Isaías 52,13-53,12
Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se
espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto
humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al
ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito. ¿Quien creyó nuestro anuncio?,
¿a quién se reveló el brazo del Señor? Creció en su presencia como brote, como
raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente,
despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a
sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado.
Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos
leproso, herido de Dios y humillado; pero él fue traspasado por nuestras
rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó
sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno
siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes.
Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como cordero
llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la
boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, ¿quién meditó en su destino?
Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo
hirieron. Le dieron sepultura con los malvados, y una tumba con los
malhechores, aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca.
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como
expiación; verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere
prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se
saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los
crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una
muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los
pecadores, él tomo el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.
Salmo 30
A ti, Señor, me acojo: / no quede yo nunca defraudado; / tú, que eres
justo, ponme a salvo. / A tus manos encomiendo mi espíritu: / tú, el Dios leal,
me librarás. R.
Soy la burla de todos mis enemigos, / la irrisión de mis vecinos, / el
espanto de mis conocidos; / me ven por la calle, y escapan de mí. / Me han
olvidado como a un muerto, / me han desechado como a un cachorro inútil. R.
Pero yo confío en ti, Señor, / te digo: "Tú eres mi Dios." / En
tu mano están mis azares; / líbrame de los enemigos que me persiguen. R.
Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, / sálvame por tu misericordia. / Sed
fuertes y valientes de corazón, / los que esperáis en el Señor. R.
Hebreos 4,14-16;5,7-9
Hermanos: Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote
grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios. No tenemos un sumo
sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido
probado con todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso,
acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y
encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.
Juan 18,1-19,42
C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del
torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos.
Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo
allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de
los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas.
Jesús sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelanto y les dijo:
+. "¿A quién buscáis?"
C. Le contestaron:
S. "A Jesús, el Nazareno."
C. Les dijo Jesús:
+. "Yo soy."
C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: "Yo
soy", retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:
+. "¿A quién buscáis?"
C. Ellos dijeron:
S. "A Jesús, el Nazareno."
C. Jesús contestó:
+. "Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a
éstos."
C. Y así se cumplió lo que había dicho: "No he perdido a ninguno de
los que me diste." Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e
hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se
llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:
+. "Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no
lo voy a beber?"
C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús,
lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo
sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este consejo:
"Conviene que muera un solo hombre por el pueblo." Simón Pedro y otro
discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y
entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera
a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a
la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces
a Pedro:
S. "¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?"
C. Él dijo:
S. "No lo soy."
C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía
frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose. El
sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús
le contesto:
+. "Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente
en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho
nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han
oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo."
C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una
bofetada a Jesús, diciendo:
S. "¿Así contestas al sumo sacerdote?"
C. Jesús respondió:
+. "Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he
hablado como se debe, ¿por qué me pegas?"
C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote. Simón Pedro
estaba en pie, calentándose, y le dijeron:
S. "¿No eres tú también de sus discípulos?"
C. Él lo negó, diciendo:
S. "No lo soy."
C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro
le cortó la oreja, le dijo:
S. "¿No te he visto yo con él en el huerto?"
C. Pedro volvió a negar, y enseguida canto un gallo. Llevaron a Jesús de
casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio
para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera,
adonde estaban ellos, y dijo:
S. "¿Qué acusación presentáis contra este hombre?"
C. Le contestaron:
S. "Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos."
C. Pilato les dijo:
S. "Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley."
C. Los judíos le dijeron:
S. "No estamos autorizados para dar muerte a nadie."
C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a
morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
S. "¿Eres tú el rey de los judíos?"
C. Jesús le contestó:
+. "¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?"
C. Pilato replicó:
S. "¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han
entregado a mi; ¿qué has hecho?"
C. Jesús le contestó:
+. "Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi
guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino
no es de aquí."
C. Pilato le dijo:
S. "Conque, ¿tú eres rey?"
C. Jesús le contestó:
+. "Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido
al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi
voz."
