La Anunciación del Señor es una de las fiestas más antiguas de la Iglesia. El Hijo de Dios, se encarnó en la Virgen María por el Espíritu Santo
La Anunciación del Señor inaugura el evento en el que el Hijo de Dios hecho carne para consumir su sacrificio redentor en obediencia al Padre y ser el primero de la resucitada. La Iglesia, como María, está asociado a la obediencia a Cristo, viviendo sacramentalmente en la fe el significado de la Anunciación pascual. María es la hija de Sión, que corona la larga espera, da la bienvenida a su "Fiat" y concibe por el Espíritu al Santo Salvador. En ella, la promesa dada a la Virgen Madre y al pueblo, se transforma en el nuevo Israel, la Iglesia de Cristo. Los nueve meses entre la concepción y el nacimiento del Salvador explican la fecha de hoy de la solemnidad del 25 de diciembre.
Fiesta: 25 de marzo.
Martirologio romano: Solemnidad de la Anunciación del Señor, cuando en la ciudad de Nazaret, el ángel del Señor hizo el anuncio a María: "He aquí, concebirás y darás a luz a un hijo, y será llamado Hijo del Altísimo", y María respondiendo dijo: "He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra ". Y así, logra la plenitud de los tiempos, el que era antes de los siglos, el unigénito Hijo de Dios, quien por nosotros los hombres y por nuestra salvación, se encarnó en el seno de la Virgen María por el Espíritu Santo, y se hizo hombre.
La Anunciación del Señor.
La Fiesta de la Anunciación del Señor, es una de las más antiguas de la Iglesia. En ella se conmemora la Encarnación del Hijo de Dios en el seno de María, nueve meses antes de su nacimiento.
El relato evangélico dice que el arcángel Gabriel se aparece a María y le anuncia que va a ser la madre del Salvador. María acepta la misión que Dios le confía respondiendo al ángel: "Hágase en mí según tu palabra".
Esta fiesta tuvo diversas denominaciones tradicionales: Anunciación del Señor, Fiesta de la Encarnación, Inicio de la Redención, Anunciación de la Santísima Virgen María. Con esta última fue celebrada desde tiempo inmemorial hasta la reforma de 1970, en que se llama Anunciación del Señor
La solemnidad de la Anunciación del Señor nos narra el encuentro maravilloso entre Dios y el hombre, representado en María que acepta la voluntad del Señor.
El Creador, con este acto, nos invita a colaborar en la transformación de la sociedad, pues Él mismo sabe que la derrota inicial del hombre no podía ser duradera.
La fidelidad de Dios, en el momento de la anunciación del Señor, viene a transformar o reconstruir a la sociedad y lo seguirá realizando cuantas veces sea necesario mediante su amor infinito.
En el relato de los orígenes, narrado sobre todo en el libro del Génesis, la primera pareja (Adán y Eva) aunque escuchando a Dios, también escuchó con agrado al Tentador, y sin preguntas aclaratorias se dejó engañar.
Ahora, la generación de María, que corresponde al tiempo del Nuevo Testamento, escucha a Dios y, clarificando sus dudas, evita seguir los pasos de la primera generación.
Recorrido por la Anunciación.
Para comprender más a fondo el maravilloso momento de la Anunciación del Señor, es necesario tener en consideración el proyecto de Dios: enviar a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a la humanidad.
Recordemos que en el Antiguo Testamento, el pueblo experimentaba lejana la presencia de Dios, por ello encontramos mediadores como Abraham, Moisés y los Profetas, quienes comunicaban al pueblo la voluntad divina.
Pero aquella presencia lejana llegará a su culmen cuando la elegida de Dios, la Virgen María, acepte ser la Madre de Aquél que llega a redimir una humanidad sedienta de amor y paz.
Anunciación del Señor: Fiesta para la humanidad.
Gracias a la respuesta positiva de María, la sociedad, en Jesucristo, conoce el plan de Dios para el hombre.
Este es un día de fiesta porque recordamos el inicio de la divinización del hombre y la humanización de Dios; es un momento privilegiado porque nos adentramos en el misterio de Dios que quiere expresarse en nuestro lenguaje haciéndose uno de tantos.
San Lucas nos narra, con un maravilloso género literario, el momento cuando María aceptó la misión que Dios le pedía: "ser la Madre del Salvador" (Lucas 1,30-38)
Respuesta de María al anuncio del Ángel.
Después de las aclaraciones oportunas de María con el Ángel aparece el "Sí (fiat)" de la Madre de Dios:
"Yo soy la esclava del Señor: que se cumpla en mí tu palabra". (Lucas 1,38)
Con el sí de María se cumple aquello que el apóstol Pablo describe en la carta a los Gálatas (4, 4): Al cumplirse el tiempo, mandó Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, para redimir a los que estábamos bajo la Ley, para que recibiéramos la adopción de hijos.
Desde el momento del "Sí (fiat)" de María, su vida cotidiana cambió: abraza con plena responsabilidad la maternidad divina e inicia una nueva época en que la Iglesia y toda la humanidad se encuentra con Dios mediante la persona de Jesucristo.
A pesar de que María dio, con plena libertad, su sí total, humanamente siguió un proceso oscuro de fe, ya que muchas cosas no las comprendía, sino que las guardaba en su corazón. (Lucas 2,19)
Hoy, todos debemos preguntarnos cuál es la respuesta que doy al llamado de Dios. ¿Tenemos miedo de lo que el Señor pueda pedirnos? Dejémonos sorprender por Dios, con su entrada sorpresiva en nuestra vida estaríamos afirmando como María ese "Sí" rotundo y ese "Hágase" en plan de Salvación que Jesús tiene para cada uno de nosotros.
Oración por la Anunciación del Señor.
Oh amado Señor, como María quiero estar abierto siempre a la acción del Espíritu Santo, configurarme completamente a tu amor y tu misericordia.
Soy también tu esclavo, tu siervo, atento siempre a escuchar tu Palabra y hacerla una acción de vida.
Acepto tus mandatos y tu voluntad en la mía. Dame la humildad para reconocerte siempre en la pequeñez de mis actos.
Quiero permitir que Jesús nazca en mi corazón, que lo transforme y obre según su voluntad.
Oh Señor, quiero adorarte en Espíritu y verdad, adorar tu gran misterio de encarnación y de salvación.
Tanto es tu amor que te hiciste como uno de nosotros. Debo responder a ese gran misterio con generosidad y sencillez, como lo hizo María, nuestra madre, quien supo escucharte y obedecerte desde siempre.
Por Jesucristo, Nuestro Señor.
Amén
Qriswell Quero, PildorasdeFe.net | Con aportes de: Padre Guillermo Gándara Estrada
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