martes 20 2012

EL HIJO DEL HOMBRE A VENIDO A BUSCAR Y A SALVAR LO QUE ESTABA PERDIDO.


Apocalipsis 3, 1-6.14-22

Yo, Juan, oí cómo el Señor me decía:


«Al ángel de la Iglesia de Sardes escribe así:


"Esto dice el que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas: Conozco tus obras; tienes nombre como de quien vive, pero estás muerto. Ponte en vela, reanima lo que te queda y está a punto de morir. Pues no he encontrado tus obras perfectas a los ojos de mi Dios. Acuérdate, por tanto, de cómo recibiste y oíste mi palabra: guárdala y arrepiéntete. Porque, si no estás en vela, vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. Ahí en Sardes tienes unos cuantos que no han manchado su ropa; ésos irán conmigo vestidos de blanco, pues se lo merecen.


El que salga vencedor se vestirá todo de blanco, y no borraré su nombre del libro de la vida, pues ante mi Padre y ante sus ángeles reconoceré su nombre. Quien tenga oídos, oiga lo que dice el Espíritu las Iglesias."


Al ángel de la Iglesia de Laodicea escribe así:


"Habla el Amén, el testigo fidedigno y veraz, el principio de la creación de Dios: Conozco tus obras, y no eres frío ni caliente. Ojalá fueras frío o caliente, pero como estás tibio y no eres frío ni caliente, voy a escupirte de mi boca. Tú dices: 'Soy rico, tengo reservas y nada me alta'. Aunque no lo sepas, eres desventurado y miserable, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me compres oro refinado en el fuego, y así serás rico; y un vestido blanco, para ponértelo y que no se vea tu vergonzosa desnudez; y colirio para untártelo en los ojos y ver.


A los que yo amo los reprendo y los corrijo. Sé ferviente y arrepiéntete. Estoy a la puerta llamando: si alguien oye y me abre, entraré y comeremos juntos.


Al que salga vencedor lo sentaré en mi trono, junto a mí; lo mismo que yo, cuando vencí, me senté en el trono de mi Padre, junto a él. Quien tenga oídos, oiga lo que el Espíritu a las Iglesias." »





Salmo 14



El que procede honradamente / y practica la justicia, / el que tiene intenciones leales / y no calumnia con su lengua. R.


El que no hace mal a su prójimo / ni difama al vecino, / el que considera despreciable al impío / y honra a los que temen al Señor. R.


El que no presta dinero a usura / ni acepta soborno contra el inocente. / El que así obra nunca fallará. R.





Lucas 19, 1-10


En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad.

Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.


Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo:


-«Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.»


Él bajó en seguida y lo recibió muy contento.


Al ver esto, todos murmuraban, diciendo:


-«Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.»


Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor:


-«Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.»


Jesús le contestó:


-«Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán.


Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.»




COMENTARIO



1. Cristo viene como un ladrón



1.1 A veces uno piensa: ¡con quiénes se compara este Jesús! Hoy se compara con un ladrón, y no es la primera vez (cf. Mt 24,43). No falta verdad a esta comparación. Cristo es un ladrón porque se va a llevar todo, sin nuestro consentimiento y a la hora menos pensada.


1.2 Mas su "robo" no inquieta a quienes, obedeciendo sus palabras, ya tienen sus "tesoros en el cielo" (cf. Mt 6,19-20). Que Cristo se lleve todo no preocupa a quienes ya son totalmente de Cristo. Tiemblen, en cambio, quienes han hecho de este mundo y esta vida toda su esperanza. La muerte y el juicio sólo pueden ser malas noticias, pésimas noticias para ellos, y naturalmente su mente intenta rechazar la sola mención del final de sus días. Ya decía san Agustín que niega a Dios quien no le conviene que Dios exista.


2. Ni frío ni caliente


2.1 A la iglesia de Laodicea se le dirigen duras palabras: "eres sólo tibio; ni caliente ni frío. Por eso voy a vomitarte de mi boca" (Ap 3,16). Son muchas las interpretaciones sobre qué significa esta temperatura, y no es fácil llegar a una respuesta satisfactoria. Si "caliente" alude a lo deseable, por ejemplo, arder de amor por Dios, entonces "frío" sería estar en gravísimo pecado, indiferencia o incluso odio hacia Dios. ¿Cómo va a ser mejor estar en esta condición que en simple tibieza espiritual? El problema aparece planteado en El Diálogo de Santa Catalina de Siena.