C. Pilato le dijo:
S. "Y, ¿qué es la verdad?"
C. Dicho esto, salió otra vez a donde estaban los judíos y les dijo:
S. "Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros
que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los
judíos?"
C. Volvieron a gritar:
S. "A ése no, a Barrabás."
C. El tal Barrabás era un bandido. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó
azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la
cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le
decían:
S. "¡Salve, rey de los judíos!"
C. Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo:
S. "Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él
ninguna culpa."
C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color
púrpura. Pilato les dijo:
S. "Aquí lo tenéis."
C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:
S. "¡Crucifícalo, crucifícalo!"
C. Pilato les dijo:
S. "Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en
él."
C. Los judíos le contestaron:
S. "Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque
se ha declarado Hijo de Dios."
C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez
en el pretorio, dijo a Jesús:
S. "¿De dónde eres tú?"
C. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo:
S. "¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y
autoridad para crucificarte?"
C. Jesús le contestó:
+. "No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado
de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor."
C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:
S. "Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara
rey está contra el César."
C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó
en el tribunal, en el sitio que llaman "el Enlosado" (en hebreo
Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo
Pilato a los judíos:
S. "Aquí tenéis a vuestro rey."
C. Ellos gritaron:
S. "¡Fuera, fuera; crucifícalo!"
C. Pilato les dijo:
S. "¿A vuestro rey voy a crucificar?"
C. Contestaron los sumos sacerdotes:
S. "No tenemos más rey que al César."
C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, y él,
cargando con la cruz, salió al sitio llamado "de la Calavera" (que en
hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a
cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de
la cruz; en él estaba escrito: "Jesús, el Nazareno, el rey de los
judíos." Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar
donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego.
Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:
S. "No escribas: "El rey de los judíos", sino: "Éste ha
dicho: Soy el rey de los judíos.""
C. Pilato les contestó:
S. "Lo escrito, escrito está."
C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo
cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin
costura, tejida toda de una pieza de arriba a abajo. Y se dijeron:
S. "No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le
toca."
C. Así se cumplió la Escritura: "Se repartieron mis ropas y echaron a
suerte mi túnica". Esto hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús
estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la
Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo
a su madre:
+. "Mujer, ahí tienes a tu hijo."
C. Luego, dijo al discípulo:
+. "Ahí tienes a tu madre."
C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa. Después de
esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera
la Escritura dijo:
+. "Tengo sed."
C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada
en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó
el vinagre, dijo:
+. "Está cumplido."
C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
*(Todos se arrodillan, y se hace una pausa)
C. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se
quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día
solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran.
Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que
habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto,
no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le
traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da
testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que
también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura:
"No le quebrarán un hueso"; y en otro lugar la Escritura dice:
"Mirarán al que atravesaron." Después de esto, José de Arimatea, que
era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que
le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y
se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche,
y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de
Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre
los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto
un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los
judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí
a Jesús.
Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó
oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia
fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y,
llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en
autor de salvación eterna.
COMENTARIO
1. "Tendrá éxito..."
1.1 En este día, marcado por el dolor más grande, la primera frase que
hemos escuchado es sin embargo un grito de esperanza: "Mi siervo tendrá
éxito, crecerá y llegará muy alto....". Todo lo que sigue es espantoso en
la visión de Isaías y más terrible aún en el drama del calvario.
1.2 Pero ese sufrimiento inmenso no puede, no debe callar el primer
enunciado: "tendrá éxito". Ése, el Cristo de la cruz y las llagas; el
Señor insultado y escarnecido; el Rey de burlas y de blasfemias, ése,
precisamente ese, "tendrá éxito".
2 Ley de Amor
2.1 En la Cruz se cumple plenamente aquella extraña ley que parece gobernar
las escogencias del amor divino: ya de antiguo habíamos oído cómo se levantaba
la voz de los profetas clamando en favor del huérfano y la viuda, el levita y
el forastero. Los desclasificados, "los que sobran", los que no
cuentan para el mundo están muy delante de los ojos del Altísimo, que los
conoce y ama por su nombre.
