jueves 02 2014

ROGAD (...) AL DUEÑO DE LA MIES QUE ENVÍE OBREROS A SU MIES

Día litúrgico: Jueves XXVI del tiempo ordinario




Texto del Evangelio (Lc 10,1-12):
En aquel tiempo, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir. Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino.

»En la casa en que entréis, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad los enfermos que haya en ella, y decidles: ‘El Reino de Dios está cerca de vosotros’.

»En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid: ‘Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies, os lo sacudimos. Pero sabed, con todo, que el Reino de Dios está cerca’. Os digo que en aquel día habrá menos rigor para Sodoma que para aquella ciudad».

Comentario: Rev. D. Ignasi NAVARRI i Benet (La Seu d'Urgell, Lleida, España)


Rogad (...) al dueño de la mies que envíe obreros a su mies


Hoy Jesús nos habla de la misión apostólica. Aunque «designó a otros setenta y dos, y los envió» (Lc 10,1), la proclamación del Evangelio es una tarea «que no podrá ser delegada a unos pocos “especialistas”» (Juan Pablo II): todos estamos llamados a esta tarea y todos nos hemos de sentir responsables de ella. Cada uno desde su lugar y condición. El día del Bautismo se nos dijo: «Eres Sacerdote, Profeta y Rey para la vida eterna». Hoy, más que nunca, nuestro mundo necesita del testimonio de los seguidores de Cristo.

«La mies es mucha, y los obreros pocos» (Lc 10,2): es interesante este sentido positivo de la misión, pues el texto no dice «hay mucho que sembrar y pocos obreros». Quizá hoy debiéramos hablar en estos términos, dado el gran desconocimiento de Jesucristo y de su Iglesia en nuestra sociedad. Una mirada esperanzada de la misión engendra optimismo e ilusión. No nos dejemos abatir por el pesimismo y por la desesperanza.

De entrada, la misión que nos espera es, a la vez, apasionante y difícil. El anuncio de la Verdad y de la Vida, nuestra misión, no puede ni ha de pretender forzar la adhesión, sino suscitar una libre adhesión. Las ideas se proponen, no se imponen, nos recuerda el Papa.

«No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias...» (Lc 10,4): la única fuerza del misionero ha de ser Cristo. Y, para que Él llene toda su vida, es necesario que el evangelizador se vacíe totalmente de aquello que no es Cristo. La pobreza evangélica es el gran requisito y, a la vez, el testimonio más creíble que el apóstol puede dar, aparte de que sólo este desprendimiento nos puede hacer libres.

El misionero anuncia la paz. Es portador de paz porque lleva a Cristo, el “Príncipe de la Paz”. Por esto, «en la casa en que entréis, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros» (Lc 10,5-6). Nuestro mundo, nuestras familias, nuestro yo personal, tienen necesidad de Paz. Nuestra misión es urgente y apasionante.


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EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS
CAPÍTULO 10

 
Misión de los setenta y dos discípulos
10:1 Después de esto, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir.
10:2 Y les dijo: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. Mateo 9, 38
10:3 ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. Mateo 10, 16
10:4 No lleven dinero, Marcos 6, 8 Lucas 9, 3 ni alforja, ni calzado, Mateo 10, 9 y no se detengan a saludar a nadie por el camino.
10:5 Al entrar en una casa, digan primero: "¡Que descienda la paz sobre esta casa!"
10:6 Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.
10:7 Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. Mateo 10, 10 1 Corintios 9, 14 1 Timoteo 5, 18 No vayan de casa en casa.
10:8 En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan;
10:9 curen a sus enfermos y digan a la gente: "El Reino de Dios está cerca de ustedes".
10:10 Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan:
10:11 "¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Mateo 10, 14 Marcos 6, 11 Lucas 9, 5 Hechos 13, 51 Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca". Mateo 10, 7-14
10:12 Les aseguro que en aquel Día, Sodoma Génesis 19, 25 Mateo 10, 15 Mateo 11, 23-24 Lucas 17, 29 2 Pedro 2, 6 Judas 7 será tratada menos rigurosamente que esa ciudad.

Lamentación de Jesús por las ciudades de Galilea
Mateo 11, 20-24

10:13 ¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro Isaías 23, 1 Ezequiel 26, 1--28, 19 Joel 4, 4-8 Amós 1, 9-10 Zacarías 9, 1-4 Mateo 11, 21-22 y en Sidón Ezequiel 28, 21 Joel 4, 4-8 Zacaráis 9, 1-2 Mateo 11, 21-28 se hubieran hecho los milagros realizados entre ustedes, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y sentándose sobre ceniza.
10:14 Por eso Tiro y Sidón, en el día del Juicio, serán tratadas menos rigurosamente que ustedes.
10:15 Y tú, Cafarnaún, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno. Isaías 14, 15 Mateo 11, 23
10:16 El que los escucha a ustedes, Mateo 10, 40 Mateo 18, 5 Marcos 9, 37 Marcos 9, 41 Lucas 9, 48 Juan 13, 20 me escucha a mí; el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza, rechaza a aquel que me envió".

Regreso de los setenta y dos discípulos
10:17 Los setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: "Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre".
10:18 Él les dijo: "Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Apocalipsis 12, 9
10:19 Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones Salmo 91, 13 y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos.
10:20 No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo".

La revelación del Evangelio a los humildes
Mateo 11, 25-29

10:21 En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.
10:22 Todo me ha sido dado por mi Padre, Mateo 11, 27 Juan 3, 35 y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, Mateo 11, 27 Juan 10, 15 como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar".
10:23 Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: "¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven!
10:24 ¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!" Mateo 13, 17

El mandamiento principal
Mateo 22, 34-40 / Marcos 12, 28-34

10:25 Y entonces, un doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: Mateo 22, 35-40 Marcos 12, 28-34 "Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?"
10:26 Jesús le preguntó a su vez: "¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?"
10:27 Él le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, Deuteronomio 6, 4-5 Mateo 22, 37 Marcos 12, 30 y a tu prójimo como a ti mismo". Levítico 19, 18 Mateo 5, 43 Mateo 19, 19 Mateo 22, 39 Marcos 12, 31 Romanos 13, 9 Gálatas 5, 14 Santiago 2, 8
10:28 "Has respondido exactamente, le dijo Jesús; obra así y alcanzarás la vida". Levítico 18, 5 Nehemías 9, 29 Ezequiel 18, 9 Ezequiel 20, 11-13 Romanos 10, 5 Gálatas 3, 12

La parábola del buen samaritano
10:29 Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: "¿Y quién es mi prójimo?"
10:30 Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: "Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos bandidos, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto.
10:31 Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo.
10:32 También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino.
10:33 Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió.
10:34 Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo.
10:35 Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: "Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver".
10:36 ¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?"
10:37 "El que tuvo compasión de él", le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: "Ve, y procede tú de la misma manera".

El encuentro de Jesús con Marta y María
10:38 Mientras iban caminando, Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa.
10:39 Tenía una hermana llamada María, Juan 11, 1 que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra.
10:40 Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: "Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude".
10:41 Pero el Señor le respondió: "Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas.
10:42 Sin embargo, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada".


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