sábado 30 2013

EL MARTIRIO DE SAN ANDRÉS, APÓSTOL

Fiesta de san Andrés, apóstol

Carta de San Pablo a los Romanos 10,9-18.


Hermanos:
Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvado.
Con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con la boca se confiesa para obtener la salvación.
Así lo afirma la Escritura: El que cree en él, no quedará confundido.
Porque no hay distinción entre judíos y los que no lo son: todos tienen el mismo Señor, que colma de bienes a quienes lo invocan.
Ya que todo el que invoque el nombre del Señor se salvará.
Pero, ¿cómo invocarlo sin creer en él? ¿Y cómo creer, sin haber oído hablar de él? ¿Y cómo oír hablar de él, si nadie lo predica?
¿Y quiénes predicarán, si no se los envía? Como dice la Escritura: ¡Qué hermosos son los pasos de los que anuncian buenas noticias!
Pero no todos aceptan la Buena Noticia. Así lo dice Isaías: Señor, ¿quién creyó en nuestra predicación?
La fe, por lo tanto, nace de la predicación y la predicación se realiza en virtud de la Palabra de Cristo.
Yo me pregunto: ¿Acaso no la han oído? Sí, por supuesto: Por toda la tierra se extiende su voz y sus palabras llegan hasta los confines del mundo.








Salmo 19(18),2-3.4-5.


Los cielos cuentan la gloria del Señor,
proclama el firmamento la obra de sus manos;
un día al siguiente le pasa el mensaje
y una noche a la otra se lo hace saber.

No hay discursos ni palabras
ni voces que se escuchen,
mas por todo el orbe se capta su ritmo,
y el mensaje llega hasta el fin del mundo.






Evangelio según San Mateo 4,18-22.
 







Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores.
Entonces les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres".
Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron.
Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó.
Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.







Leer el comentario del Evangelio por : San Bernardo de Claraval
El martirio de San Andrés, apóstol



 “¡Oh cruz largo tiempo deseada, ahora te acercas a mí para satisfacer las aspiraciones de mi alma! Vengo a ti lleno de gozo y certeza. Recíbeme con alegría, a mí, el discípulo de aquél que estuvo colgado de tus brazos...”.

    Según la tradición, así hablaba san Andrés viendo de lejos la cruz levantada para su suplicio. ¿De dónde le venían a ese hombre un gozo y una exultación tan sorprendentes? ¿De dónde le venía tanta constancia en un ser tan frágil? ¿De dónde le procedían, a este hombre, un alma tan espiritual, una caridad tan ardiente y una voluntad tan fuerte? No pensemos que sacaba de sí mismo tanta valentía; era el don perfecto procedente del Padre de las luces (Jm 1,17), de aquél que sólo él puede hacer tanta maravilla. Era el Espíritu Santo que venía en ayuda de su debilidad, y que difundía en su corazón una caridad fuerte como la muerte, o mejor dicho, más fuerte que la muerte (Ct 8,6).

    ¡Dios quiera que hoy también nosotros tengamos parte en este Espíritu! Porque si ahora nos es doloroso el esfuerzo de la conversión, si nos enoja velar, es únicamente por el hecho de nuestra indigencia espiritual. Si tuviéramos presente al Espíritu santo, seguro que él vendría en ayuda de nuestra debilidad. Lo mismo que ha hecho por san Andrés frente a la cruz y la muerte, lo haría igualmente por nosotros: quitando al trabajo de la conversión su carácter doloroso, lo convertiría en deseable e incluso en delicioso... Hermanos, busquemos con ahínco este Espíritu, pongamos todo nuestro cuidado para lograrlo, o para poseerlo más plenamente si ya lo tenemos. Porque “el que no posee el Espíritu de Cristo no pertenece a Cristo” (Rm 8,9)... Debemos, pues, tomar nuestra cruz con san Andrés, o mejor aún con aquél que él ha seguido, el Señor, nuestro Salvador. La causa de su gozo era porque moría no solamente por Él sino como Él, y que, unido tan íntimamente con su muerte, reinaría con Él... Porque nuestra salvación está sobre esta cruz. 




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EVANGELIO DE SAN MATEO
CAPÍTULO 4




Las tentaciones de Jesús en el desierto
Marcos 1, 12-13 / Lucas 4, 1-13

4:1 Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio. Hebreos 2, 18 Hebreos 4, 15
4:2 Después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, sintió hambre.
4:3 Y el tentador, acercándose, le dijo: "Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes".
4:4 Jesús le respondió: "Está escrito:
El hombre no vive solamente de pan,
sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". Deuteronomio 8, 3 Lucas 4, 4
4:5 Luego el demonio llevó a Jesús a la Ciudad santa y lo puso en la parte más alta del Templo,
4:6 diciéndole: "Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito:
Dios dará órdenes a sus ángeles,
y ellos te llevarán en sus manos Salmo 91, 11 Lucas 4, 10
para que tu pie no tropiece con ninguna piedra". Salmo 91, 12 Lucas 4, 11
4:7 Jesús le respondió: "También está escrito:
No tentarás al Señor, tu Dios". Deuteronomio 6, 16 Lucas 4, 12
4:8 El demonio lo llevó luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo con todo su esplendor,
4:9 y le dijo: "Te daré todo esto, si te postras para adorarme".
4:10 Jesús le respondió: "Retírate, Satanás, porque está escrito:
Adorarás al Señor, tu Dios,
y a él solo rendirás culto". Deuteronomio 6, 13 2 Reyes 17, 36 Lucas 4, 8
4:11 Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se acercaron para servirlo.

El comienzo de la predicación de Jesús
Marcos 1, 14-15 / Lucas 4, 14-15

4:12 Cuando Jesús se enteró de que Juan había sido arrestado, Mateo 14, 3 Marcos 6, 17 Lucas 3, 19-20 se retiró a Galilea.
4:13 Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, Juan 2, 12 a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí,
4:14 para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías:
4:15 ¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí,
camino del mar, país de la Transjordania,
Galilea de las naciones!
4:16 El pueblo que se hallaba en tinieblas
vio una gran luz; Isaías 8, 23 Isaías 9, 1 Lucas 1, 79
sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte,
se levantó una luz.
4:17 A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: "Conviértanse, porque el Reino de los Cielos Daniel 2, 44 Marcos 1, 15 está cerca". Mateo 3, 2 Marcos 1, 15

Los primeros discípulos
Marcos 1, 16-20 / Lucas 5, 1-11

4:18 Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores.
4:19 Entonces les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres".
4:20 Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron.
4:21 Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó.
4:22 Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.

La actividad de Jesús en Galilea
Marcos 1, 35-39 / Lucas 4, 42-44

4:23 Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias de la gente. Mateo 9, 35 Marcos 1, 39 Lucas 4, 44
4:24 Su fama se extendió por toda la Siria, y le llevaban a todos los enfermos, afligidos por diversas enfermedades y sufrimientos: endemoniados, epilépticos y paralíticos, y él los curaba.
4:25 Lo seguían grandes multitudes que llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la Transjordania.



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