2.2 Y Cristo, el Siervo de Dios, ese que, según el profeta, "ni
siquiera tenía figura humana" es en la Cruz como el embajador y síntesis
viva de todos ellos, los que nunca hemos querido ver, los que no reciben sino
desprecio y ante los que siempre se vuelve la espalda. Ahí, en la Cruz, Dios
abraza en amor a su Hijo Doliente, y en él a los dolientes del mundo y los
olvidados de la historia.
3. Sacerdote compasivo
3.1 La Carta a los Hebreos abre para nosotros otro camino de meditación al
gran misterio que celebramos en este día. En la segunda lectura, en efecto, hemos
oído que Cristo es nuestro "sacerdote compasivo". ¡Qué nombre tan
bello!
3.2 Sacerdote que ofrece la hostia de su Cuerpo; sacerdote que ofrece en el
cáliz de su pecho su propia Sangre; sacerdote que ora por nosotros y en nombre
nuestro se presenta como abogado y curador de nuestra causa; sacerdote, en fin,
que hace oír en los cielos la voz de nuestras miserias y dolores.
3.3 Sacerdote compasivo, porque conoce nuestros dolores, sabe de
tentaciones, es experto en sufrimiento, conocedor de la traición de sus amigos
y del odio de sus enemigos. Amador de los que salva y salvador de los que en él
buscamos refugio, sanación y nueva fuerza.
4. La Pasión del Señor
4.1 De tantas meditaciones preciosas sobre la ofrenda de Cristo al término
de su vida, escuchemos un aparte del párrafo 18 de la Carta Apostólica
"Salvifici Doloris", del Papa Juan Pablo II.
4.2 Cristo sufre voluntariamente y sufre inocentemente. Acoge con su
sufrimiento aquel interrogante que, puesto muchas veces por los hombres, ha
sido expresado, en un cierto sentido, de manera radical en el Libro de Job. Sin
embargo, Cristo no sólo lleva consigo la misma pregunta (y esto de una manera
todavía más radical, ya que El no es sólo un hombre como Job, sino el unigénito
Hijo de Dios), pero lleva también el máximo de la posible respuesta a este
interrogante. La respuesta emerge, se podría decir, de la misma materia de la
que está formada la pregunta. Cristo da la respuesta al interrogante sobre el
sufrimiento y sobre el sentido del mismo, no sólo con sus enseñanzas, es decir,
con la Buena Nueva, sino ante todo con su propio sufrimiento, el cual está
integrado de una manera orgánica e indisoluble con las enseñanzas de la Buena
Nueva. Esta es la palabra última y sintética de esta enseñanza: "la
doctrina de la Cruz", como dirá un día San Pablo.
4.3 Esta "doctrina de la Cruz" llena con una realidad definitiva
la imagen de la antigua profecía. Muchos lugares, muchos discursos durante la
predicación pública de Cristo atestiguan cómo El acepta ya desde el inicio este
sufrimiento, que es la voluntad del Padre para la salvación del mundo. Sin
embargo, la oración en Getsemaní tiene aquí una importancia decisiva. Las palabras:
"Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz; sin embargo, no se haga
como yo quiero, sino como quieres tú"; y a continuación: "Padre mío,
si esto no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad", tienen una
pluriforme elocuencia. Prueban la verdad de aquel amor, que el Hijo unigénito
da al Padre en su obediencia. Al mismo tiempo, demuestran la verdad de su
sufrimiento. Las palabras de la oración de Cristo en Getsemaní prueban la
verdad del amor mediante la verdad del sufrimiento. Las palabras de Cristo
confirman con toda sencillez esta verdad humana del sufrimiento hasta lo más
profundo: el sufrimiento es padecer el mal, ante el que el hombre se estremece.
