miércoles 15 2013

QUE SEAN UNO, COMO NOSOTROS ( Juan 17, 11b-19 )

Hechos 20,28-38
 
En aquellos días, decía Pablo a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso: "Tened cuidado de vosotros y del rebaño que el Espíritu Santo os ha encargado guardar, como pastores de la Iglesia de Dios, que él adquirió con su propia sangre. Ya sé que, cuando os deje, se meterán entre vosotros lobos feroces, que no tendrán piedad del rebaño. Incluso algunos de vosotros deformarán la doctrina y arrastrarán a los discípulos. Por eso, estad alerta: acordaos que durante tres años, de día y de noche, no he cesado de aconsejar con lágrimas en los ojos a cada uno en particular. Ahora os dejo en manos de Dios y de su palabra de gracia, que tiene poder para construiros y daros parte en la herencia de los santos. A nadie le he pedido dinero, oro ni ropa. Bien sabéis que estas manos han ganado lo necesario para mí y mis compañeros. Siempre os he enseñado que es nuestro deber trabajar para socorrer a los necesitados, acordándonos de las palabras del Señor Jesús: "Hay más dicha en dar que en recibir.""

Cuando terminó de hablar, se pusieron todos de rodillas, y rezó. Se echaron a llorar y, abrazando a Pablo, lo besaban; lo que más pena les daba era lo que había dicho, que no volverían a verlo. Y lo acompañaron hasta el barco.







Salmo 67
 
Oh Dios, despliega tu poder, / tu poder, oh Dios, que actúa en favor nuestro. / A tu templo de Jerusalén / traigan los reyes su tributo. R.

Reyes de la tierra, cantad a Dios, / tocad para el Señor, / que avanza por los cielos, / los cielos antiquísimos, / que lanza su voz, su voz poderosa: / "Reconoced el poder de Dios." R.

Sobre Israel resplandece su majestad, / y su poder, sobre las nubes. / ¡Dios sea bendito! R.








Juan 17,11b-19
 





En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: "Padre Santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura.

Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que ellos mismos tengan mi alegría cumplida. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Y por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad."



COMENTARIO

1. Confiados pero no ingenuos
 

1.1 La primera lectura de hoy nos presenta un apóstol lleno de sentimiento pero también lleno de claridad. Siente, desde luego, y le duele partir; pero también sabe que los ojos que lloran porque él se va podrán también mentir cuando se haya ido. Pablo habla con confianza, pero no con ingenuidad. Es cercano pero no manipulable. Se le puede conmover pero no engañar.

1.2 Pablo apela a su propio ejemplo: “acuérdense de que durante tres años, día y noche, no me cansé de exhortarlos hasta con lágrimas a cada uno de ustedes...” ¡Feliz testigo que puede invitar a leer la verdad en la vida!

1.3 Y termina diciéndoles: “ahora les encomiendo a Dios”. Ha sabido llegar, ha sabido servir; ha sabido orar, y ahora demuestra que sabe también partir. Si su corazón se apega es como el seno que quiere dar leche a la criatura, no como el que busca ganancias de esta tierra o como el que depende del afecto que se le brinda. Es generoso y es libre. Como es generoso, se da; como es libre, sabe irse.

2. El Verbo Cuidar

2.1 Las peticiones entrañables de Jesucristo en su despedida nos hacen recordar al verbo “cuidar” del que hemos meditado en otras ocasiones.

2.2 Cuidar es reconocer que la vida es precaria y que hay que obrar en consecuencia. Es un acto de sensatez y de amor por el que admitimos con serenidad que somos frágiles, y que todo lo bueno que hay en nosotros también es frágil: ¿no lo es acaso la paz? ¿No lo son la sabiduría, la pureza, la justicia, la humildad? ¡Casi nos parece que ese es el sello del bien: ser débil!

2.3 Y en efecto, si somos pobres en el bien no es porque nos hayan faltado bienes, sino porque los hemos perdido. Aprender a cuidar es entonces un acto de gratitud a Dios y a quienes nos hacen el bien. Es también una actitud de misericordia; es como la raíz del amor. Y de hecho, ¡cuánto amamos a quienes nos han cuidado!

2.4 Cuidar supone conocer y valorar lo que somos y tenemos, y entender que el torrente del bien no puede detenerse en nosotros. No es, pues, una justificación para el egoísmo, porque cuidar no es simplemente conservar. Más bien: cuidar es lograr que cada uno y cada cosa alcance su meta; que sea lo que puede ser, lo que está llamado a ser. Es obstinarse en dar la oportunidad al que tal vez la necesita y no la ha tenido.

