martes 01 2014

ENTONCES SE LEVANTÓ, INCREPÓ A LOS VIENTOS Y AL MAR, Y SOBREVINO UNA GRAN BONANZA

Día litúrgico: Martes XIII del tiempo ordinario



 
Texto del Evangelio (Mt 8,23-27): En aquel tiempo, Jesús subió a la barca y sus discípulos le siguieron. De pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas; pero Él estaba dormido. Acercándose ellos le despertaron diciendo: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!». Díceles: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?». Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza. Y aquellos hombres, maravillados, decían: «¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?».

Comentario: Fray Lluc TORCAL Monje del Monasterio de Sta. Mª de Poblet (Santa Maria de Poblet, Tarragona, España)


Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza


Hoy, Martes XIII del tiempo ordinario, la liturgia nos ofrece uno de los fragmentos más impresionantes de la vida pública del Señor. La escena presenta una gran vivacidad, contrastando radicalmente la actitud de los discípulos y la de Jesús. Podemos imaginarnos la agitación que reinó sobre la barca cuando «de pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas» (Mt 8,24), pero una agitación que no fue suficiente para despertar a Jesús, que dormía. ¡Tuvieron que ser los discípulos quienes en su desesperación despertaran al Maestro!: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!» (Mt 8,25).

El evangelista se sirve de todo este dramatismo para revelarnos el auténtico ser de Jesús. La tormenta no había perdido su furia y los discípulos continuaban llenos de agitación cuando el Señor, simplemente y tranquilamente, «se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza» (Mt 8,26). De la Palabra increpatoria de Jesús siguió la calma, calma que no iba destinada sólo a realizarse en el agua agitada del cielo y del mar: la Palabra de Jesús se dirigía sobre todo a calmar los corazones temerosos de sus discípulos. «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?» (Mt 8,26).

Los discípulos pasaron de la turbación y del miedo a la admiración propia de aquel que acaba de asistir a algo impensable hasta entonces. La sorpresa, la admiración, la maravilla de un cambio tan drástico en la situación que vivían despertó en ellos una pregunta central: «¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?» (Mt 8,27). ¿Quién es el que puede calmar las tormentas del cielo y de la tierra y, a la vez, las de los corazones de los hombres? Sólo quien «durmiendo como hombre en la barca, puede dar órdenes a los vientos y al mar como Dios» (Nicetas de Remesiana).

Cuando pensamos que la tierra se nos hunde, no olvidemos que nuestro Salvador es Dios mismo hecho hombre, el cual se nos acerca por la fe.



www.evangeli.net











EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO

LOS SIGNOS Y LA PREDICACIÓN DEL REINO DE LOS CIELOS
CAPÍTULO 8



Curación de un leproso
Marcos 1, 40-45 / Lucas 5, 12-16

8:1 Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguió una gran multitud.
8:2 Entonces un leproso fue a postrarse ante él y le dijo: "Señor, si quieres, puedes purificarme".
8:3 Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado". Y al instante quedó purificado de su lepra.
8:4 Jesús le dijo: "No se lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que ordenó Moisés Levítico 14, 1-32 Marcos 1, 44 Lucas 5, 14 para que les sirva de testimonio".

Curación del sirviente de un centurión
Lucas 7, 1-10 / Juan 4, 46-53

8:5 Al entrar en Cafarnaún, se le acercó un centurión, rogándole:
8:6 "Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente".
8:7 Jesús le dijo: "Yo mismo iré a curarlo".
8:8 Pero el centurión respondió: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará.
8:9 Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: "Ve", él va, y a otro: "Ven", él viene; y cuando digo a mi sirviente: "Tienes que hacer esto", él lo hace".
8:10 Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: "Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe.
8:11 Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos; Lucas 13, 29
8:12 en cambio, los herederos del Reino serán arrojados afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar de dientes". Mateo 22, 13 Mateo 25, 30 Lucas 13, 28
8:13 Y Jesús dijo al centurión: "Ve, y que suceda como has creído". Y el sirviente se curó en ese mismo momento.

Curación de la suegra de Pedro
Marcos 1, 29-31 / Lucas 4, 38-39

8:14 Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, encontró a la suegra de éste en cama con fiebre.
8:15 Le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirlo.

Diversas curaciones
Marcos 1, 32-34 / Lucas 4, 40-41

8:16 Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y él, con su palabra, expulsó a los espíritus y curó a todos los que estaban enfermos,
8:17 para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías:
Él tomó nuestras debilidades
y cargó sobre sí nuestras enfermedades. Isaías 53, 4

Exigencias de la vocación apostólica
Lucas 9, 57-62

8:18 Al verse rodeado de tanta gente, Jesús mandó a sus discípulos que cruzaran a la otra orilla.
8:19 Entonces se aproximó un escriba y le dijo: "Maestro, te seguiré adonde vayas".
8:20 Jesús le respondió: "Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza".
8:21 Otro de sus discípulos le dijo: "Señor, permíteme que vaya antes a enterrar a mi padre".
8:22 Pero Jesús le respondió: "Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos".

La tempestad calmada
Marcos 4, 35-41 / Lucas 8, 22-25

8:23 Después Jesús subió a la barca y sus discípulos lo siguieron.
8:24 De pronto se desató en el mar una tormenta tan grande, que las olas cubrían la barca. Mientras tanto, Jesús dormía.
8:25 Acercándose a él, sus discípulos lo despertaron, diciéndole: "¡Sálvanos, Señor, nos hundimos!"
8:26 Él les respondió: "¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?" Y levantándose, increpó al viento y al mar, y sobrevino una gran calma.
8:27 Los hombres se decían entonces, llenos de admiración: "¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?"

Curación de los dos endemoniados de Gadara
Marcos 5, 1-20 / Lucas 8, 26-39

8:28 Cuando Jesús llegó a la otra orilla, a la región de los gadarenos, fueron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros. Eran tan feroces, que nadie podía pasar por ese camino.
8:29 Y comenzaron a gritar: "¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?"
8:30 A cierta distancia había una gran piara de cerdos paciendo.
8:31 Los demonios suplicaron a Jesús: "Si vas a expulsarnos, envíanos a esa piara".
8:32 Él les dijo: "Vayan". Ellos salieron y entraron en los cerdos: estos se precipitaron al mar desde lo alto del acantilado, y se ahogaron.
8:33 Los cuidadores huyeron y fueron a la ciudad para llevar la noticia de todo lo que había sucedido con los endemoniados.
8:34 Toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, al verlo, le rogaron que se fuera de su territorio.



www.vicariadepastoral.org.mx

No hay comentarios :

Publicar un comentario

Traducir este sitio a tu idioma