viernes 25 2014

« ¿ PODÉIS BEBER LA COPA QUE YO VOY A BEBER ? »

Día litúrgico: 25 de Julio: Santiago apóstol, patrón de España




Texto del Evangelio (Mt 20,20-28):
En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. Él le dijo: «¿Qué quieres?». Dícele ella: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino». Replicó Jesús: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?». Dícenle: «Sí, podemos». Díceles: «Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre».

Al oír esto los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos. Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».

Comentario: Mons. Octavio RUIZ Arenas Secretario del Pontificio Consejo para la promoción de la Nueva Evangelización (Città del Vaticano, Vaticano)


          «¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?»
 

Hoy, el episodio que nos narra este fragmento del Evangelio nos pone frente a una situación que ocurre con mucha frecuencia en las distintas comunidades cristianas. En efecto, Juan y Santiago han sido muy generosos al abandonar su casa y sus redes para seguir a Jesús. Han escuchado que el Señor anuncia un Reino y que ofrece la vida eterna, pero no logran entender todavía la nueva dimensión que presenta el Señor y, por ello, su madre va a pedir algo bueno, pero que se queda en las simples aspiraciones humanas: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino» (Mt 20,21).

De igual manera, nosotros escuchamos y seguimos al Señor, como lo hicieron los primeros discípulos de Jesús, pero no siempre logramos entender a cabalidad su mensaje y nos dejamos llevar por intereses personales o ambiciones dentro de la Iglesia. Se nos olvida que al aceptar al Señor, tenemos que entregarnos con confianza y de manera plena a Él, que no podemos pensar en obtener la gloria sin haber aceptado la cruz.

La respuesta que les da Jesús pone precisamente el acento en este aspecto: para participar de su Reino, lo que importa es aceptar beber de su misma «copa» (cf. Mt 20,22), es decir, estar dispuestos a entregar nuestra vida por amor a Dios y dedicarnos al servicio de nuestros hermanos, con la misma actitud de misericordia que tuvo Jesús. El Papa Francisco, en su primera homilía, recalcaba que para seguir a Jesús hay que caminar con la cruz, pues «cuando caminamos sin la cruz, cuando confesamos un Cristo sin cruz, no somos discípulos del Señor».

Seguir a Jesús exige, por consiguiente, gran humildad de nuestra parte. A partir del bautismo hemos sido llamados a ser testigos suyos para transformar el mundo. Pero esta transformación sólo la lograremos si somos capaces de ser servidores de los demás, con un espíritu de gran generosidad y entrega, pero siempre llenos de gozo por estar siguiendo y haciendo presente al Señor.

Comentario: + Rev. D. Antoni ORIOL i Tataret (Vic, Barcelona, España)


No sabéis lo que pedís. (…) sentarse a mi derecha o a mi izquierda (…) es para quienes está preparado por mi Padre
 

Hoy, en el fragmento del Evangelio de San Mateo encontramos múltiples enseñanzas. Me limitaré a subrayar una, la que se refiere al absoluto dominio de Dios sobre la historia: tanto la de todos los hombres en su conjunto (la humanidad), como la de todos y cada uno de los grupos humanos (en nuestro caso, por ejemplo, el grupo familiar de los Zebedeos), como la de cada persona individual. Por esto, Jesús les dice claramente: «No sabéis lo que pedís» (Mt 20,22).

Se sentarán a la derecha de Jesucristo aquellos para quienes su Padre lo haya destinado: «Sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre» (Mt 20,23). Así de claro, tal como suena. Precisamente decimos en español: «No se mueve la hoja en el árbol sin la voluntad del Señor». Y así es porque Dios es Dios. Digámoslo también a la inversa: si no fuera así, Dios no sería Dios.

