jueves 28 2015

¡ HIJO DE DAVID, JESÚS, TEN COMPASIÓN DE MÍ !

Día litúrgico: Jueves VIII del tiempo ordinario


 


Texto del Evangelio (Mc 10,46-52):
En aquel tiempo, cuando Jesús salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!». Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!».

Jesús se detuvo y dijo: «Llamadle». Llaman al ciego, diciéndole: «¡Ánimo, levántate! Te llama». Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino donde Jesús. Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: «¿Qué quieres que te haga?». El ciego le dijo: «Rabbuní, ¡que vea!». Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado». Y al instante, recobró la vista y le seguía por el camino.

Comentario: P. Ramón LOYOLA Paternina LC (Barcelona, España)


             ¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!


Hoy, Cristo nos sale al encuentro. Todos somos Bartimeo: ese invidente a cuya vera pasó Jesús y saltó gritando hasta que éste le hiciese caso. Quizás tengamos un nombre un poco más agraciado... pero nuestra humana flaqueza (moral) es semejante a la ceguera que sufría nuestro protagonista. Tampoco nosotros logramos ver que Cristo vive en nuestros hermanos y, así, los tratamos como los tratamos. Quizás no alcanzamos a ver en las injusticias sociales, en las estructuras de pecado, una llamada hiriente a nuestros ojos para un compromiso social. Tal vez no vislumbramos que «hay más alegría en dar que en recibir», que «nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos» (Jn 15,13). Vemos borroso lo que es nítido: que los espejismos del mundo conducen a la frustración, y que las paradojas del Evangelio, tras la dificultad, producen fruto, realización y vida. Somos verdaderamente débiles visuales, no por eufemismo sino en realidad: nuestra voluntad debilitada por el pecado ofusca la verdad en nuestra inteligencia y escogemos lo que no nos conviene.

Solución: gritarle, es decir, orar humildemente «Jesús, ten compasión de mí» (Mc 10,48). Y gritar más cuanto más te increpen, te desanimen o te desanimes: «Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más…» (Mc 10,48). Gritar que es también pedir: «Maestro, que vea» (cf. Mc 10,51). Solución: dar, como él, un brinco en la fe, creer más allá de nuestras certezas, fiarse de quien nos amó, nos creó, y vino a redimirnos y se quedó con nosotros, en la Eucaristía.

El Papa Juan Pablo II nos lo decía con su vida: sus largas horas de meditación —tantas que su Secretario decía que oraba “demasiado”— nos dicen a las claras que «el que ora cambia la historia».


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EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS
CAPÍTULO 10

 

El matrimonio y el divorcio
Mateo 5, 27-30 / Mateo 5, 31-32 / Mateo 19, 1-9 / Marcos 9, 43-47 / Lucas 16, 18

10:1 Después que partió de allí, Jesús fue a la región de Judea y al otro lado del Jordán. Se reunió nuevamente la multitud alrededor de él y, como de costumbre, les estuvo enseñando una vez más.
10:2 Se acercaron algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: "¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?"
10:3 El les respondió: "¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?"
10:4 Ellos dijeron: "Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella". Deuteronomio 24, 1 Mateo 5, 31 Mateo 19, 7
10:5 Entonces Jesús les respondió: "Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes.
10:6 Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer. Génesis 1, 27 Génesis 2, 24 Génesis 5, 2 Mateo 19, 4-5 1 Corintios 6, 16 Efesios 5, 31
10:7 Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer,
10:8 y los dos no serán sino una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne.
10:9 Que el hombre no separe lo que Dios ha unido".
10:10 Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto.
10:11 Él les dijo: "El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella;
10:12 y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio". Mateo 5, 32 Mateo 19, 9 Lucas 16, 18 1 Corintios 7, 10-11

Jesús y los niños
Mateo 19, 13-15 / Lucas 18, 15-17

10:13 Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron.
10:14 Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: "Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos.
10:15 Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él". Mateo 18, 3 Lucas 18, 17
10:16 Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos.

