miércoles 20 2013

'' HACEDLOS FRUCTIFICAR ''

Miércoles de la trigésima tercera semana del tiempo ordinario

Segundo Libro de Macabeos 7,1.20-31.


También fueron detenidos siete hermanos, junto con su madre. El rey, flagelándolos con azotes y tendones de buey, trató de obligarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la Ley.
Incomparablemente admirable y digna del más glorioso recuerdo fue aquella madre que, viendo morir a sus siete hijos en un solo día, soportó todo valerosamente, gracias a la esperanza que tenía puesta en el Señor.
Llena de nobles sentimientos, exhortaba a cada uno de ellos, hablándoles en su lengua materna. Y animando con un ardor varonil sus reflexiones de mujer, les decía:
"Yo no sé cómo ustedes aparecieron en mis entrañas; no fui yo la que les dio el espíritu y la vida ni la que ordenó armoniosamente los miembros de su cuerpo.
Pero sé que el Creador del universo, el que plasmó al hombre en su nacimiento y determinó el origen de todas las cosas, les devolverá misericordiosamente el espíritu y la vida, ya que ustedes se olvidan ahora de sí mismos por amor de sus leyes".
Antíoco pensó que se estaba burlando de él y sospechó que esas palabras eran un insulto. Como aún vivía el más joven, no sólo trataba de convencerlo con palabras, sino que le prometía con juramentos que lo haría rico y feliz, si abandonaba las tradiciones de sus antepasados. Le aseguraba asimismo que lo haría su Amigo y le confiaría altos cargos.
Pero como el joven no le hacía ningún caso, el rey hizo llamar a la madre y le pidió que aconsejara a su hijo, a fin de salvarle la vida.
Después de mucho insistir, ella accedió a persuadir a su hijo.
Entonces, acercándose a él y burlándose del cruel tirano, le dijo en su lengua materna: "Hijo mío, ten compasión de mí, que te llevé nueve meses en mis entrañas, te amamanté durante tres años y te crié y eduqué, dándote el alimento, hasta la edad que ahora tienes.
Yo te suplico, hijo mío, que mires al cielo y a la tierra, y al ver todo lo que hay en ellos, reconozcas que Dios lo hizo todo de la nada, y que también el género humano fue hecho de la misma manera.
No temas a este verdugo: muéstrate más bien digno de tus hermanos y acepta la muerte, para que yo vuelva a encontrarte con ellos en el tiempo de la misericordia".
Apenas ella terminó de hablar, el joven dijo: "¿Qué esperan? Yo no obedezco el decreto del rey, sino las prescripciones de la Ley que fue dada a nuestros padres por medio de Moisés.
Y tú, que eres el causante de todas las desgracias de los hebreos, no escaparás de las manos de Dios.






Salmo 17(16),1.5-6.8b.15.
 

Escuha mi grito, Señor,
atiende a mis clamores,
presta atención a mi plegaria,
pues no hay engaño en mis labios.

Afirma mis pasos en tus caminos
para que no tropiecen mis pies.
A ti te llamo, oh Dios,
esperando tu respuesta;
inclina a mí tu oído
y escucha mi ruego.

Guárdame como a la niña de tus ojos,
escóndeme a la sombra de tus alas,
Y yo, como justo,
contemplaré tu rostro,
y al despertar,
me saciaré de tu semblante.






Evangelio según San Lucas 19,11-28.

