miércoles 16 2016

" SI DIOS FUERA VUESTRO PADRE, ME AMARÍAIS A MÍ "

Día litúrgico: Miércoles V de Cuaresma









Texto del Evangelio (Jn 8,31-42): En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos que habían creído en Él: «Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres». Ellos le respondieron: «Nosotros somos descendencia de Abraham y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Os haréis libres?». Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es un esclavo. Y el esclavo no se queda en casa para siempre; mientras el hijo se queda para siempre. Si, pues, el Hijo os da la libertad, seréis realmente libres. Ya sé que sois descendencia de Abraham; pero tratáis de matarme, porque mi Palabra no prende en vosotros. Yo hablo lo que he visto donde mi Padre; y vosotros hacéis lo que habéis oído donde vuestro padre».

Ellos le respondieron: «Nuestro padre es Abraham». Jesús les dice: «Si sois hijos de Abraham, haced las obras de Abraham. Pero tratáis de matarme, a mí que os he dicho la verdad que oí de Dios. Eso no lo hizo Abraham. Vosotros hacéis las obras de vuestro padre». Ellos le dijeron: «Nosotros no hemos nacido de la prostitución; no tenemos más padre que a Dios». Jesús les respondió: «Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais a mí, porque yo he salido y vengo de Dios; no he venido por mi cuenta, sino que Él me ha enviado».


     «Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais a mí»


Pe. Givanildo dos SANTOS Ferreira 
(Brasilia, Brasil)


Hoy, el Señor dirige duras palabras a los judíos. No a cualquier judío, sino, precisamente, a aquellos que abrazaron la fe: Jesús dijo «a los judíos que habían creído en Él» (Jn 8,31). Sin duda, este diálogo de Jesús refleja el inicio de aquellas dificultades causadas por los cristianos judaizantes en la primera hora de la Iglesia.

Como eran descendientes de Abraham según la consanguineidad, esos tales discípulos de Jesús se consideraban superiores no solamente de los gentíos que vivían lejos de la fe, sino también superiores a cualquier discípulo no judío partícipe de la misma fe. Ellos decían: «Nosotros somos descendencia de Abraham» (Jn 8,33); «nuestro padre es Abraham» (v. 39); «solo tenemos un padre, Dios» (v. 41). A pesar de ser discípulos de Jesús, tenemos la impresión de que Jesús nada representaba para ellos, nada acrecentaba al que ya poseían. Pero es ahí donde se encuentra el gran error de todos ellos: los verdaderos hijos no son los descendientes según la consanguineidad, sino los herederos de la promesa, o sea, aquellos que creen (cf. Rom 9,6-8). Sin la fe en Jesús no es posible que alguien alcance la promesa de Abraham. Por tanto, entre los discípulos «no hay judíos o griego; no hay esclavo o libre; no hay hombre o mujer», porque todos son hermanos por el bautismo (cf. Gal 3,27-28).

No nos dejemos seducir por orgullo espiritual. Los judaizantes se consideraban superiores a los otros cristianos. No es necesario hablar, aquí, de los hermanos separados. Pero pensemos en nosotros mismos. ¡Cuántas veces algunos católicos se consideran mejores que los otros católicos porque siguen este o aquel movimiento, porque observan esta o aquella disciplina, porque obedecen a este o a aquel uso litúrgico! Unos, porque son ricos; otros, porque estudiaron más. Unos, porque ocupan cargos importantes; otros, porque vienen de familias nobles... «Quisiera que cada uno de vosotros sintiera la alegría de ser cristiano… Dios guía a su Iglesia, la sostiene siempre, también y sobre todo en los momentos difíciles» (Benedicto XVI).


      «Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres»


Rev. D. Iñaki BALLBÉ i Turu 
(Rubí, Barcelona, España)


Hoy, cuando ya quedan pocos días para entrar en la Semana Santa, el Señor nos pide que luchemos para vivir unas cosas muy concretas, pequeñas, pero, a veces, no fáciles. A lo largo de la reflexión las iremos explicando: básicamente, se trata de perseverar en su palabra. ¡Qué importante es referir nuestra vida siempre al Evangelio! Preguntémonos: ¿qué haría Jesús en esta situación que debo afrontar? ¿Cómo trataría a esta persona que me cuesta especialmente? ¿Cuál sería su reacción ante esta circunstancia? El cristiano debe ser —según san Pablo— “otro Cristo”: «Vivo, pero no yo, sino que es Cristo quien vive en mí» (Gal 2,20). El reflejo del Señor en nuestra vida de cada día, ¿Cómo es? ¿Soy su espejo?

