Juan 20, 19-23 / Hechos 1, 6-8

16:14 En seguida, se apareció a los Once, Mateo 28, 16-17 Lucas 24, 36 Juan 20, 19 1 Corintios 15, 5 mientras estaban comiendo, y les reprochó su incredulidad y su obstinación porque no habían creído a quienes lo habían visto resucitado.
16:15 Entonces les dijo: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. Mateo 28, 16-20 Juan 20, 19-23 Hechos 1, 8
16:16 El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará.
16:17 Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas;
16:18 podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán".
16:19 Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo Lucas 24, 50-53 Hechos 1, 9-11 y está sentado a la derecha de Dios.
16:20 Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban.



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