miércoles 01 2013

EL QUE PERMANECE EN MÍ Y YO EN EL, ÉSE DA FRUTO ABUNDANTE ( Juan 15, 1 - 8 )

Hechos 15,1-6

En aquellos días, unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban conforme a la tradición de Moisés, no podían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre la controversia. La Iglesia los proveyó para el viaje; atravesaron Fenicia y Samaría, contando a los hermanos cómo se convertían los gentiles y alegrándolos mucho con la noticia. Al llegar a Jerusalén, la Iglesia, los apóstoles y los presbíteros los recibieron muy bien; ellos contaron lo que Dios había hecho con ellos.

Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían abrazado la fe, intervinieron, diciendo: "Hay que circuncidarlos y exigirles que guarden la ley de Moisés." Los apóstoles y los presbíteros se reunieron a examinar el asunto.






Salmo 121
 
¡Qué alegría cuando me dijeron: / "Vamos a la casa del Señor"! / Ya están pisando nuestro pies / tus umbrales, Jerusalén. R.

Allá suben las tribus, / las tribus del Señor, / según la costumbre de Israel, / a celebrar el nombre del Señor; / en ella están los tribunales de justicia, / en el palacio de David. R.






Juan 15,1-8








En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos."




COMENTARIO

1. La primera gran controversia


1.1 En el texto de los Hechos de los Apóstoles que hemos escuchado hoy encontramos los orígenes de la primera gran controversia que hubo de padecer, vivir y superar el cristianismo naciente.

1.2 Las condiciones estaban dadas: hemos oído cómo aquellos hombres y mujeres se habían dispersado con ocasión de la persecución en Jerusalén, de modo que cada vez entraban en contacto con situaciones nuevas que nunca les hubieran alcanzado al abrigo del judaísmo conservador que se practicaba en la Ciudad Santa.

1.3 Tuvieron así que encontrarse con sus hermanos judíos de la dispersión y ver cómo estos recibían de modos diversos, favorables o rabiosamente opuestos, la maravillosa y a la vez paradójica noticia de la redención en Cristo. Era pues cosa de tiempo para que se presentara lo que hemos visto hoy: judíos convertidos al cristianismo que quieren imponer la circuncisión, y por consiguiente la práctica de la ley de Moisés, a los cristianos que vienen del paganismo.

1.4 La pregunta de fondo que subyace en esto es: ¿qué lugar queda para la Ley de Moisés en el régimen nuevo? ¿La llegada de la gracia qué lugar deja a la ley? Es natural además que la pregunta venga de los fariseos, pues eran ellos los más entusiastas predicadores de la necesidad de la observancia de la ley para agradar a Dios.

1.5 Y si ahondamos más vemos que la pregunta alcanza al corazón mismo de nuestra fe. De lo que se trata es de saber por qué somos salvos y en virtud de quién. ¿Practicar la Ley de Moisés salva? Si es así, ¿no debería exigirse a todos que la practiquen, empezando por circuncidar a sus varones? Y si no salva, ¿por qué Dios dio una ley tan sabia y tan santa, si en el fondo era inútil? Tales son las graves cuestiones que explican el tono acalorado de la discusión de que nos habla hoy la primera lectura. Fueron ellas las que condujeron a la celebración del Primer Concilio, celebrado en Jerusalén, del que escucharemos precisamente mañana. Por hoy dejemos que nuestro corazón sienta el gozo de la pascua, ahondado por una pregunta de amor a nuestro Salvador: ¿que hiciste conmigo cuando me salvaste?

2. “Sin mí nada podeís hacer”

2.1 Aunque no lo quisiera mi orgullo,
aunque mi mente se rebela
y engaña, y dice que sí pudo;

Aunque la carne me duela
y proteste gritando
que hablaste más de la cuenta;

Yo sé que eres santo y tan sabio,
yo sé, Jesucristo,
que fuiste muy claro.

Sé que tu amor es tan limpio,
sé que la luz y la gracia
conviven contigo.

Si nos has dicho que nada,
si has dicho que nada podemos,
¡bendita palabra!

No es fácil y es duro saberlo,
pero tú, mi Jesús, lo dijiste,
como una señal hacia el cielo,

Que abre la puerta al humilde,
deja al orgullo por fuera
y alegra al que viene triste.

