sábado 12 2015

SOLEMNIDAD NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE, PATRONA DE AMÉRICA Y FILIPINAS







Bienaventurada Virgen María de Guadalupe en México, cuyo gran maternal auxilio implora con humildad el pueblo en la colina de Tepeyac, cerca de la ciudad de México, donde apareció. Ella brilla como una estrella que invita a la evangelización de los pueblos, y es invocada como protectora de los indígenas y de los pobres.

Sin duda que la aparición de la Virgen María como Nuestra Señora de Guadalupe de México es un gran acontecimiento; «El gran suceso» se llama originalmente el relato del milagro que conocemos habitualmente como «Nican mopohua», del que luego hablaremos. Es un gran suceso para México, para la iglesia de toda América, y por lo tanto también para Iglesia universal. Lo que tenemos como vestigios del milagro son:

·el contundente testimonio de la tilma de Juan Diego con la bella imagen de la Virgen admirablemente impresa,

·el relato del milagro en lengua nahuatl, en el texto conocido como «Nican mopohua»,

·y un aspecto fundamental en cualquier milagro, que es la recepción, la conversión obrada en el corazón de los hombres y de los pueblos por la presencia transformadora de lo Divino. El milagro es siempre «milagro para alguien», Dios no habla ni desde el vacío ni al vacío, sino a unos hombres concretos que están atravesando situaciones concretas, y en esas situaciones el milagro trae una palabra que es de Dios y que nos alienta a continuar.

Si sólo tuviéramos la tilma, se trataría de una curiosidad, si sólo el Nican mopohua, se trataría de literatura folclórica para analizar las ideas y creencias de una época, pero a uno y otro les faltaría el corazón, que es que el acontecimiento guadalupano se perpetúa en la fe de México y de toda la Iglesia de América de que el destino de esa tierra es cosa de Dios. Puede que algunas veces lo percibamos como un destino escondido: tierra castigada por la ambición de hombres despreciables. Pero sabemos que lo escondido es a menudo cosa de Dios, y no lo sabemos sólo con la mente sino porque allí está «el gran suceso» que da una esperanza viva a esta tierra, la esperanza de que finalmente lo que parece débil resulta lo auténticamente fuerte, lo despreciado es quien recibe la corona, y una Virgen es quien da por completo a luz a quien es la Luz.

El relato de los hechos ocurridos en 1531, de las sucesivas apariciones de la Virgen a Juan Diego en la ladera del Tepeyac, las entrevistas con el obispo Zumárraga y la milagrosa impresión de la tilma del indio, se nos ha transmitido en principio por tradición oral (el propio Juan Diego era iletrado), aunque al poco tiempo comenzó a ponerse por escrito. No es posible establecer exactamente cuándo, ya que no se sabe quién fue el autor, si Antonio Valeriano (1520-1605) o Fernando de Alva Ixtlilxóchitl (1568-1648); los dos fueron personas de vasta cultura: de Antonio Valeriano se sabe que dominaba el nahuatl, por ser su lengua nativa, pero también el español y el latín académico, y Fernando de Alva, por su parte, era historiador indigena comisionado por la propia España para recopilar la historia indígena. Lo cierto es que de Nican Mopohua tenemos una primera edición publicada en 1649 por el bachiller Luis Lasso de la Vega, vicario de la capilla de la Virgen. Ésa es la edición que es base para las traducciones hasta la actualidad, y que lleva por título «Huei tlamahuizoltica», «por un gran suceso». No obstante la obra se conoce habitualmente como «Nican mopohua», que son las dos primeras palabras del texto y que significan «aquí se cuenta».

Reproducimos a continuación algunos fragmentos del Nican mopohua, pero invitando a todos a continuar leyendo el texto en alguno de los proyectos guadalupanos que con mucha devoción y no menor seriedad se están desarrollando en internet en relación a este texto, sus contexto histórico, traducciones, etc.:

 Nican mopohua, motecpana, in quenin yancuican hueytlamahuizoltica monexiti in cenquizca ichpochtli Sancta Maria Dios Inantzin tocihuapillatocatzin, in oncan Tepeyacac, motenehua Guadalupe.

Acattopa quimottititzino ce macehualtzintli itoca Juan Diego; Auh zantenpan monexiti in Itlazoixiptlatzin in ixpan yancuican Obispo Don Fray Juan de Zumárraga.