2.2 Otra interpretación mira a "frío" y "caliente" no como partes de una escala, por ejemplo de lo bueno hacia lo malo, sino simplemente como dos condiciones que son aceptables para las bebidas que tomamos. ¿Por qué, en efecto, suponer que "caliente" es sinónimo de "bueno"? La inmensa mayoría de nosotros preferimos para la sed tomar agua fría que agua caliente. Según esto, el sentido sería: entre dos bienes posibles puede esconderse un mal detestable. El agua caliente sirve para cocinar; el agua fría sirve para beber; el agua tibia... para vomitar.


2.3 La repugnancia por la tibieza está relacionada en todo caso con el rechazo al corazón dividido, propio de las almas infieles. No olvidemos que Elías fustigó al pueblo por esa indecisión: "¿Hasta cuándo vacilaréis entre dos opiniones? Si el SEÑOR es Dios, seguidle; y si Baal, seguidle a él. Pero el pueblo no le respondió ni una palabra" (1 Re 18,21). No importa qué interpretación sigamos, la tibieza es amor que no se decide, y ello es detestable ante Dios.


3. Un gran pecado como ocasión para una enorme gracia


3.1 El pasaje del evangelio de hoy nos abre otra perspectiva sobre el mismo tema. Después de todo es posible que la interpretación más común sobre lo frío y lo caliente tenga su lugar. Caer no es tan malo si la providencia de Dios nos permite con ello tocar fondo, como de hecho sucedió a muchos de quienes conocían a Jesús. Lo malo del agua tibia es que aún cree que es caliente, mientras que si se descubriera ya fría, podría despertar de su engaño y ponerse en camino de conversión.


3.2 Zaqueo era un hombre tan malo que no podía considerarse bueno. Esto, que parece elemental, encierra una verdad inmensa y una oportunidad maravillosa. Sus ojos buscaban a Jesús, su corazón deseaba conocerle. También una vida muy mala puede ser ocasión para una gracia muy grande.


3.3 El pasaje de Zaqueo nos enseña otra cosa: la relación entre el amor y la alegría. Zaqueo recibe la visita de Jesús como un maravilloso regalo; una prenda de amor tanto más bella cuanto menos merecida. Por eso su alegría ante Jesús es inmensa. Si pensamos en nuestras tibiezas ante el sacramento eucarístico, sea como sacerdotes, religiosos o bautizados, podremos descubrir en nuestra falta de alegría y de fervor una falta también de amor. Ni la disciplina ni la observancia puntual de las normas puede reemplazar esta falta de amor. Hemos de pedirla al Dueño de vidas y corazones, único que puede bendecir con renovada gracia nuestras almas.





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SAN LUCAS, CAPÍTULO 19




La conversión de Zaqueo

19:1 Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad.
19:2 Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos.
19:3 Él quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura.
19:4 Entonces se adelantó y subió a un sicómoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí.
19:5 Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: "Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa".
19:6 Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.
19:7 Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: "Se ha ido a alojar en casa de un pecador".
19:8 Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: "Señor, ahora mismo voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más".
19:9 Y Jesús le dijo: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham,
19:10 porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido".

La parábola de las monedas de plata

Mateo 25, 14-30

19:11 Como la gente seguía escuchando, añadió una parábola, porque estaba cerca de Jerusalén y ellos pensaban que el Reino de Dios iba a aparecer de un momento a otro.