 








Como la gente seguía escuchando, añadió una parábola, porque estaba cerca de Jerusalén y ellos pensaban que el Reino de Dios iba a aparecer de un momento a otro.
El les dijo: "Un hombre de familia noble fue a un país lejano para recibir la investidura real y regresar en seguida.
Llamó a diez de sus servidores y les entregó cien monedas de plata a cada uno, diciéndoles: 'Háganlas producir hasta que yo vuelva'.
Pero sus conciudadanos lo odiaban y enviaron detrás de él una embajada encargada de decir: 'No queremos que este sea nuestro rey'.
Al regresar, investido de la dignidad real, hizo llamar a los servidores a quienes había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno.
El primero se presentó y le dijo: 'Señor, tus cien monedas de plata han producido diez veces más'.
'Está bien, buen servidor, le respondió, ya que has sido fiel en tan poca cosa, recibe el gobierno de diez ciudades'.
Llegó el segundo y le dijo: 'Señor, tus cien monedas de plata han producido cinco veces más'.
A él también le dijo: 'Tú estarás al frente de cinco ciudades'.
Llegó el otro y le dijo: 'Señor, aquí tienes tus cien monedas de plata, que guardé envueltas en un pañuelo.
Porque tuve miedo de ti, que eres un hombre exigente, que quieres percibir lo que no has depositado y cosechar lo que no has sembrado'.
El le respondió: 'Yo te juzgo por tus propias palabras, mal servidor. Si sabías que soy un hombre exigentes, que quiero percibir lo que no deposité y cosechar lo que no sembré,
¿por qué no entregaste mi dinero en préstamo? A mi regreso yo lo hubiera recuperado con intereses'.
Y dijo a los que estaban allí: 'Quítenle las cien monedas y dénselas al que tiene diez veces más'.
'¡Pero, señor, le respondieron, ya tiene mil!'.
Les aseguro que al que tiene, se le dará; pero al que no tiene, se le quitará aún lo que tiene.
En cuanto a mis enemigos, que no me han querido por rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia".
Después de haber dicho esto, Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén.





Leer el comentario del Evangelio por : Papa Francisco
“Hacedlos fructificar”

 

“Hoy desearía detenerme en la cuestión del medio ambiente, como ya he tenido oportunidad de hacer en varias ocasiones. Me lo sugiere además la Jornada mundial del medio ambiente, de hoy, promovida por las Naciones Unidas, que lanza un fuerte llamamiento a la necesidad de eliminar el desperdicio y la destrucción de alimentos.

    Cuando hablamos de medio ambiente, de la creación, mi pensamiento se dirige a las primeras páginas de la Biblia, al libro del Génesis, donde se afirma que Dios puso al hombre y a la mujer en la tierra para que la cultivaran y la custodiaran (cf. 2, 15). Y me surgen las preguntas: ¿qué quiere decir cultivar y custodiar la tierra? ¿Estamos verdaderamente cultivando y custodiando la creación? ¿O bien la estamos explotando y descuidando? El verbo «cultivar» me recuerda el cuidado que tiene el agricultor de su tierra para que dé fruto y éste se comparta: ¡cuánta atención, pasión y dedicación!

   Cultivar y custodiar la creación es una indicación de Dios dada no sólo al inicio de la historia, sino a cada uno de nosotros; es parte de su proyecto; quiere decir hacer crecer el mundo con responsabilidad, transformarlo para que sea un jardín, un lugar habitable para todos. Benedicto XVI recordó varias veces que esta tarea que nos ha encomendado Dios Creador requiere percibir el ritmo y la lógica de la creación. Nosotros en cambio nos guiamos a menudo por la soberbia de dominar, de poseer, de manipular, de explotar; no la «custodiamos», no la respetamos, no la consideramos como un don gratuito que hay que cuidar. Estamos perdiendo la actitud del estupor, de la contemplación, de la escucha de la creación; y así ya no logramos leer en ella lo que Benedicto XVI llama «el ritmo de la historia de amor de Dios con el hombre». ¿Por qué sucede esto? Porque pensamos y vivimos de manera horizontal, nos hemos alejado de Dios, ya no leemos sus signos.
 


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Lucas 19

 
1 Habiendo entrado en Jericó, atravesaba la ciudad.
2 Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico.
3 Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura.
4 Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí.
5 Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa.»

6 Se apresuró a bajar y le recibió con alegría.
7 Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador.»
8 Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo.»
9 Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham,
10 pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.»

