Día litúrgico: Viernes XXIX del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Lc 12,54-59): En aquel tiempo, Jesús decía a la gente:
«Cuando veis una nube que se levanta en el occidente, al momento decís: ‘Va a
llover’, y así sucede. Y cuando sopla el sur, decís: ‘Viene bochorno’, y así
sucede. ¡Hipócritas! Sabéis explorar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo
no exploráis, pues, este tiempo? ¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que
es justo? Cuando vayas con tu adversario al magistrado, procura en el camino
arreglarte con él, no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te entregue
al alguacil y el alguacil te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí
hasta que no hayas pagado el último céntimo».
«¿Cómo no exploráis (...) este tiempo? ¿Por qué no juzgáis por vosotros
mismos lo que es justo?»
Rev. D. Frederic RÀFOLS i Vidal
(Barcelona, España)
Hoy, Jesús quiere que levantemos nuestra mirada hacia el cielo. Esta
mañana, después de tres días de lluvia persistente, el cielo ha aparecido
luminoso y claro en uno de los días más espléndidos de este otoño. Vamos
entendiendo en el tema de cambios de tiempo, ya que ahora los meteorólogos son
casi como de la familia. En cambio, nos cuesta más entender en qué tiempo
estamos o vivimos: «Sabéis explorar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo
no exploráis, pues, este tiempo?» (Lc 12,56). Muchos de los que escuchaban a
Jesús dejaron perder una ocasión única en la historia de toda la Humanidad. No
vieron en Jesús al Hijo de Dios. No captaron el tiempo, la hora de la
salvación.
El Concilio Vaticano II, en la Constitución Gaudium et Spes (n. 4),
actualiza el Evangelio de hoy: «Pesa sobre la Iglesia el deber permanente de
escrutar a fondo los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del
Evangelio (…). Es necesario, por tanto, conocer y comprender el mundo en que
vivimos y sus esperanzas, sus aspiraciones, su modo de ser, frecuentemente
dramático».
Cuando observamos la historia, no nos cuesta mucho señalar las ocasiones
perdidas por la Iglesia por no haber descubierto el momento entonces vivido.
Pero, Señor: ¿cuántas ocasiones no habremos perdido ahora por no descubrir los
signos de los tiempos o, lo que es lo mismo, por no vivir e iluminar la
problemática actual con la luz del Evangelio? «¿Por qué no juzgáis por vosotros
mismos lo que es justo?» (Lc 12,57), nos vuelve a recordar hoy Jesús.
No vivimos en un mundo de maldad, aunque también haya bastante. Dios no ha
abandonado su mundo. Como recordaba san Juan de la Cruz, habitamos en una
tierra en la que anduvo el mismo Dios y que Él llenó de hermosura. La beata
Teresa de Calcuta captó los signos de los tiempos, y el tiempo, nuestro tiempo,
ha entendido a la beata Teresa de Calcuta. Que ella nos estimule. No dejemos de
mirar hacia lo alto sin perder de vista la tierra.
Lucas 12
1 En esto, habiéndose reunido miles y miles de personas, hasta pisarse
unos a otros, se puso a decir primeramente a sus discípulos: «Guardaos de la
levadura de los fariseos, que es la hipocresía.
2 Nada hay encubierto que no haya de ser descubierto ni oculto que no
haya de saberse.
3 Porque cuanto dijisteis en la oscuridad, será oído a la luz, y lo que
hablasteis al oído en las habitaciones privadas, será proclamado desde los
terrados.
4 «Os digo a vosotros, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo,
y después de esto no pueden hacer más.
5 Os mostraré a quién debéis temer: temed a Aquel que, después de matar,
tiene poder para arrojar a la gehenna; sí, os repito: temed a ése.
6 «¿No se venden cinco pajarillos por dos ases? Pues bien, ni uno de
ellos está olvidado ante Dios.
7 Hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis;
valéis más que muchos pajarillos.
8 «Yo os digo: Por todo el que se declare por mí ante los hombres,
también el Hijo del hombre se declarará por él ante los ángeles de Dios.