Aquí se cuenta, se ordena, cómo hace poco, en forma por demás maravillosa, el amor de la perfecta Virgen Santa María, Madre de Dios, nuestra venerable Señora y Reina, la hizo visible allá en el Tepeyac, que se conoce [ahora] como Guadalupe. En un principio se dignó dejarse ver de un indito de nombre Juan Diego, y, al final, su amor nos entregó su preciosa y amada imagen en la presencia del reciente Obispo Don Fray Juan de Zumárraga

[..]
164.- Le dijo con gran respeto: «-Mi Señor, Gobernante, ya hice, ya cumplí lo que tuviste a bien mandarme,
165.- y así tuve el honor de ir a comunicarle a la Señora, mi Ama, la Reina del Cielo, venerable y preciosa Madre de Dios, que tú respetuosamente pedías una señal para creerme, y para hacerle su templecito, allí donde tiene la bondad de solicitarte que se lo levantes. 
166.- Y también tuve el honor de decirle que me había permitido darte mi palabra de que tendría el privilegio de traerte algo como señal, como prueba de su venerable voluntad, conforme a lo que tú te dignaste indicarme».
167.- «Y tuvo a bien oír tu venerable aliento, tu venerable palabra y se prestó gustosa a tu solicitud de alguna cosa como prueba, como señal, para que se haga, se ejecute su amada voluntad. 
168.- Y hoy, siendo aún noche cerrada, se sirvió mandarme que tuviera el honor de venir de nuevo a verte. 
169.- Y yo me honré pidiéndole algo como su señal para que fuera creído, conforme a lo que me había dicho que me daría, y de inmediato, pero al instante, condescendió en realizarlo, 
170.- y se sirvió enviarme a la cumbre del cerrito, donde antes había tenido el honor de verla, para que fuera a cortar flores diferentes y preciosas». 
171.- «Y luego que tuve el privilegio de ir a cortarlas, se las llevé abajo. 
172.- Y se dignó tomarlas en sus manecitas, 
173.- para de nuevo dignarse ponerlas en el hueco de mi tilma, 
174.- para que tuviera el honor de traértelas y sólo a ti te las entregara».
175.- «Pese a que yo sabía muy bien que la cumbre del cerrito no es lugar donde se den flores, puesto que sólo abundan los riscos, abrojos, espinas, nopales escuálidos, mezquites, no por ello dudé, no por eso vacilé. 
176.- Cuando fui a alcanzar la cumbre del montecito, quedé sobrecogido: ¡Estaba en el paraíso!. 
177.- Allí estaban reunidas todas las flores preciosas imaginables, de suprema calidad, cuajadas de rocío, resplandecientes, de manera que yo -emocionado- me puse en seguida a cortarlas. 
178.- Y se dignó concederme el honor de venir a entregártelas, que es lo que ahora hago, para que en ellas te sirvas ver la señal que pedías, para que te sirvas poner todo en ejecución. 
179.- Y para que quede patente la verdad de mi palabra, de mi embajada, 
180.- ¡Aquí las tienes, hazme el honor de recibirlas!»
181.- Y en ese momento desplegó su blanca tilma, en cuyo hueco, estando de pie, llevaba las flores. 
182.- Y así, al tiempo que se esparcieron las diferentes flores preciosas, 
183.- en ese mismo instante se convirtió en señal, apareció de improviso la venerada imagen de la siempre Virgen María, Madre de Dios, tal como ahora tenemos la dicha de conservarla, 
184.- guardada ahí en lo que es su hogar predilecto, su templo del Tepeyac, que llamamos Guadalupe. 
185.- Y tan pronto como la vio el señor Obispo, y todos los que allí estaban, se arrodillaron pasmados de asombro, 
186.- se levantaron para verla, profundamente conmovidos y convertidos, suspensos su corazón, su pensamiento.
187.- Y el señor Obispo, con lágrimas de compunción le rogó y suplicó le perdonara por no haber ejecutado de inmediato su santa voluntad, su venerable aliento, su amada palabra. 
188.- Y poniéndose de pie, desató del cuello la vestidura, el manto de Juan Diego, 
189.- en donde se dignó aparecer, en donde está estampada la Señora del Cielo, 
190.- y en seguida, con gran respeto, la llevó y la dejó instalada en su oratorio. 
191.- Y todavía un día entero pasó Juan Diego en casa del Obispo, él tuvo a bien retenerlo. 
192.- Y al día siguiente le dijo: «-¡Vamos! para que muestres dónde es la voluntad de la Reina del Cielo que le erijan su templecito». 
193.- De inmediato se convidó gente para hacerlo, para levantarlo.

