FIESTA: 8 DE SEPTIEMBRE
"Hoy nace una clara estrella, tan divina y celestial, que con ser
estrella, es tal, que el mismo Sol nace de ella.
De Ana y de Joaquín, oriente de aquella estrella divina, sale su luz clara
y digna de ser pura eternamente: el alba más clara y bella no le puede ser
igual, que, en con ser estrella, es tal, que el mismo Sol nace de ella. No le
iguala lumbre alguna de cuantas bordan el cielo, porque es el humilde suelo de
sus pies la blanca luna: nace en el suelo tan bella y con luz tan celestial,
que, con ser estrella, es tal, que el mismo Sol nace de ella".
Así canta el himno de Laudes de esta fiesta. Y el de vísperas no es menos
encantador: "Canten hoy, pues nacéis Vos, los ángeles, gran Señora, y
ensáyense desde ahora, para cuando nazca Dios. Canten hoy, pues a ver vienen,
nacida su Reina bella, que el fruto que esperan de ella es por quien la gracia
tienen. Digan, Señora, de Vos, que habéis de ser su Señora, y ensáyense, desde
ahora, para cuando nazca Dios".
En estas dos encantadoras poesías se halla sintetizada la rica
espiritualidad de este día. Hoy celebramos en una misma fiesta el venturoso
nacimiento de la Virgen María y la imposición de su Nombre que antes
celebrábamos el día doce de este mismo mes. Nada dice la Palabra de Dios sobre
este gran acontecimiento que pasó por alto en tiempo de María, pero que
marcaría para siempre este día. A diferencia de lo que ocurre con el nacimiento
de Juan Bautista, el evangelio no dice nada del nacimiento de Nuestra Señora.
La primera fuente de la narración del nacimiento de la Virgen es el
apócrifo Protoevangelio de Santiago, que coloca el nacimiento de la Virgen en
Jerusalén, en el lugar en que debió existir una basílica en honor a la María
Santísima, junto a la piscina probática, según cuentan diversos testimonios
entre los años 400 y 600. Después del año 603 el patriarca Sofronio afirma que
ése es el lugar donde nació la Virgen. Posteriormente, la arqueología ha confirmado
la tradición.
La fiesta de la Natividad de la santísima Virgen surgió en oriente, y con
mucha probabilidad en Jerusalén, hacia el s. v. Allí estaba siempre viva la
tradición de la casa natalicia de María. La fiesta surgió muy probablemente
como dedicación de una iglesia a María, junto a la piscina probática; tradición
que se relaciona con el actual santuario de Santa Ana.
Nace María, de la cual nacerá el mismo Hijo de Dios que nos traerá la
salvación.
A María recién nacida la piropean: La Palabra de Dios: "Eres toda
bella, oh María... Mi elegida es toda bella como la nieve de Líbano... ¿Quién
es ésta que avanza como un sol...? ... Hijas de Jerusalén, soy morena pero
hermosa".
Y el día de su fiesta la saluda la Liturgia: "Celebramos el nacimiento
de la Virgen María... Celebramos con gozo... Todos los textos de la Liturgia de
las Horas y de la Eucaristía son piropos a esta Mujer sencilla y humilde, pero
a la vez la más grande que jamás vieron los siglos, que acaba de nacer...
¿Por qué celebrar el Nacimiento de María el ocho de septiembre?
La fiesta fue fijada el día 8 de septiembre probablemente porque,
representando María el papel del comienzo o proemium de la obra de la salvación
(cf. la oración de colecta de la misa), era muy oportuno celebrar su nacimiento
al principio del año eclesiástico según el Monologium Basilianum. Una narración
apócrifa, titulada De ortu Virginis (sobre el nacimiento de la Virgen), ponía
la concepción en el seno de santa Ana el primero de mayo, y refería que Nuestra
Señora había nacido, a los cuatro meses de gestación.
¡Felicidades, Madre! Felicidades por Ti, por tu nacimiento. Felicidades,
Madre, porque ibas creciendo en el obscuro camino de la fe. Felicidades, Virgen
peregrina, porque nos enseñas la ruta de la santidad. Felicidades, Madre,
porque un día, un mes, en un lugar, de unos padres... naciste como cualquiera
de nosotros y sin embargo de Ti nacería el Salvador del mundo unos años
después. Felicidades, la pobre de Nazareth. Felicidades, Madre, porque todos
felicitarán "a la amada, la paloma única, la perfecta". Felicidades,
Madre, porque eres la cima, la altura donde reside la divinidad. Felicidades,
Madre, porque eres la "Tierra de delicias" como te llama Malaquiás.
Felicidades, Madre, porque eres la Madre de Dios y mía también.
Mariano Ferreyra
www.iglesia.org
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