9 Pero el que me niegue delante de los hombres, será negado delante de
los ángeles de Dios.
10 «A todo el que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le
perdonará; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no se le perdonará.
11 Cuando os lleven a las sinagogas, ante los magistrados y las
autoridades, no os preocupéis de cómo o con qué os defenderéis, o qué diréis,
12 porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel mismo momento lo que
conviene decir.»
13 Uno de la gente le dijo: «Maestro, di a mi hermano que reparta la
herencia conmigo.»
14 El le respondió: «¡Hombre! ¿quién me ha constituido juez o repartidor
entre vosotros?»
15 Y les dijo: «Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la
abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes.»
16 Les dijo una parábola: «Los campos de cierto hombre rico dieron mucho
fruto;
17 y pensaba entre sí, diciendo: "¿Qué haré, pues no tengo donde
reunir mi cosecha?"
18 Y dijo: "Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, y
edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes,
19 y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos
años. Descansa, come, bebe, banquetea."
20 Pero Dios le dijo: "¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el
alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?"
21 Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a
Dios.»
22 Dijo a sus discípulos: «Por eso os digo: No andéis preocupados por
vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis:
23 porque la vida vale más que el alimento, y el cuerpo más que el
vestido;
24 fijaos en los cuervos: ni siembran, ni cosechan; no tienen bodega ni
granero, y Dios los alimenta. ¡Cuánto más valéis vosotros que las aves!
25 Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe,
añadir un codo a la medida de su vida?
26 Si, pues, no sois capaces ni de lo más pequeño, ¿por qué preocuparos
de lo demás?
27 Fijaos en los lirios, cómo ni hilan ni tejen. Pero yo os digo que ni
Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos.
28 Pues si a la hierba que hoy está en el campo y mañana se echa al
horno, Dios así la viste ¡cuánto más a vosotros, hombres de poca fe!
29 Así pues, vosotros no andéis buscando qué comer ni qué beber, y no
estéis inquietos.
30 Que por todas esas cosas se afanan los gentiles del mundo; y ya sabe
vuestro Padre que tenéis la necesidad de eso.
31 Buscad más bien su Reino, y esas cosas se os darán por añadidura.
32 «No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien
daros a vosotros el Reino.
33 «Vended vuestros bienes y dad limosna. Haceos bolsas que no se
deterioran, un tesoro inagotable en los cielos, donde no llega el ladrón, ni la
polilla;
34 porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro
corazón.
35 «Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas,
36 y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para
que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran.
37 Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo
os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro,
les servirá.
38 Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra
así, ¡dichosos de ellos!
39 Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir
el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa.
40 También vosotros estad preparados, porque en el momento que no
penséis, vendrá el Hijo del hombre.»
41 Dijo Pedro: «Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?»
42 Respondió el Señor: «¿Quién es, pues, el administrador fiel y
prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a su
tiempo su ración conveniente?
43 Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre
haciéndolo así.
44 De verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda.
45 Pero si aquel siervo se dice en su corazón: "Mi señor tarda en
venir", y se pone a golpear a los criados y a las criadas, a comer y a
beber y a emborracharse,
46 vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento
que no sabe, le separará y le señalará su suerte entre los infieles.
47 «Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha
preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes;
48 el que no la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a
quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le
pedirá más.
49 «He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que
ya estuviera encendido!
50 Con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy hasta
que se cumpla!
51 «¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro,
sino división.
52 Porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos; tres
contra dos, y dos contra tres;
53 estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre;
la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y
la nuera contra la suegra.»
54 Decía también a la gente: «Cuando veis una nube que se levanta en el
occidente, al momento decís: "Va a llover", y así sucede.
55 Y cuando sopla el sur, decís: "Viene bochorno", y así
sucede.
56 ¡Hipócritas! Sabéis explorar el aspecto de la tierra y del cielo,
¿cómo no exploráis, pues, este tiempo?
57 «¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?
58 Cuando vayas con tu adversario al magistrado, procura en el camino arreglarte
con él, no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te entregue al alguacil
y el alguacil te meta en la cárcel.
59 Te digo que no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último
céntimo.
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