Por: P. Octavio Ortíz | Fuente: Catholic.net
Sagrada Escritura:
Sir 24, 1-4. 8-12;
Sal 147;
Ef 1, 3-6. 15-18;
Jn 1, 1-18
Nexo entre las lecturas
Jesús, el Verbo hecho carne y que ha puesto su casa entre nosotros (evangelio), es la sabiduría de Dios entre los hombres. Una sabiduría que existe desde el principio, que puso su tienda en Jacob y en Jerusalén ha asentado su poder (primera lectura). Una sabiduría que, no siendo humana, hemos de pedirla al Espíritu para que Él nos haga comprender y nos dé a conocer cuál es la esperanza a la que hemos sido llamados, y la gloria otorgada en herencia a su pueblo (segunda lectura). Una sabiduría que goza de poder creador y de cuya plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia (evangelio).
Mensaje doctrinal
1. El Jesús del Evangelio. El prólogo que leemos en este domingo sintetiza los grandes rasgos del misterio de Jesucristo, teniendo como trasfondo un paralelismo con la sabiduría personificada, que hace su propio elogio, y que evidentemente Cristo supera. Jesús es un "hombre eterno", con un principio sin principio junto a Dios (Jn 1,1-2); la sabiduría por su parte dice de sí: "Antes de los siglos, desde el principio, me creó, y nunca dejaré de existir" (Sir 24,9). Jesús es con el Padre el creador de todo y sin él nada se hizo de cuanto llegó a existir (Jn 1,3). La sabiduría a su vez dice que "cuando Dios establecía los cielos, allí estaba yo... cuando echaba los cimientos de la tierra, a su lado estaba yo, como confidente" (Prov 8, 27-30). Jesús es la vida y el camino para llegar a ella y la verdad que la da sustancia y peso (Jn 1,4; 14,6). La sabiduría a su vez dice de sí que "quien me encuentra, encuentra la vida, y alcanza el favor del Señor" (Prov 8,35). Jesús es la luz verdadera que ilumina a todo hombre (Jn 1, 9), y el sabio "hará brillar la instrucción que ha recibido, y su orgullo será la ley de la alianza del Señor (Sir 39,8). Jesucristo es la plenitud de todo (Jn 1, 16), y "los pensamientos de la sabiduría son más anchos que el mar, sus designios más profundos que el gran abismo" (Sir 24,29).
Éste es el Jesús que la Iglesia predica y hace presente en medio del tiempo y de la historia de los pueblos. La Iglesia lo hace presente, no por luces propias o a causa de poderosos instrumentos humanos, sino que Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, ilumina los ojos de su corazón para que lo conozca (Ef 1, 18), de modo que en tal conocimiento colaboren la inteligencia y el amor. En este sentido todo cristiano es un "iluminado", pero no por la ciencia de los hombres, sino por la ciencia de Dios. Aquí reside la verdadera sabiduría de la Iglesia, que tiene en Dios su origen y su camino y su destino.
2. La respuesta del hombre a Jesús. La Biblia no deja de decir claramente que quien no acepta la sabiduría de Dios es un necio (cf Sal 14 y 53). La "necedad" es el resultado de quien no acoge la sabiduría de Dios y, por tanto, no recibe a Jesucristo en su corazón y en su vida. Por el contrario, quien acoge a Jesucristo, incluso hasta en el escándalo de la cruz, posee la sabiduría de Dios, ya que Cristo se ha hecho para nosotros sabiduría divina, salvación, santificación y redención (cf 1Cor 1, 18-31). En todo ello existe la paradoja de que Dios desvela su sabiduría a los humildes y sencillos, a la vez que destruye la sabiduría de los sabios y hace fracasar la inteligencia de los inteligentes (Cf Is 29,14). El hombre está obligado a dar una respuesta al misterio de Jesús. ¿Será de acogida o de rechazo? ¿Será de necedad o de sabiduría?
Sugerencias pastorales
1. La sabiduría cristiana. El mundo está lleno de ciencia, pero en buena parte desprovisto de sabiduría. Con la ciencia el hombre aprende a manejar las cosas, con la sabiduría aprende a ser señor de sí mismo y a orientar su vida por los caminos de Dios. La ciencia da a luz al progreso y al desarrollo en todos los ámbitos de la existencia humana y del mismo universo, la sabiduría da a luz a la prudencia y a toda virtud, da a luz a la santidad. La ciencia hace la vida más llevadera y fácil, más dinámica e intensa, la sabiduría hace la vida más armoniosa y más feliz. Con la ciencia el hombre se está superando constantemente a sí mismo, con la sabiduría el hombre llega hasta Dios y adquiere la "mente" de Dios. La ciencia es un producto maravilloso del hombre, la sabiduría es un don estupendo de Dios... No es que haya que contraponer la ciencia humana y la sabiduría cristiana. Ambas pueden ser posesión del hombre y ennoblecerlo en su poder y dignidad. Como la razón y la fe, la ciencia y la sabiduría son dos alas con las que el hombre vuela en su peregrinación hacia Dios.
2. La Iglesia de la Palabra. La Iglesia es obra de la Palabra de Dios, su prolongación en el tiempo. La Iglesia no se pertenece, pertenece a la Palabra. Por eso, su primera tarea es tomar conciencia de sí misma, de su origen y de su misión entre los hombres; una toma de conciencia no sólo de la jerarquía, sino de todos los fieles cristianos. Por eso, debe predicar la Palabra sin cesar, en todos los rincones del planeta; predicarla con autoridad como elegida por Dios para esta misión y con humildad, como servidora de los misterios de Dios. Por eso, debe predicarla con competencia, para que la Palabra sea conocida y aceptada; debe predicarla con integridad, para no mutilar la Palabra de Dios. Por eso, no debe predicarse a sí misma, sino a la Palabra, al Verbo de Dios hecho carne. ¿Cómo es, sacerdote, tu predicación? ¿Haces resonar verdaderamente en tu predicación la Palabra de Dios? Para que la palabra de la Iglesia, la palabra de cada uno de sus hijos, sea eficaz en el mundo y en el ambiente particular de cada uno, ésta tiene que llegar a ser la Iglesia de la Palabra.
Por: P. Octavio Ortiz | Fuente: Catholic.net
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