El Señor nos asegura que, si perseveramos en su palabra, conoceremos la verdad, y la verdad nos hará libres (cf. Jn 8,32). Decir la verdad no siempre es fácil. ¿Cuántas veces se nos escapan pequeñas mentiras, disimulamos, nos “hacemos los sordos”? A Dios no le podemos engañar. Él nos ve, nos contempla, nos ama y nos sigue en el día a día. El octavo mandamiento nos enseña que no podemos hacer falsos testimonios, ni decir mentiras, por pequeñas que sean, o aunque puedan parecernos insignificantes. Tampoco caben las mentiras “piadosas”. «Sea, pues, vuestra palabra: ‘Sí, sí’, ‘No, no’» (Mt 5,37), nos dice Jesucristo en otro momento. La libertad, esta tendencia al bien, está muy relacionada con la verdad. A veces, no somos suficientemente libres porque en nuestra vida hay como un doble fondo, no somos claros. Hemos de ser contundentes. El pecado de la mentira nos esclaviza.

«Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais a mí» (Jn 8,42), dice el Señor. ¿Cómo se concreta nuestro afán diario por conocer al Maestro? ¿Con qué devoción leemos el Evangelio, por poco que sea el tiempo de que dispongamos? ¿Qué poso deja en mi vida, en mi día? ¿Se podría decir, viéndome, que leo la vida de Cristo?


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EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN

CAPÍTULO 8


La mujer adúltera
8:1 Jesús fue al monte de los Olivos.
8:2 Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles.
8:3 Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos,
8:4 dijeron a Jesús: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio.
8:5 Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?"
8:6 Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo.
8:7 Como insistían, se enderezó y les dijo: "El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra".
8:8 E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo.
8:9 Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí,
8:10 e incorporándose, le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Nadie te ha condenado?"
8:11 Ella le respondió: "Nadie, Señor". "Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante".

El testimonio de Jesús sobre sí mismo
8:12 Jesús les dirigió una vez más la palabra, diciendo:
"Yo soy la luz del mundo. Mateo 5, 14 Juan 9, 5
El que me sigue no andará en tinieblas,
sino que tendrá la luz de la Vida".
8:13 Los fariseos le dijeron: "Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no vale".
8:14 Jesús les respondió:
"Aunque yo doy testimonio de mí,
mi testimonio vale
porque sé de dónde vine y a dónde voy;
pero ustedes no saben
de dónde vengo ni a dónde voy.
8:15 Ustedes juzgan según la carne;
yo no juzgo a nadie,
8:16 y si lo hago, mi juicio vale
porque no soy yo solo el que juzga,
sino yo y el Padre que me envió.
8:17 En la Ley de ustedes está escrito
que el testimonio de dos personas es válido.
8:18 Yo doy testimonio de mí mismo,
y también el Padre que me envió
da testimonio de mí".
8:19 Ellos le preguntaron: "¿Dónde está tu Padre?" Jesús respondió:
"Ustedes no me conocen ni a mí ni a mi Padre;
si me conocieran a mí,
conocerían también a mi Padre".
8:20 Él pronunció estas palabras en la sala del Tesoro, cuando enseñaba en el Templo. Y nadie lo detuvo, porque aún no había llegado su hora.

