lunes 23 2019

EL NACIMIENTO DE JUAN BAUTISTA

Malaquías 3,1-4.23-24

Así dice el Señor: "Mirad, yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino ante mí. De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis, el mensajero de la alianza que vosotros deseáis. Miradlo entrar -dice el Señor de los ejércitos-. ¿Quién podrá resistir el día de su venida?, ¿quién quedará en pie cuando aparezca? Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero: se sentará como un fundidor que refina la plata, como a plata y a oro refinará a los hijos de Leví, y presentarán al Señor la ofrenda como es debido. Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, como en los años antiguos. Mirad: os enviaré al profeta Elías antes de que llegue el día del Señor, grande y terrible. Convertirá el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, para que no tenga que venir yo a destruir la tierra."




Salmo 24

Señor, enséñame tus caminos, / instrúyeme en tus sendas: / haz que camine con lealtad; / enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R.

El Señor es bueno y es recto, / y enseña el camino a los pecadores; / hace caminar a los humildes con rectitud, / enseña su camino a los humildes. R.

Las sendas del Señor son misericordia y lealtad / para los que guardan su alianza y sus mandatos. / El Señor se confía con sus fieles / y les da a conocer su alianza. R.




Lucas 1,57-66









A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban.

A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo: "¡No! Se va a llamar Juan." Le replicaron: "Ninguno de tus parientes se llama así." Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: "Juan es su nombre." Todos se quedaron extrañados.

Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo: "¿Qué va a ser este niño?" Porque la mano del Señor estaba con él.


Homilías escritas


1. Será como fuego, como lejía de lavandero


1.1 El dulce ambiente del pesebre puede ocultarnos el drama inmenso que esconden las pajas, las lágrimas y los pañalitos. Los profetas, en tono como el de Malaquías, hablaron con fuerza y una seriedad infinita sobre la visita de Dios. Y esto es bueno recordarlo para no trivializar la Navidad en el solo despliegue de ternuras humanas y de lazos gratos de antiguas amistades.

1.2 Uno puede preguntarse qué pasó. La visita de Dios, el Día del Señor, fue siempre presentado como un acontecimiento terrible y grave. La mansedumbre de Jesús, desde el pesebre mismo, pareciera contradecir todo lo anunciado por los profetas, que nos hablaban de juicio, fuego, conmoción del universo. Por contraste, el que viene es humilde, oculto, más próximo a la ternura que a la dureza. ¿Por qué?

1.3 Sólo hay dos explicaciones posibles: o Dios cambió sus planes, por así decirlo, o ese "gran día" no ha llegado aún. Una lectura de los textos apocalípticos de los evangelios nos convence de que debemos adoptar la segunda respuesta. El día del fuego, el día de la gran purificación es inseparable de Cristo pero no corresponde al comienzo de su misterio sino a su desenlace, a su gran final, que corresponde a su retorno glorioso.

1.4 De esto aprendemos dos cosas. Primera, hay un vínculo profundo que nos une con el judaísmo creyente. De algún modo es cierto que lo que ellos esperan nosotros lo esperamos. El Día grande es objeto de la esperanza judía y de la esperanza cristiana, aunque para nosotros hay una perspectiva y un conocimiento que proviene de la revelación de la Palabra en nuestra carne.

1.5 Segunda cosa que aprendemos: el misterio de Navidad debe ser "completado" con el misterio de la Pascua. El Bebé está en nuestras manos pero no para hagamos de él lo que nos plazca sino para abrir nuestros corazones con su humildad de modo que toda su salvación se apodere de nosotros y reine en nosotros.



2. Se llamará Juan


2.1 Hasta cierto punto Juan Bautista retrata más de cerca la terrible llegada del día del juicio. Su palabra va en esa línea sin duda: "decía a las multitudes que acudían para que él las bautizara: ¡Camada de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira que vendrá? Por tanto, dad frutos dignos de arrepentimiento; y no comencéis a deciros a vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre, porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham de estas piedras. Y también el hacha ya está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego" (Lc 3,7-9).

2.2 Pero esta dureza de Juan es una señal de misericordia, pues ya Malaquías había entrevisto que el Bautista "hará que padres e hijos se reconcilien, de manera que, cuando yo venga, no tenga que entregar esta tierra al exterminio". No es tan malo ser corregido duramente, si esa corrección evita consecuencias que serían infinitamente peores y además eternas. La compasión tiene también rostro severo algunas veces.

2.3 ¿Por qué Zacarías evita que el niño se llame como él? Habría que preguntar mejor por qué quiere que se llame Juan. Este bello nombre, Iohannes, significa algo así como "la gracia, o la misericordia de Dios". Zacarías significa "memoria del Señor". Un cambio sutil pero que podemos entender en profundidad: la memoria, el recuerdo abre la puerta a una gracia nueva.


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