El dice: "pase de mí", precisamente como dice Cristo en Getsemaní.
4.4 Sus palabras demuestran a la vez esta única e incomparable profundidad
e intensidad del sufrimiento, que pudo experimentar solamente el Hombre que es
el Hijo unigénito; demuestran aquella profundidad e intensidad que las palabras
proféticas antes citadas ayudan, a su manera, a comprender. No ciertamente
hasta lo más profundo (para esto se debería entender el misterio divino-humano
del Sujeto), sino al menos para percibir la diferencia (y a la vez semejanza)
que se verifica entre todo posible sufrimiento del hombre y el del Dios-Hombre.
Getsemaní es el lugar en el que precisamente este sufrimiento, expresado en
toda su verdad por el profeta sobre el mal padecido en el mismo, se ha revelado
casi definitivamente ante los ojos de Cristo.
4.5 Después de las palabras en Getsemaní vienen las pronunciadas en el
Gólgota, que atestiguan esta profundidad -única en la historia del mundo- del
mal del sufrimiento que se padece. Cuando Cristo dice: "Dios mío, Dios
mío, ¿por qué me has abandonado?", sus palabras no son sólo expresión de
aquel abandono que varias veces se hacía sentir en el Antiguo Testamento,
especialmente en los Salmos y concretamente en el Salmo 22 [21], del que
proceden las palabras citadas. Puede decirse que estas palabras sobre el
abandono nacen en el terreno de la inseparable unión del Hijo con el Padre, y
nacen porque el Padre "cargó sobre él la iniquidad de todos nosotros"
y sobre la idea de lo que dirá San Pablo: "A quien no conoció el pecado,
le hizo pecado por nosotros". Junto con este horrible peso, midiendo "todo"
el mal de dar las espaldas a Dios, contenido en el pecado, Cristo, mediante la
profundidad divina de la unión filial con el Padre, percibe de manera
humanamente inexplicable este sufrimiento que es la separación, el rechazo del
Padre, la ruptura con Dios. Pero precisamente mediante tal sufrimiento El
realiza la Redención, y expirando puede decir: "Todo está acabado".
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LA MUERTE DE JESÚS
SAN JUAN, CAPÍTULO 18
El arresto de Jesús
Mateo 26, 47-56 / Marcos 14, 43-52 / Lucas 22, 47-53
18:1 Después de haber dicho esto, Jesús fue con sus discípulos al otro lado
del torrente Cedrón. Había en ese lugar una huerta y allí entró con ellos.
Mateo 26, 36-46 Marcos 14, 32-42 Lucas 22, 39-46 Hebreos 5, 7
18:2 Judas, el traidor, también conocía el lugar porque Jesús y sus
discípulos se reunían allí con frecuencia.
18:3 Entonces Judas, al frente de un destacamento de soldados y de los
guardias designados por los sumos sacerdotes y los fariseos, llegó allí con
faroles, antorchas y armas.
18:4 Jesús, sabiendo todo lo que le iba a suceder, se adelantó y les
preguntó: "¿A quién buscan?"
18:5 Le respondieron: "A Jesús, el Nazareno". Él les dijo:
"Soy yo". Judas, el que lo entregaba, estaba con ellos.
18:6 Cuando Jesús les dijo: "Soy yo", ellos retrocedieron y
cayeron en tierra.
18:7 Les preguntó nuevamente: "¿A quién buscan?" Le dijeron:
"A Jesús, el Nazareno".
18:8 Jesús repitió: "Ya les dije que soy yo. Si es a mí a quien
buscan, dejen que estos se vayan".
18:9 Así debía cumplirse la palabra que él había dicho: "No he perdido
a ninguno de los que me confiaste".
18:10 Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al
servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha. El servidor se
llamaba Malco.
18:11 Jesús dijo a Simón Pedro: "Envaina tu espada. ¿Acaso no beberé
el cáliz que me ha dado el Padre?"