Advertencia a los incrédulos
8:21 Jesús les dijo también:
"Yo me voy, y ustedes me buscarán
y morirán en su pecado.
A donde yo voy,
ustedes no pueden ir".
8:22 Los judíos se preguntaban: "¿Pensará matarse para decir: "A donde yo voy, ustedes no pueden ir"?
8:23 Jesús continuó:
"Ustedes son de aquí abajo,
yo soy de lo alto.
Ustedes son de este mundo,
yo no soy de este mundo.
8:24 Por eso les he dicho: "Ustedes morirán en sus pecados".
Porque si no creen que Yo Soy,
morirán en sus pecados".
8:25 Los judíos le preguntaron: "¿Quién eres tú?" Jesús les respondió:
"Esto es precisamente lo que les estoy diciendo desde el comienzo.
8:26 De ustedes, tengo mucho que decir,
mucho que juzgar.
Pero aquel que me envió es veraz,
y lo que aprendí de él
es lo que digo al mundo".
8:27 Ellos no comprendieron que Jesús se refería al Padre.
8:28 Después les dijo:
"Cuando ustedes hayan levantado en alto
al Hijo del hombre,
entonces sabrán que Yo Soy
y que no hago nada por mí mismo,
sino que digo lo que el Padre me enseñó.
8:29 El que me envió está conmigo
y no me ha dejado solo,
porque yo hago siempre lo que le agrada".
8:30 Mientras hablaba así, muchos creyeron en él.
Los verdaderos descendientes de Abraham
8:31 Jesús dijo a aquellos judíos que habían creído en él:
"Si ustedes permanecen fieles a mi palabra,
serán verdaderamente mis discípulos:
8:32 conocerán la verdad
y la verdad los hará libres".
8:33 Ellos le respondieron: "Somos descendientes de Abraham Mateo 3, 9 Lucas 3, 8 y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo puedes decir entonces: "Ustedes serán libres"?"
8:34 Jesús les respondió:
"Les aseguro
que todo el que peca es esclavo del pecado.
8:35 El esclavo no permanece para siempre en la casa;
el hijo, en cambio, permanece para siempre.
8:36 Por eso, si el Hijo los libera,
ustedes serán realmente libres.
8:37 Yo sé que ustedes son descendientes de Abraham,
pero tratan de matarme
porque mi palabra no penetra en ustedes.
8:38 Yo digo
lo que he visto junto a mi Padre,
y ustedes hacen
lo que han aprendido de su padre".

El demonio, padre de la mentira
8:39 Ellos le replicaron: "Nuestro padre es Abraham". Y Jesús les dijo:
"Si ustedes fueran hijos de Abraham,
obrarían como él.
8:40 Pero ahora quieren matarme a mí,
al hombre que les dice la verdad
que ha oído de Dios.
Abraham no hizo eso.
8:41 Pero ustedes obran como su padre".
Ellos le dijeron: "Nosotros no hemos nacido de la prostitución; tenemos un solo Padre, que es Dios". Jesús prosiguió:
8:42 "Si Dios fuera su Padre,
ustedes me amarían,
porque yo he salido de Dios y vengo de él.
No he venido por mí mismo,
sino que él me envió.
8:43 ¿Por qué ustedes no comprenden mi lenguaje?
Es porque no pueden escuchar mi palabra.
8:44 Ustedes tienen por padre al demonio
y quieren cumplir los deseos de su padre.
Desde el comienzo él fue homicida
y no tiene nada que ver con la verdad,
porque no hay verdad en él.
Cuando miente,
habla conforme a lo que es,
porque es mentiroso y padre de la mentira.
8:45 Pero a mí no me creen,
porque les digo la verdad.
8:46 ¿Quién de ustedes probará que tengo pecado?
Y si les digo la verdad,
¿por qué no me creen?
8:47 El que es de Dios
escucha las palabras de Dios;
si ustedes no las escuchan,
es porque no son de Dios".
8:48 Los judíos le replicaron: "¿No tenemos razón al decir que eres un samaritano y que estás endemoniado?" Jesús respondió:
8:49 "Yo no estoy endemoniado,
sino que honro a mi Padre,
y ustedes me deshonran a mí.
8:50 Yo no busco mi gloria;
hay alguien que la busca,
y es él el que juzga.
8:51 Les aseguro
que el que es fiel a mi palabra,
no morirá jamás".

Jesús y Abraham
8:52 Los judíos le dijeron: "Ahora sí estamos seguros de que estás endemoniado. Abraham murió, los profetas también, y tú dices:
"El que es fiel a mi palabra,
no morirá jamás".
8:53 ¿Acaso eres más grande que nuestro padre Abraham, el cual murió? Los profetas también murieron. ¿Quién pretendes ser tú?"
8:54 Jesús respondió:
"Si yo me glorificara a mí mismo,
mi gloria no valdría nada.
Es mi Padre el que me glorifica,
el mismo al que ustedes llaman" nuestro Dios",
8:55 y al que, sin embargo, no conocen.
Yo lo conozco
y si dijera: "No lo conozco",
sería, como ustedes, un mentiroso.
Pero yo lo conozco y soy fiel a su palabra.
8:56 Abraham, el padre de ustedes,
se estremeció de gozo, esperando ver mi Día:
lo vio y se llenó de alegría".
8:57 Los judíos le dijeron: "Todavía no tienes cincuenta años ¿y has visto a Abraham?"
8:58 Jesús respondió:
"Les aseguro
que desde antes que naciera Abraham,
Yo Soy".
8:59 Entonces tomaron piedras para apedrearlo, pero Jesús se escondió y salió del Templo.


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