2.5 ¿Qué hemos de cuidar? Todo. El mundo, casa del hombre. Y al hombre, a cada hombre. Hay que cuidar el cuerpo y su salud; el alma y su virtud; la familia y su unidad; la sociedad y su justicia. Hemos de cuidar de cada uno, sabiendo que no lo volveremos a tener en esta tierra; y apreciar en su medida el tiempo que tenemos, los recursos que se nos han dado, las ocasiones que ya no vuelven, la hermosura del instante, la gracia del día presente.

2.6 Dios nos conceda participar de su providencia amorosa, sublime cuidado de su amor de Padre.




www.fraynelson.com




SAN JUAN,  CAPÍTULO 17

 

Oración de Jesús por sí mismo [Oración Sacerdotal]


17:1 Después de hablar así, Jesús levantó los ojos al cielo, diciendo:
"Padre, ha llegado la hora:
glorifica a tu Hijo
para que el Hijo te glorifique a ti,
17:2 ya que le diste autoridad sobre todos los hombres,
para que él diera Vida eterna
a todos los que tú le has dado.
17:3 Esta es la Vida eterna:
que te conozcan a ti,
el único Dios verdadero,
y a tu Enviado, Jesucristo.
17:4 Yo te he glorificado en la tierra,
llevando a cabo la obra
que me encomendaste.
17:5 Ahora, Padre, glorifícame junto a ti,
con la gloria que yo tenía contigo
antes que el mundo existiera.

Oración de Jesús por sus discípulos
17:6 Manifesté tu Nombre
a los que separaste del mundo para confiármelos.
Eran tuyos y me los diste,
y ellos fueron fieles a tu palabra.
17:7 Ahora saben
que todo lo que me has dado viene de ti,
17:8 porque les comuniqué las palabras que tú me diste:
ellos han reconocido verdaderamente
que yo salí de ti,
y han creído que tú me enviaste.
17:9 Yo ruego por ellos:
no ruego por el mundo,
sino por los que me diste,
porque son tuyos.
17:10 Todo lo mío es tuyo
y todo lo tuyo es mío,
y en ellos he sido glorificado.
17:11 Ya no estoy más en el mundo,
pero ellos están en él;
y yo vuelvo a ti.
Padre santo,
cuídalos en tu Nombre
—el Nombre que tú me diste—
para que sean uno, como nosotros.
17:12 Mientras estaba con ellos,
yo los cuidaba en tu Nombre
—el Nombre que tú me diste—
yo los protegía
y no se perdió ninguno de ellos,
excepto el que debía perderse,
para que se cumpliera la Escritura. Salmo 41, 10 Mateo 26, 24 Marcos 14, 21 Lucas 22, 22 Juan 13, 18
17:13 Pero ahora voy a ti,
y digo esto estando en el mundo,
para que mi gozo sea el de ellos
y su gozo sea perfecto.
17:14 Yo les comuniqué tu palabra,
y el mundo los odió
porque ellos no son del mundo,
como tampoco yo soy del mundo.
17:15 No te pido que los saques del mundo,
sino que los preserves del Maligno.
17:16 Ellos no son del mundo,
como tampoco yo soy del mundo.
17:17 Conságralos en la verdad:
tu palabra es verdad.
17:18 Así como tú me enviaste al mundo,
yo también los envío al mundo.
17:19 Por ellos me consagro,
para que también ellos
sean consagrados en la verdad.
Oración de Jesús por todos los que creen en él
17:20 No ruego solamente por ellos,
sino también por los que, gracias a su palabra,
creerán en mí.
17:21 Que todos sean uno:
como tú, Padre, estás en mí
y yo en ti,
que también ellos estén en nosotros,
para que el mundo crea
que tú me enviaste.
17:22 Yo les he dado la gloria
que tú me diste,
para que sean uno,
como nosotros somos uno
17:23 —yo en ellos y tú en mí—
para que sean perfectamente uno
y el mundo conozca
que tú me has enviado,
y que los has amado a ellos
como me amaste a mí.
17:24 Padre, quiero que los que tú me diste
estén conmigo donde yo esté,
para que contemplen la gloria que me has dado,
porque ya me amabas
antes de la creación del mundo.
17:25 Padre justo,
el mundo no te ha conocido,
pero yo te conocí,
y ellos reconocieron
que tú me enviaste.
17:26 Les di a conocer tu Nombre,
y se lo seguiré dando a conocer,
para que el amor con que tú me amaste
esté en ellos,
y yo también esté en ellos".



www.vicariadepastoral.org.mx

No hay comentarios :

Publicar un comentario

Traducir este sitio a tu idioma