11 Estando la gente escuchando estas cosas, añadió una parábola, pues estaba él cerca de Jerusalén, y creían ellos que el Reino de Dios aparecería de un momento a otro.
12 Dijo pues: «Un hombre noble marchó a un país lejano, para recibir la investidura real y volverse.
13 Habiendo llamado a diez siervos suyos, les dio diez minas y les dijo: "Negociad hasta que vuelva."
14 Pero sus ciudadanos le odiaban y enviaron detrás de él una embajada que dijese: "No queremos que ése reine sobre nosotros."

15 «Y sucedió que, cuando regresó, después de recibir la investidura real, mandó llamar a aquellos siervos suyos, a los que había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno.
16 Se presentó el primero y dijo: "Señor, tu mina ha producido diez minas."
17 Le respondió: "¡Muy bien, siervo bueno!; ya que has sido fiel en lo mínimo, toma el gobierno de diez ciudades."
18 Vino el segundo y dijo: "Tu mina, Señor, ha producido cinco minas."
19 Dijo a éste: "Ponte tú también al mando de cinco ciudades."

20 «Vino el otro y dijo: "Señor, aquí tienes tu mina, que he tenido guardada en un lienzo;
21 pues tenía miedo de tí, que eres un hombre severo; que tomas lo que no pusiste, y cosechas lo que no sembraste."
22 Dícele: "Por tu propia boca te juzgo, siervo malo; sabías que yo soy un hombre severo, que tomo lo que no puse y cosecho lo que no sembré;
23 pues ¿por qué no colocaste mi dinero en el banco? Y así, al volver yo, lo habría cobrado con los intereses."

24 Y dijo a los presentes: "Quitadle la mina y dádsela al que tiene las diez minas."
25 Dijéronle: "Señor, tiene ya diez minas."
26 - "Os digo que a todo el que tiene, se le dará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará."
27 «"Pero a aquellos enemigos míos, los que no quisieron que yo reinara sobre ellos, traedlos aquí y matadlos delante de mí."»
28 Y habiendo dicho esto, marchaba por delante subiendo a Jerusalén.
29 Y sucedió que, al aproximarse a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos,

30 diciendo: «Id al pueblo que está enfrente y, entrando en él, encontraréis un pollino atado, sobre el que no ha montado todavía ningún hombre; desatadlo y traedlo.
31 Y si alguien os pregunta: "¿Por qué lo desatáis?", diréis esto: "Porque el Señor lo necesita."»
32 Fueron, pues, los enviados y lo encontraron como les había dicho.
33 Cuando desataban el pollino, les dijeron los dueños: «¿Por qué desatáis el pollino?»
34 Ellos les contestaron: «Porque el Señor lo necesita.»

35 Y lo trajeron donde Jesús; y echando sus mantos sobre el pollino, hicieron montar a Jesús.
36 Mientras él avanzaba, extendían sus mantos por el camino.
37 Cerca ya de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, llenos de alegría, se pusieron a alabar a Dios a grandes voces, por todos los milagros que habían visto.
38 Decían: = «Bendito el Rey que viene en nombre del Señor! = Paz en el cielo y gloria en las alturas.»

39 Algunos de los fariseos, que estaban entre la gente, le dijeron: «Maestro, reprende a tus discípulos.»
40 Respondió: «Os digo que si éstos callan gritarán las piedras.»
41 Al acercarse y ver la ciudad, lloró por ella,
42 diciendo: «¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos.
43 Porque vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes,

44 y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de tu visita.»
45 Entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían,
46 diciéndoles: «Está escrito: = Mi Casa será Casa de oración. = ¡Pero vosotros la habéis hecho = una cueva de bandidos!» =
47 Enseñaba todos los días en el Templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y también los notables del pueblo buscaban matarle,

48 pero no encontraban qué podrían hacer, porque todo el pueblo le oía pendiente de sus labios.



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