19:12 Él les dijo: "Un hombre de familia noble fue a un país lejano para recibir la investidura real y regresar en seguida.
19:13 Llamó a diez de sus servidores y les entregó cien monedas de plata a cada uno, diciéndoles: "Háganlas producir hasta que yo vuelva".
19:14 Pero sus conciudadanos lo odiaban y enviaron detrás de él una embajada encargada de decir: "No queremos que este sea nuestro rey".
19:15 Al regresar, investido de la dignidad real, hizo llamar a los servidores a quienes había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno.
19:16 El primero se presentó y le dijo: "Señor, tus cien monedas de plata han producido diez veces más".
19:17 "Está bien, buen servidor, le respondió, ya que has sido fiel en tan poca cosa, recibe el gobierno de diez ciudades".
19:18 Llegó el segundo y le dijo: "Señor, tus cien monedas de plata han producido cinco veces más".
19:19 A él también le dijo: "Tú estarás al frente de cinco ciudades".
19:20 Llegó el otro y le dijo: "Señor, aquí tienes tus cien monedas de plata, que guardé envueltas en un pañuelo.
19:21 Porque tuve miedo de ti, que eres un hombre exigente, que quieres percibir lo que no has depositado y cosechar lo que no has sembrado".
19:22 Él le respondió: "Yo te juzgo por tus propias palabras, mal servidor. Si sabías que soy un hombre exigente, que quiero percibir lo que no deposité y cosechar lo que no sembré,
19:23 ¿por qué no entregaste mi dinero en préstamo? A mi regreso yo lo hubiera recuperado con intereses".
19:24 Y dijo a los que estaban allí: "Quítenle las cien monedas y dénselas al que tiene diez veces más".
19:25 "¡Pero, señor, le respondieron, ya tiene mil!"
19:26 Les aseguro que al que tiene, se le dará; pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Mateo 13, 12 Mateo 25, 29 Marcos 4, 25 Lucas 8, 18
19:27 En cuanto a mis enemigos, que no me han querido por rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia".
19:28 Después de haber dicho esto, Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén.

LA ACTIVIDAD DE JESÚS EN JERUSALÉN


La entrada mesiánica en Jerusalén

Mateo 21, 1-11 / Marcos 11, 1-11 / Juan 12, 12-19

19:29 Cuando se acercó a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles:

19:30 "Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo;
19:31 y si alguien les pregunta: "¿Por qué lo desatan?", respondan: "El Señor lo necesita"".
19:32 Los enviados partieron y encontraron todo como él les había dicho.
19:33 Cuando desataron el asno, sus dueños les dijeron: "¿Por qué lo desatan?"
19:34 Y ellos respondieron: "El Señor lo necesita".
19:35 Luego llevaron el asno adonde estaba Jesús y, poniendo sobre él sus mantos, lo hicieron montar.
19:36 Mientras él avanzaba, la gente extendía sus mantos sobre el camino.
19:37 Cuando Jesús se acercaba a la pendiente del monte de los Olivos, todos los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios en alta voz, por todos los milagros que habían visto.
19:38 Y decían:
"¡Bendito sea el Rey que viene
en nombre del Señor! Salmo 118, 26 Mateo 21, 9 Mateo 23, 39 Marcos 11, 9 Lucas 13, 35 Juan 12, 13
¡Paz en el cielo
y gloria en las alturas!".
19:39 Algunos fariseos que se encontraban entre la multitud le dijeron: "Maestro, reprende a tus discípulos".
19:40 Pero él respondió: "Les aseguro que si ellos callan, gritarán las piedras".

Lamentación de Jesús sobre Jerusalén

19:41 Cuando estuvo cerca y vio la ciudad, se puso a llorar por ella,
19:42 diciendo: "¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos.
19:43 Vendrán días desastrosos para ti, en que tus enemigos te cercarán con empalizadas, te sitiarán y te atacarán por todas partes.
19:44 Te arrasarán junto con tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios".

La expulsión de los vendedores del Templo

Mateo 21, 12-17 / Marcos 11, 15-19 / Juan 2, 13-17

19:45 Y al entrar al Templo, se puso a echar a los vendedores,

19:46 diciéndoles: "Está escrito: Mi casa será una casa de oración, Isaías 56, 7 Isaías 60, 7 Mateo 21, 13 Marcos 11, 17 pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones". Jeremías 7, 11 Mateo 21, 13 Marcos 11, 17

La enseñanza de Jesús en el Templo

Marcos 11, 18

19:47 Y diariamente enseñaba en el Templo. Mateo 26, 55 Marcos 14, 49 Lucas 21, 37 Los sumos sacerdotes, los escribas y los más importantes del pueblo, buscaban la forma de matarlo.

19:48 Pero no sabían cómo hacerlo, porque todo el pueblo lo escuchaba y estaba pendiente de sus palabras.




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