Jesús ante Anás
Mateo 26, 57 / Marcos 14, 53 / Lucas 22, 66
18:12 El destacamento de soldados, con el tribuno y los guardias judíos, se
apoderaron de Jesús y lo ataron.
18:13 Lo llevaron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, Sumo
Sacerdote aquel año.
18:14 Caifás era el que había aconsejado a los judíos: "Es preferible
que un solo hombre muera por el pueblo".
La primera negación de Pedro
Mateo 26, 69-70 / Marcos 14, 66-68 / Lucas 22, 55-57
18:15 Entre tanto, Simón Pedro, acompañado de otro discípulo, seguía a
Jesús. Este discípulo, que era conocido del Sumo Sacerdote, entró con Jesús en
el patio del Pontífice,
18:16 mientras Pedro permanecía afuera, en la puerta. El otro discípulo, el
que era conocido del Sumo Sacerdote, salió, habló a la portera e hizo entrar a
Pedro.
18:17 La portera dijo entonces a Pedro: "¿No eres tú también uno de
los discípulos de ese hombre?" Él le respondió: "No lo soy".
18:18 Los servidores y los guardias se calentaban junto al fuego, que
habían encendido porque hacía frío. Pedro también estaba con ellos, junto al
fuego.
Jesús ante el Sumo Sacerdote
18:19 El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su
enseñanza.
18:20 Jesús le respondió: "He hablado abiertamente al mundo; siempre
enseñé en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he
dicho nada en secreto.
18:21 ¿Por qué me interrogas a mí? Pregunta a los que me han oído qué les
enseñé. Ellos saben bien lo que he dicho".
18:22 Apenas Jesús dijo esto, uno de los guardias allí presentes le dio una
bofetada, diciéndole: "¿Así respondes al Sumo Sacerdote?"
18:23 Jesús le respondió:
"Si he hablado mal, muestra en qué ha sido;
pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?"
18:24 Entonces Anás lo envió atado ante el Sumo Sacerdote Caifás.
Nuevas negaciones de Pedro
18:25 Simón Pedro permanecía junto al fuego. Los que estaban con él le dijeron:
"¿No eres tú también uno de sus discípulos?". Él lo negó y dijo:
"No lo soy".
18:26 Uno de los servidores del Sumo Sacerdote, pariente de aquel al que
Pedro había cortado la oreja, insistió: "¿Acaso no te vi con él en la
huerta?"
18:27 Pedro volvió a negarlo, y en seguida cantó el gallo.
Jesús ante Pilato
Mateo 27, 1-2.11-14 / Marcos 15, 1-5 / Lucas 23, 1-7
18:28 Desde la casa de Caifás llevaron a Jesús al pretorio. Era de
madrugada. Pero ellos no entraron en el pretorio, para no contaminarse y poder
así participar en la comida de Pascua.
18:29 Pilato salió a donde estaban ellos y les preguntó: "¿Qué
acusación traen contra este hombre?" Ellos respondieron:
18:30 "Si no fuera un malhechor, no te lo hubiéramos entregado".
18:31 Pilato les dijo: "Tómenlo y júzguenlo ustedes mismos, según la
Ley que tienen". Los judíos le dijeron: "A nosotros no nos está
permitido dar muerte a nadie".
18:32 Así debía cumplirse lo que había dicho Jesús cuando indicó cómo iba a
morir.
18:33 Pilato volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó:
"¿Eres tú el rey de los judíos?"
18:34 Jesús le respondió: "¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han
dicho de mí?"
18:35 Pilato replicó: "¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los
sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?"
18:36 Jesús respondió:
"Mi realeza no es de este mundo.
Si mi realeza fuera de este mundo,
los que están a mi servicio habrían combatido
para que yo no fuera entregado a los judíos.
Pero mi realeza no es de aquí".
18:37 Pilato le dijo: "¿Entonces tú eres rey?" Jesús respondió:
"Tú lo dices: Mateo 27, 11-14 1 Timoteo 6, 13
yo soy rey.
