jueves 18 2025

VIERNES 19 DE DICIEMBRE DE 2025 -- Lc 1, 5 - 25 -- EL NACIMIENTO DE JUAN, EL BAUTISTA








Evangelio (Lc 1,5-25): Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote, llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una mujer descendiente de Aarón, que se llamaba Isabel; los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos de avanzada edad.


Sucedió que, mientras oficiaba delante de Dios, en el turno de su grupo, le tocó en suerte, según el uso del servicio sacerdotal, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso. Toda la multitud del pueblo estaba fuera en oración, a la hora del incienso. Se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verle Zacarías, se turbó, y el temor se apoderó de él. El ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, y a muchos de los hijos de Israel, les convertirá al Señor su Dios, e irá delante de Él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto».


Zacarías dijo al ángel: «¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad». El ángel le respondió: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena nueva. Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo».


El pueblo estaba esperando a Zacarías y se extrañaban de su demora en el Santuario. Cuando salió, no podía hablarles, y comprendieron que había tenido una visión en el Santuario; les hablaba por señas, y permaneció mudo. Y sucedió que cuando se cumplieron los días de su servicio, se fue a su casa. Días después, concibió su mujer Isabel; y se mantuvo oculta durante cinco meses diciendo: «Esto es lo que ha hecho por mí el Señor en los días en que se dignó quitar mi oprobio entre los hombres».


El pasaje de Lucas 1, 5-25 narra el anuncio del nacimiento de Juan el Bautista al sacerdote Zacarías. Desde una perspectiva católica, esta sección marca el paso del Antiguo al Nuevo Testamento, destacando la fidelidad de Dios a sus promesas. 


La justicia de Zacarías e Isabel: Se les describe como "justos ante Dios", cumpliendo los mandamientos de forma irreprochable. Su esterilidad y edad avanzada evocan las historias de Abraham y Sara, subrayando que para Dios nada es imposible.


El marco litúrgico: El anuncio ocurre en el Templo, el lugar más sagrado del judaísmo, durante la hora del incienso. Esto indica que Juan es la culminación del culto de Israel y el puente hacia la llegada del Mesías.


La misión de Juan: El ángel Gabriel revela que Juan será grande ante el Señor, estará lleno del Espíritu Santo desde el vientre y preparará un "pueblo bien dispuesto". Su misión es reconciliar corazones y convertir a los rebeldes a la prudencia de los justos.


La duda y el silencio de Zacarías: Al pedir una señal externa, Zacarías muestra una fe vacilante. Su mudez es una disciplina espiritual: representa que el Antiguo Testamento debe callar ante la "novedad" que Dios está por realizar. Su lengua se soltará solo cuando acepte plenamente la Palabra de Dios en el nacimiento de su hijo.


La "afrenta" de Isabel: En la cultura de la época, la esterilidad era vista como una vergüenza social. El versículo 25 refleja su gratitud porque Dios "se dignó quitar mi afrenta", reconociendo que la vida es un don divino y no una capacidad humana. 


Aplicación espiritual

Para la Iglesia, este relato invita a confiar en que la oración siempre es escuchada, aunque la respuesta llegue en un tiempo distinto al esperado. También es una llamada a reconocer el valor de cada vida humana desde la concepción, como lo demuestra la consagración de Juan antes de nacer. 








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