Para continuar leyendo: Hay muchos proyectos guadalupanos en internet. Para conocer mejor el Nican Mopohua, en esta página está el texto completo en la muy difundida traducción del P. Mario Rojas, editada en 1978, que es de donde hemos tomado los fragmentos que presentamos. esta página forma parte del magnífico ProyectoGuadalupe.com, que viene creciendo desde hace 5 años, y ofrece no sólo el texto del Nican mopohua original y diversas traducciones con numeración comparable, mención de fuentes, etc... sino además textos valiosísimos que contextualizan el milagro, por ejemplo una carta al rey felipe II de los indios de México pidiéndole ciertas exenciones de servicios comunitarios por la necesidad de dedicar tiempo a la construcción del templo, carta enviada mucho antes de que el milagro comenzara a tomar su forma narrativa fija; y esto por citar sólo alguna de las auténticas golosinas guadalupanas que ofrece ese sitio. También, por supuesto, la propia Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe ofrece información detallada sobre el milagro, el Nican mopohua, y también sobre aspectos actuales de la devoción guadalupana, en particular deseo recoger y recomendar un apartado dentro de ese mismo sitio de la Basílica que muestra en una presentación «flash» muy bien hecha todos los detalles de la imagen, y aspectos de su posible simbolismo. Nota de 2013: lamentablemente, el Proyecto Guadalupe parece haber cerrado como sitio de internet, pero alguien recogió aquí la lista de documentos, y aunque no son inmediatamente accesibles, sirven como inicio de una búsqueda.

Las imágenes mostradas aquí son, en orden: la portada de la primera edición, en nahuatl, del Nican mopohua, realizada en 1649; luego dos fragmentos que contienen dos momentos del milagro: la recogida de las rosas y la antrevista con el Obispo en el que se produce el milagro de la tilma; esos dos fragmentos provienen del cuadro mostrado entero al final, obra del siglo XVIII, titulada «Virgen de Guadalupe con San Miguel y San Gabriel», óleo sobre tela de autor anónimo mexicano, de 60 X 85 cm. Este conjunto pictórico de la imagen, los dos arcángeles y momentos escogidos de la narración parecen formar una constante en la iconografía guadalupana; he escogido este cuadro porque es de hechura rústica y difícil de conseguir en internet, pero en la iconografía de la Virgen que puede recorrerse en los proyectos mencionados se encontrarán varios de los siglos XVII a XIX con similar composición.

Un  sábado de 1531 a principios de diciembre, un indio llamado Juan Diego,  iba muy de madrugada del pueblo en que residía a la ciudad de México a  asistir a sus clases de catecismo y a oír la Santa Misa. Al llegar junto  al cerro llamado Tepeyac amanecía y escuchó una voz que lo llamaba por  su nombre.

Él subió a la cumbre y vio a una Señora de  sobrehumana belleza, cuyo vestido era brillante como el sol, la cual con  palabras muy amables y atentas le dijo: "Juanito: el más pequeño de mis  hijos, yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios, por  quien se vive. Deseo vivamente que se me construya aquí un templo, para  en él mostrar y prodigar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa a  todos los moradores de esta tierra y a todos los que me invoquen y en Mí  confíen. Ve donde el Señor Obispo y dile que deseo un templo en este  llano. Anda y pon en ello todo tu esfuerzo".

De regresó a su  pueblo Juan Diego se encontró de nuevo con la Virgen María y le explicó  lo ocurrido. La Virgen le pidió que al día siguiente fuera nuevamente a  hablar con el obispo y le repitiera el mensaje. Esta vez el obispo,  luego de oír a Juan Diego le dijo que debía ir y decirle a la Señora que  le diese alguna señal que probara que era la Madre de Dios y que era su  voluntad que se le construyera un templo.

De regreso, Juan  Diego halló a María y le narró los hechos. La Virgen le mandó que  volviese al día siguiente al mismo lugar pues allí le daría la señal. Al  día siguiente Juan Diego no pudo volver al cerro pues su tío Juan  Bernardino estaba muy enfermo. La madrugada del 12 de diciembre Juan  Diego marchó a toda prisa para conseguir un sacerdote a su tío pues se  estaba muriendo. Al llegar al lugar por donde debía encontrarse con la  Señora prefirió tomar otro camino para evitarla. De pronto María salió a  su encuentro y le preguntó a dónde iba. El indio avergonzado le explicó  lo que ocurría. La Virgen dijo a Juan Diego que no se preocupara, que  su tío no moriría y que ya estaba sano. Entonces el indio le pidió la  señal que debía llevar al obispo. María le dijo que subiera a la cumbre  del cerro donde halló rosas de Castilla frescas y poniéndose la tilma,  cortó cuantas pudo y se las llevó al obispo.

Una vez ante  Monseñor Zumarraga Juan Diego desplegó su manta, cayeron al suelo las  rosas y en la tilma estaba pintada con lo que hoy se conoce como la  imagen de la Virgen de Guadalupe. Viendo esto, el obispo llevó la imagen  santa a la Iglesia Mayor y edificó una ermita en el lugar que había  señalado el indio.

Pió X la proclamó como "Patrona de toda la  América Latina", Pió XI de todas las "Américas", Pió XII la llamó  "Emperatriz de las Américas" y Juan XXIII "La Misionera Celeste del  Nuevo Mundo" y "la Madre de las América".

La imagen de la Virgen  de Guadalupe se venera en México con grandísima devoción, y los  milagros obtenidos por los que rezan a la Virgen de Guadalupe son  extraordinarios.


www.levangileauquotidien.org



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