Para esto he nacido
y he venido al mundo:
para dar testimonio de la verdad.
El que es de la verdad, escucha mi voz".
18:38 Pilato le preguntó: "¿Qué es la verdad?" Al decir esto,
salió nuevamente a donde estaban los judíos y les dijo: "Yo no encuentro
en él ningún motivo para condenarlo.
18:39 Y ya que ustedes tienen la costumbre de que ponga en libertad a
alguien, en ocasión de la Pascua, ¿quieren que suelte al rey de los
judíos?"
18:40 Ellos comenzaron a gritar, diciendo: "¡A él no, a
Barrabás!" Barrabás era un bandido. Mateo 27, 15-26 Marcos 15, 6-15 Lucas
23, 18-25
SAN JUAN, CAPÍTULO 19
La flagelación y la coronación de espinas
Mateo 27, 27-31 / Marcos 15, 16-20
19:1 Pilato mandó entonces azotar a Jesús.
19:2 Los soldados tejieron una corona de espinas y se la pusieron sobre la
cabeza. Lo revistieron con un manto de color púrpura,
19:3 y acercándose, le decían: "¡Salud, rey de los judíos!", y lo
abofeteaban.
19:4 Pilato volvió a salir y les dijo: "Miren, lo traigo afuera para
que sepan que no encuentro en él ningún motivo de condena".
19:5 Jesús salió, llevando la corona de espinas y el manto de color
púrpura. Pilato les dijo: "¡Aquí tienen al hombre!"
19:6 Cuando los sumos sacerdotes y los guardias lo vieron, gritaron:
"¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!" Pilato les dijo: "Tómenlo ustedes
y crucifíquenlo. Yo no encuentro en él ningún motivo para condenarlo".
19:7 Los judíos respondieron: "Nosotros tenemos una Ley, y según esa
Ley debe morir porque él pretende ser Hijo de Dios".
19:8 Al oír estas palabras, Pilato se alarmó más todavía.
19:9 Volvió a entrar en el pretorio y preguntó a Jesús: "¿De dónde
eres tú?" Pero Jesús no le respondió nada.
19:10 Pilato le dijo: "¿No quieres hablarme? ¿No sabes que tengo
autoridad para soltarte y también para crucificarte?"
19:11 Jesús le respondió: "Tú no tendrías sobre mí ninguna autoridad,
si no la hubieras recibido de lo alto. Por eso, el que me ha entregado a ti ha
cometido un pecado más grave".
Jesús condenado a muerte
19:12 Desde ese momento, Pilato trataba de ponerlo en libertad. Pero los
judíos gritaban: "Si lo sueltas, no eres amigo del César, porque el que se
hace rey se opone al César".
19:13 Al oír esto, Pilato sacó afuera a Jesús y lo hizo sentar sobre un
estrado, en el lugar llamado "el Empedrado", en hebreo,
"Gábata".
19:14 Era el día de la Preparación de la Pascua, alrededor del mediodía.
Pilato dijo a los judíos: "Aquí tienen a su rey".
19:15 Ellos vociferaban: "¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícalo!". Pilato
les dijo: "¿Voy a crucificar a su rey?" Los sumos sacerdotes
respondieron: "No tenemos otro rey que el César".
19:16 Entonces Pilato se lo entregó para que lo crucificaran, y ellos se lo
llevaron.
La crucifixión de Jesús
Mateo 27, 32-38 / Marcos 15, 23-27 / Lucas 23, 33-34
19:17 Jesús, cargando sobre sí la cruz, salió de la ciudad para dirigirse
al lugar llamado "del Cráneo", en hebreo, "Gólgota".
19:18 Allí lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado y Jesús
en el medio.
19:19 Pilato redactó una inscripción que decía: "Jesús el Nazareno,
rey de los judíos", y la hizo poner sobre la cruz.