Es cosa que al alma consuela
escuchar con tu voz y tu acento
cómo sabes lo que nadie acepta:

Lo frágil del hombre en el suelo,
su llamado a la patria eterna,
y la fuerza que lo lleva al cielo.



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SAN JUAN,  CAPÍTULO 15



Jesús, la verdadera vid
15:1 Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador.
15:2 Él corta todos mis sarmientos que no dan fruto;
al que da fruto, lo poda para que dé más todavía.
15:3 Ustedes ya están limpios
por la palabra que yo les anuncié.
15:4 Permanezcan en mí,
como yo permanezco en ustedes.
Así como el sarmiento no puede dar fruto
si no permanece en la vid,
tampoco ustedes, si no permanecen en mí.
15:5 Yo soy la vid,
ustedes los sarmientos.
El que permanece en mí, y yo en él,
da mucho fruto,
porque separados de mí, nada pueden hacer.
15:6 Pero el que no permanece en mí,
es como el sarmiento que se tira y se seca;
después se recoge, se arroja al fuego y arde.
15:7 Si ustedes permanecen en mí
y mis palabras permanecen en ustedes,
pidan lo que quieran
y lo obtendrán.
15:8 La gloria de mi Padre consiste
en que ustedes den fruto abundante,
y así sean mis discípulos.
15:9 Como el Padre me amó,
también yo los he amado a ustedes.
Permanezcan en mi amor.
15:10 Si cumplen mis mandamientos,
permanecerán en mi amor,
como yo cumplí los mandamientos de mi Padre
y permanezco en su amor.
15:11 Les he dicho esto
para que mi gozo sea el de ustedes,
y ese gozo sea perfecto.

El mandamiento del amor
15:12 Este es mi mandamiento:
Ámense los unos a los otros, Juan 13, 34 Juan 15, 17 1 Juan 3, 11 1 Juan 3, 23 2 Juan 5
como yo los he amado.
15:13 No hay amor más grande
que dar la vida por los amigos.
15:14 Ustedes son mis amigos
si hacen lo que yo les mando.
15:15 Ya no los llamo servidores,
porque el servidor ignora lo que hace su señor;
yo los llamo amigos,
porque les he dado a conocer
todo lo que oí de mi Padre.
15:16 No son ustedes los que me eligieron a mí,
sino yo el que los elegí a ustedes,
y los destiné para que vayan y den fruto,
y ese fruto sea duradero.
Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre,
él se lo concederá.
15:17 Lo que yo les mando
es que se amen los unos a los otros. Juan 13, 34 Juan 15, 12 1 Juan 3, 11 1 Juan 3, 23 2 Juan 5

El odio del mundo
15:18 Si el mundo los odia,
sepan que antes me ha odiado a mí.
15:19 Si ustedes fueran del mundo,
el mundo los amaría como cosa suya.
Pero como no son del mundo,
sino que yo los elegí y los saqué de él,
el mundo los odia.
15:20 Acuérdense de lo que les dije:
el servidor no es más grande que su señor. Mateo 10, 24 Juan 13, 16 Lucas 6, 40
Si me persiguieron a mí,
también los perseguirán a ustedes;
si fueron fieles a mi palabra,
también serán fieles a la de ustedes.
15:21 Pero los tratarán así a causa de mi Nombre,
porque no conocen al que me envió.
15:22 Si yo no hubiera venido
ni les hubiera hablado,
no tendrían pecado;
pero ahora su pecado no tiene disculpa.
15:23 El que me odia, odia también a mi Padre.
15:24 Si yo no hubiera hecho entre ellos
obras que ningún otro realizó,
no tendrían pecado.
Pero ahora las han visto,
y sin embargo, me odian a mí y a mi Padre,
15:25 para que se cumpla lo que está escrito en la Ley:
Me han odiado sin motivo. Salmo 35, 19 Salmo 69, 5
15:26 Cuando venga el Paráclito
que yo les enviaré desde el Padre,
el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre,
él dará testimonio de mí.
15:27 Y ustedes también dan testimonio,
porque están conmigo desde el principio.


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