El hombre rico
Mateo 19, 16-22 / Lucas 18, 18-23

10:17 Cuando se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?"
10:18 Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno.
10:19 Tú conoces los mandamientos: No matarás, Génesis 9, 6 Éxodo 20, 13 Levítico 24, 17 Deuteronomio 5, 17 Mateo 5, 21 Mateo 19, 18 Lucas 18, 20 Romanos 13, 9 Santiago 2, 11 no cometerás adulterio, Éxodo 20, 14 Levítico 18, 20 Levítico 20, 10 Deuteronomio 5, 18 Mateo 5, 27 Mateo 19, 18 Lucas 18, 20 Romanos 13, 9 Santiago 2, 11 no robarás, Éxodo 20, 15 Levítico 19, 11 Deuteronomio 5, 19 Mateo 19, 18 Lucas 18, 20 Romanos 13, 9 no darás falso testimonio, Éxodo 20, 16 Éxodo 23, 1 Deuteronomio 5, 20 Levítico 19, 11 Mateo 19, 18 Lucas 18, 20 Romanos 13, 9 no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre". Éxodo 20, 12 Levítico 19, 3 Deuteronomio 5, 16 Deuteronomio 27, 16 Ezequiel 22, 7 Mateo 15, 4 Mateo 19, 19 Marcos 7, 10 Lucas 18, 20 Efesios 6, 2
10:20 El hombre le respondió: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud".
10:21 Jesús lo miró con amor y le dijo: "Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme".
10:22 El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.

El peligro de las riquezas
Mateo 19, 23-26 / Lucas 18, 24-27

10:23 Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: "¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!"
10:24 Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: "Hijos míos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios!
10:25 Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios".
10:26 Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: "Entonces, ¿quién podrá salvarse?"
10:27 Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: "Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible".

La recompensa prometida a los discípulos
Mateo 19, 27-30 / Lucas 18, 28-30 / Lucas 22, 28-30

10:28 Pedro le dijo: "Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido".
10:29 Jesús respondió: "Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia,
10:30 desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna.
10:31 Muchos de los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros". Mateo 19, 30 Mateo 20, 16 Lucas 13, 30

El tercer anuncio de la Pasión
Mateo 20, 17-19 / Lucas 18, 31-34

10:32 Mientras iban de camino para subir a Jerusalén, Jesús se adelantaba a sus discípulos; ellos estaban asombrados y los que lo seguían tenían miedo. Entonces reunió nuevamente a los Doce y comenzó a decirles lo que le iba a suceder:
10:33 "Ahora subimos a Jerusalén; allí el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos:
10:34 ellos se burlarán de él, lo escupirán, lo azotarán y lo matarán. Y tres días después, resucitará". Mateo 16, 21 Mateo 17, 23 Mateo 20, 19 Mateo 27, 63 Marcos 8, 31 Marcos 9, 31 Lucas 9, 22 Lucas 18, 31-33

La petición de Santiago y Juan
Mateo 20, 20-23

10:35 Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: "Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir".
10:36 Él les respondió: "¿Qué quieren que haga por ustedes?"
10:37 Ellos le dijeron: "Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria".
10:38 Jesús les dijo: "No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?" Lucas 12, 50
10:39 "Podemos", le respondieron. Entonces Jesús agregó: "Ustedes beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo bautismo que yo.
10:40 En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido destinados".

El carácter servicial de la autoridad
Mateo 20, 24-28 / Lucas 22, 24-27

10:41 Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos.
10:42 Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad.
10:43 Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes;
10:44 y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Mateo 20, 26-27 Mateo 23, 11 Marcos 9, 35 Lucas 22, 26
10:45 Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud".

Curación de un ciego de Jericó
Mateo 20, 29-34 / Lucas 18, 35-43

10:46 Después llegaron a Jericó. Cuando Jesús salía de allí, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo —Bartimeo, un mendigo ciego— estaba sentado junto al camino.
10:47 Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!"
10:48 Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten piedad de mí!"
10:49 Jesús se detuvo y dijo: "Llámenlo". Entonces llamaron al ciego y le dijeron: "¡Ánimo, levántate! Él te llama".
10:50 Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él.
10:51 Jesús le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?". Él le respondió: "Maestro, que yo pueda ver".
10:52 Jesús le dijo: "Vete, tu fe te ha salvado". En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.


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