19:20 Muchos judíos leyeron esta inscripción, porque el lugar donde Jesús
fue crucificado quedaba cerca de la ciudad y la inscripción estaba en hebreo,
latín y griego.
19:21 Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: "No
escribas: "El rey de los judíos", sino: "Este ha dicho: Yo soy
el rey de los judíos"".
19:22 Pilato respondió: "Lo escrito, escrito está".
El sorteo de las vestiduras
19:23 Después que los soldados crucificaron a Jesús, tomaron sus vestiduras
y las dividieron en cuatro partes, una para cada uno. Tomaron también la
túnica, y como no tenía costura, porque estaba hecha de una sola pieza de
arriba abajo,
19:24 se dijeron entre sí: "No la rompamos. Vamos a sortearla, para
ver a quién le toca". Así se cumplió la Escritura que dice:
Se repartieron mis vestiduras
y sortearon mi túnica. Salmo 22, 19 Mateo 27, 35 Marcos 15, 24 Lucas 23, 34
Esto fue lo que hicieron los soldados.
Jesús y su madre
19:25 Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre,
María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Mateo 27, 55-56 Marcos 15, 40-41
Lucas 8, 2-3 Lucas 23, 49
19:26 Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba,
Jesús le dijo: "Mujer, aquí tienes a tu hijo".
19:27 Luego dijo al discípulo: "Aquí tienes a tu madre". Y desde
aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
La muerte de Jesús
Mateo 27, 45-54 / Marcos 15, 33-39 / Lucas 23, 44-49
19:28 Después, sabiendo que ya todo estaba cumplido, y para que la
Escritura se cumpliera hasta el final, Jesús dijo:
Tengo sed.
19:29 Había allí un recipiente lleno de vinagre; empaparon en él una esponja,
la ataron a una rama de hisopo y se la acercaron a la boca. Salmo 69, 22 Mateo
27, 48 Marcos 15, 36 Lucas 23, 36
19:30 Después de beber el vinagre, dijo Jesús: "Todo se ha
cumplido". E inclinando la cabeza, entregó su espíritu.
La herida del costado
19:31 Era el día de la Preparación de la Pascua. Los judíos pidieron a
Pilato que hiciera quebrar las piernas de los crucificados y mandara retirar
sus cuerpos, para que no quedaran en la cruz durante el sábado, porque ese
sábado era muy solemne.
19:32 Los soldados fueron y quebraron las piernas a los dos que habían sido
crucificados con Jesús.
19:33 Cuando llegaron a él, al ver que ya estaba muerto, no le quebraron
las piernas,
19:34 sino que uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y
en seguida brotó sangre y agua.
19:35 El que vio esto lo atestigua: su testimonio es verdadero y él sabe
que dice la verdad, para que también ustedes crean.
19:36 Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice:
No le quebrarán ninguno de sus huesos. Éxodo 12, 46 Números 9, 12 Salmo 34,
20
19:37 Y otro pasaje de la Escritura, dice:
Verán al que ellos mismos traspasaron. Zacarías 12, 10 Apocalipsis 1, 7
La sepultura de Jesús
Mateo 27, 57-66 / Marcos 15, 42-47 / Lucas 23, 50-56
19:38 Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús —pero
secretamente, por temor a los judíos— pidió autorización a Pilato para retirar
el cuerpo de Jesús. Pilato se la concedió, y él fue a retirarlo.
19:39 Fue también Nicodemo, el mismo que anteriormente había ido a verlo de
noche, y trajo una mezcla de mirra y áloe, que pesaba unos treinta kilos.
19:40 Tomaron entonces el cuerpo de Jesús y lo envolvieron con vendas,
agregándole la mezcla de perfumes, según la costumbre de sepultar que tienen
los judíos.
19:41 En el lugar donde lo crucificaron había una huerta y en ella, una
tumba nueva, en la que todavía nadie había sido sepultado.
19:42 Como era para los judíos el día de la Preparación y el sepulcro
estaba cerca, pusieron allí a Jesús.
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