Primera Lectura (Lectio Divina)
Eclesiástico 42, 15-26
Voy a traer a la memoria las obras del Señor y a contar lo que he visto. Por la palabra de Dios ha sido hecho todo cuanto existe y el mundo entero está sometido a su voluntad. Como la luz del sol ilumina todas las cosas de la tierra, la gloria del Señor llena la creación. No les concedió a sus ángeles contar todas esas maravillas, que el Señor todopoderoso estableció firmemente como una prueba manifiesta de su gloria. El Señor penetra hasta el fondo de los abismos y de los corazones, y conoce todos sus secretos, porque él posee toda la ciencia y conoce el movimiento de los astros; descubre lo pasado, anuncia lo futuro y revela los más recónditos misterios. Ningún pensamiento se le oculta, ninguna cosa se le escapa. Aquel que existe antes que el tiempo y para todo tiempo, dio esplendor y grandeza a las obras de su sabiduría. Nada se le puede añadir, nada se le puede quitar y no necesita consejero. ¡Qué preciosas son las obras del Señor, y eso que apenas una chispa es lo que vemos! En el universo todo vive y dura para siempre y obedece al Señor en todo momento. Todas las cosas difieren entre sí, y sin embargo, se complementan. Nada de lo que ha hecho el Señor es inútil; cada una de ellas afirma la excelencia de la otra. ¿Quién se cansará de contemplar la gloria del Señor?
+ Meditatio
El autor sagrado vuelve la mirada al universo, a su grandeza, a sus portentos, a sus maravillas, a todo aquello que lo muestra inmenso. Qué grandes son las obras que hay en el universo; y si es grande la creación, ¡Con cuánta mayor razón su Hacedor! Pero la existencia del universo, no es una obra que se echa a andar y se deja a su propia posibilidad, es una acción que Dios mantiene por medio de su amor, de su cuidado y de su atención al universo creado. La creación es una obra constante de Dios, Dios no ha terminado de crear, constantemente trae a la vida nuevos seres, nuevas criaturas y lo hace precisamente por el inmenso amor que nos tiene y porque su generosidad no tiene medida. Dios no sólo crea los seres, los mantiene en la existencia, los conserva en la vida, porque la vida no es un don que se da o comunica de una sola vez, es una gracia que se da constantemente, que se da momento a momento, minuto a minuto y es Dios quien participa en esa vida. Dios no deja de ver y vigilar por nosotros para mostrarnos su amor y su cariño por sus criaturas; para él somos sumamente importantes, a cada momento Dios nos trata como si fuéramos lo único en el universo, así lo ha hecho y así lo seguirá haciendo hasta que nos llame a participar de la vida definitiva que no acaba ni mengua nunca.
+ Oratio
Señor Jesús, tú que eres el mediador de la creación y quien nos mantiene en vida para que vivamos sólo para ti que nos has creado y llamado al don de la vida y a la gracia de la vida eterna, no dejes que nuestra vida transcurra alejados de ti, porque sin ti la vida no se llama vida, y tu lejanía nos lleva a la muerte. Permanece a nuestro lado para que teniendo vida abundante podamos compartir contigo y nuestros hermanos la vida eterna a la que nos llamas a cada instante. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
+ Operatio
Hoy dedicaré un momento a alabar a Dios por las maravillas de la creación y elevaré una pequeña oración de gratitud por todo lo que ha hecho en mi vida.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
El Evangelio de hoy
Marcos 10, 46-52
En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó en compañía de sus discípulos y de mucha gente, un ciego, llamado Bartimeo, se hallaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que el que pasaba era Jesús nazareno, comenzó a gritar: "¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!" Muchos lo reprendían para que se callara, pero él seguía gritando todavía más fuerte: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!"
Jesús se detuvo entonces y dijo: "Llámenlo". Y llamaron al ciego, diciéndole: "¡Ánimo! Levántate, porque él te llama". El ciego tiró su manto; de un salto se puso en pie y se acercó a Jesús. Entonces le dijo Jesús: "¿Qué quieres que haga por ti?" El ciego le contestó: "Maestro, que pueda ver". Jesús le dijo: "Vete; tu fe te ha salvado". Al momento recobró la vista y comenzó a seguirlo por el camino.
Jesús se detuvo entonces y dijo: "Llámenlo". Y llamaron al ciego, diciéndole: "¡Ánimo! Levántate, porque él te llama". El ciego tiró su manto; de un salto se puso en pie y se acercó a Jesús. Entonces le dijo Jesús: "¿Qué quieres que haga por ti?" El ciego le contestó: "Maestro, que pueda ver". Jesús le dijo: "Vete; tu fe te ha salvado". Al momento recobró la vista y comenzó a seguirlo por el camino.
+ Reflexión
En este hermoso pasaje en el que Jesús muestra de nuevo su gran misericordia, podemos destacar dos elementos. El primero es la insistencia del ciego en la búsqueda de Jesús y la segunda la actitud de Jesús quien pregunta: ¿qué quieres que haga por ti? Si unimos estos dos elementos, podremos ver lo importante que es la insistencia en nuestra oración ante Jesús, insistencia que se ve amplificada si consideramos que el ciego le GRITABA. Por otro lado notamos en esta insistencia que el ciego lo único que le pide es que tenga compasión de él, como si dijera: "cualquier cosa que tú me des me será suficiente". Será sólo hasta que Jesús se acerca a él cuando le pregunta sobre su necesidad particular. Esto nos enseña que nuestra oración no sólo debe ser insistente, sino que en ella debemos dejar que sea Jesús quien dé el siguiente paso. Con la simple oración: "Ten misericordia de mí", le estamos diciendo: "Jesús confío en ti, sé que tú ya conoces mis necesidades, que son mucho más de las que yo podría expresarte, dame lo que tú sabes que en realidad necesito". Una oración confiada como esta, como en el caso de Bartimeo, nunca será desatendida.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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