Decimonoveno Domingo del tiempo ordinario
Libro de la Sabiduría 18,5-9.
Libro de la Sabiduría 18,5-9.
Como ellos habían resuelto hacer perecer a los hijos pequeños de los santos -y de los niños expuestos al peligro, uno solo se salvó- para castigarlos, tú les arrebataste un gran número de sus hijos y los hiciste perecer a todos juntos en las aguas impetuosas.
Aquella noche fue dada a conocer de antemano a nuestros padres, para que, sabiendo con seguridad en qué juramentos habían creído, se sintieran reconfortados.
Tu pueblo esperaba, a la vez, la salvación de los justos y la perdición de sus enemigos;
porque con el castigo que infligiste a nuestros adversarios, tú nos cubriste de gloria, llamándonos a ti.
Por eso, los santos hijos de los justos ofrecieron sacrificios en secreto, y establecieron de común acuerdo esta ley divina: que los santos compartirían igualmente los mismos bienes y los mismos peligros; y ya entonces entonaron los cantos de los Padres.
Salmo 33(32),1.12.18-20.22.
Buenos, festejen al Señor,
pues los justos le deben alabar.
Es feliz la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él escoge como herencia.
Está el ojo del Señor sobre los que le temen,
y sobre los que esperan en su amor,
para arrancar sus vidas de la muerte
y darles vida en momentos de hambruna.
En el Señor nosotros esperamos,
él es nuestra defensa y nuestro escudo;
Venga, Señor, tu amor sobre nosotros,
como en ti pusimos nuestra confianza.
Carta a los Hebreos 11,1-2.8-19.
Ahora bien, la fe es la garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven.
Por ella nuestros antepasados fueron considerados dignos de aprobación.
Por la fe, Abraham, obedeciendo al llamado de Dios, partió hacia el lugar que iba a recibir en herencia, sin saber a dónde iba.
Por la fe, vivió como extranjero en la Tierra prometida, habitando en carpas, lo mismo que Isaac y Jacob, herederos con él de la misma promesa.
Porque Abraham esperaba aquella ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.
También por la fe, Sara recibió el poder de concebir, a pesar de su edad avanzada, porque juzgó digno de fe al que se lo prometía.
Y por eso, de un solo hombre, y de un hombre ya cercano a la muerte, nació una descendencia numerosa como las estrellas del cielo e incontable como la arena que está a la orilla del mar.
Todos ellos murieron en la fe, sin alcanzar el cumplimiento de las promesas: las vieron y las saludaron de lejos, reconociendo que eran extranjeros y peregrinos en la tierra.
Los que hablan así demuestran claramente que buscan una patria;
y si hubieran pensado en aquella de la que habían salido, habrían tenido oportunidad de regresar.
Pero aspiraban a una patria mejor, nada menos que la celestial. Por eso, Dios no se avergüenza de llamarse "su Dios" y, de hecho, les ha preparado una Ciudad.
Por la fe, Abraham, cuando fue puesto a prueba, presentó a Isaac como ofrenda: él ofrecía a su hijo único, al heredero de las promesas,
a aquel de quien se había anunciado: De Isaac nacerá la descendencia que llevará tu nombre.
Y lo ofreció, porque pensaba que Dios tenía poder, aun para resucitar a los muertos. Por eso recuperó a su hijo, y esto fue como un símbolo.
Evangelio según San Lucas 12,32-48.
No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino.
Vendan sus bienes y denlos como limosna. Háganse bolsas que no se desgasten y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni destruye la polilla.
Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón.
Estén preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas.
Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta.
¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlo.
¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así!
Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa.
Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada".
Pedro preguntó entonces: "Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?".
El Señor le dijo: "¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno?
¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo!
Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes.
Pero si este servidor piensa: 'Mi señor tardará en llegar', y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse,
su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles.
El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo.
Pero aquel que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más.
Leer el comentario del Evangelio por : San Cipriano
“Estad a punto”
El Señor pensaba en este nuestro tiempo cuando dijo: “Cuando vendrá el Hijo del hombre ¿encontrará fe en la tierra?” (Lc 18,8). Vemos como se realiza esta profecía. El temor de Dios, la ley de la justicia, la caridad, las buenas obras, ya nadie cree en ellas…todo lo que temería nuestra conciencia, si creyera; no lo teme porque no cree. Porque si creyera, viviría vigilante; y si vigilara, se salvaría.
