martes 10 2020

REFLEXIÓN DEL EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 23, 1 - 12











El Evangelio (Mt 23:1-12) forma parte de la larga crítica de Jesús en contra los escribas y los fariseos. Es un texto muy severo, sin embargo, no hay que ser injustos con los escribas y los fariseos, ya que el objetivo de Jesús es condenar la incoherencia y la falta de sinceridad en la relación con Dios y el otro, pues existe hipocresía, obviamente tanto en ellos como en nosotros. Jesús toma de punto de partida el error básico que, se manifiesta de diversas maneras, los escribas y los fariseos «dicen una cosa pero no la hacen»; es decir, el motivo del ataque es la incoherencia entre la palabra o lo que dice y la acción o lo que hacen, pues hablan pero no practican. Luego, Jesús reconoce la autoridad de los escribas y los fariseos, así como su conocimiento de la Palabra de Dios, pues están sentados en la cátedra de Moisés pero invita a no imitar su conducta de imponer cargas a los demás que ellos no cumplen. Refuerza su idea exponiendo que a nadie se debe llamar maestro, pues todos son hermanos entre sí y sólo Jesús, es el Maestro, ni padre porque sólo uno lo es, el Padre celestial tampoco director, porque Cristo es el único director. Ahora bien, cada uno de nosotros, en diversas ocasiones, también impone a los demás cargas pesadas e insoportables que uno no cumple; buscando llamar la atención, pues nos encanta ser reconocidos y ensalzados. Error que se debe combatir asumiendo una actitud de servicio, de ahí que Jesús diga: “El mayor entre vosotros será vuestro servidor”; ya que existe una la ley básica: Todos somos hermanos entre sí y Dios es nuestro Padre, por eso sólo Jesús es el Maestro y el Director, y añade: “Pues, el que se ensalce será humillado, y el que se humille será ensalzado!” Así, Jesús hace un fuerte llamado al servicio y a la humildad tanto con Dios como con los demás, ese debe ser el actuar un discípulo de Jesús: Seguir su ejemplo, teniendo coherencia entre lo que dice y hace; en otras palabras revestirse de Cristo, ser otro Cristo en todo orden y sentido: sus rasgos, mentalidad, su conducta pero sobre todo su amor a Dios, cuyo supremo atributo es la Misericordia y hacia los demás, a quienes debo reflejar el rostro del Padre, amándolos hasta el extremo, incluso entregando la vida misma. ¡Jesús, en Ti confío!


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