Ante este hecho, que se sobrepone ineludiblemente a todo condicionamiento humano, a los hombres sólo nos queda, en un principio, la aceptación y la adoración (porque Dios se nos ha revelado como el Absoluto); la confianza y el amor mientras caminamos (porque Dios se nos ha revelado, a la vez, como Padre); y al final... al final, lo más grande y definitivo: sentarnos junto a Jesús (a su derecha o a su izquierda, cuestión secundaria en último término).

El enigma de la elección y la predestinación divinas sólo se resuelve, por nuestra parte, con la confianza. Vale más un miligramo de confianza depositada en el corazón de Dios que todo el peso del universo presionando sobre nuestro pobre platillo de la balanza. De hecho, «Santiago vivió poco tiempo, pues ya en un principio le movía un gran ardor: despreció todas las cosas humanas y ascendió a una cima tan inefable que murió inmediatamente» (San Juan Crisóstomo).


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EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO
CAPÍTULO 20


La parábola de los obreros de la última hora
20:1 Porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña.
20:2 Trató con ellos un denario por día y los envió a su viña.
20:3 Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza,
20:4 les dijo: "Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo".
20:5 Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo.
20:6 Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: "¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?"
20:7 Ellos le respondieron: "Nadie nos ha contratado". Entonces les dijo: "Vayan también ustedes a mi viña".
20:8 Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: "Llama a los obreros y págales el jornal, Levítico 19, 13 Deuteronomio 24, 14-15 comenzando por los últimos y terminando por los primeros".
20:9 Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario.
20:10 Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario.
20:11 Y al recibirlo, protestaban contra el propietario,
20:12 diciendo: "Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada".
20:13 El propietario respondió a uno de ellos: "Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario?
20:14 Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti.
20:15 ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?"
20:16 Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos". Mateo 19, 30 Marcos 10, 31 Lucas 13, 30

El tercer anuncio de la Pasión
Marcos 10, 32-34 / Lucas 18, 31-34

20:17 Cuando Jesús se dispuso a subir a Jerusalén, llevó consigo sólo a los Doce, y en el camino les dijo:
20:18 "Ahora subimos a Jerusalén, donde el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Ellos lo condenarán a muerte
20:19 y lo entregarán a los paganos para que sea maltratado, azotado y crucificado, pero al tercer día resucitará". Mateo 16, 21 Mateo 17, 23 Mateo 27, 63 Marcos 8, 31 Marcos 9, 31 Marcos 10, 33-34 Lucas 9, 22 Lucas 18, 31-33

La petición de la madre de Santiago y Juan
Marcos 10, 35-40

20:20 Entonces la madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo.
20:21 "¿Qué quieres?", le preguntó Jesús. Ella le dijo: "Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda".
20:22 "No saben lo que piden", respondió Jesús. "¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?" "Podemos", le respondieron.
20:23 "Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre".

El carácter servicial de la autoridad
Marcos 10, 41-45 / Lucas 22, 24-27

20:24 Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos.
20:25 Pero Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad.
20:26 Entre ustedes no debe suceder así. Lucas 22, 25-26 Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes;
20:27 y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: Mateo 23, 11 Marcos 9, 35 Marcos 10, 43-44 Lucas 22, 26
20:28 como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud".

Curación de los dos ciegos de Jericó
Marcos 10, 46-52 / Lucas 18, 35-43

20:29 Cuando salieron de Jericó, mucha gente siguió a Jesús.
20:30 Había dos ciegos sentados al borde del camino y, al enterarse de que pasaba Jesús, comenzaron a gritar: "¡Señor, Hijo de David, ten piedad de nosotros!"
20:31 La multitud los reprendía para que se callaran, pero ellos gritaban más: "¡Señor, Hijo de David, ten piedad de nosotros!"
20:32 Jesús se detuvo, los llamó y les preguntó: "¿Qué quieren que haga por ustedes?"
20:33 Ellos le respondieron: "Señor, que se abran nuestros ojos".
20:34 Jesús se compadeció de ellos y tocó sus ojos. Inmediatamente, recobraron la vista y lo siguieron.


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