Despertémonos, pues, hermanos muy amados, tanto como seamos capaces. Sacudamos el sueño de nuestra inercia. Estemos atentos a observar y practicar los preceptos del Señor. Seamos tal como él nos ha prescrito ser cuando ha dicho: “Permaneced en actitud de servicio y conservad encendidas vuestras lámparas. Sed como los que esperan la llegada de su amo a su regreso de bodas para abrirle la puerta en cuanto llegue y llame a la puerta. Dichosos los siervos que a su llegada, el amo los encontrará en vela”.
Sí, permanezcamos en actitud de servicio, por miedo a que cuando venga el día de salida, no nos encuentre preocupados y enredados. Que nuestra luz brille y resplandezca en buenas obras, que nos conduzca de la noche del mundo a la luz de la caridad eterna. Esperemos con solicitud y prudencia la llegada repentina del Señor a fin de que, cuando llame a la puerta, nuestra fe esté despierta para recibir del Señor la recompensa de su vigilancia. Si observamos estos mandatos, si conservamos estas advertencias y estos preceptos, las astucias engañosas del Acusador no nos abatirán durante nuestro sueño. Sino que, reconocidos como siervos vigilantes, reinaremos con Cristo triunfante.
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Lucas 12
1 En esto, habiéndose reunido miles y miles de personas, hasta pisarse unos a otros, se puso a decir primeramente a sus discípulos: «Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía.
2 Nada hay encubierto que no haya de ser descubierto ni oculto que no haya de saberse.
3 Porque cuanto dijisteis en la oscuridad, será oído a la luz, y lo que hablasteis al oído en las habitaciones privadas, será proclamado desde los terrados.
4 «Os digo a vosotros, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después de esto no pueden hacer más.
5 Os mostraré a quién debéis temer: temed a Aquel que, después de matar, tiene poder para arrojar a la gehenna; sí, os repito: temed a ése.
6 «¿No se venden cinco pajarillos por dos ases? Pues bien, ni uno de ellos está olvidado ante Dios.
7 Hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis; valéis más que muchos pajarillos.
8 «Yo os digo: Por todo el que se declare por mí ante los hombres, también el Hijo del hombre se declarará por él ante los ángeles de Dios.
9 Pero el que me niegue delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios.
10 «A todo el que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no se le perdonará.
11 Cuando os lleven a las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de cómo o con qué os defenderéis, o qué diréis,
12 porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel mismo momento lo que conviene decir.»
13 Uno de la gente le dijo: «Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo.»
14 El le respondió: «¡Hombre! ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?»
15 Y les dijo: «Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes.»
16 Les dijo una parábola: «Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto;
17 y pensaba entre sí, diciendo: "¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?"
18 Y dijo: "Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, y edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes,
19 y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea."
20 Pero Dios le dijo: "¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?"
21 Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios.»
22 Dijo a sus discípulos: «Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis:
23 porque la vida vale más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido;
24 fijaos en los cuervos: ni siembran, ni cosechan; no tienen bodega ni granero, y Dios los alimenta. ¡Cuánto más valéis vosotros que las aves!
25 Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un codo a la medida de su vida?
26 Si, pues, no sois capaces ni de lo más pequeño, ¿por qué preocuparos de lo demás?
27 Fijaos en los lirios, cómo ni hilan ni tejen. Pero yo os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos.
28 Pues si a la hierba que hoy está en el campo y mañana se echa al horno, Dios así la viste ¡cuánto más a vosotros, hombres de poca fe!
29 Así pues, vosotros no andéis buscando qué comer ni qué beber, y no estéis inquietos.
30 Que por todas esas cosas se afanan los gentiles del mundo; y ya sabe vuestro Padre que tenéis la necesidad de eso.
31 Buscad más bien su Reino, y esas cosas se os darán por añadidura.
32 «No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el Reino.
33 «Vended vuestros bienes y dad limosna. Haceos bolsas que no se deterioran, un tesoro inagotable en los cielos, donde no llega el ladrón, ni la polilla;
34 porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
35 «Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas,
36 y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran.
37 Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá.
38 Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos!
39 Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa.
40 También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre.»
41 Dijo Pedro: «Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?»
42 Respondió el Señor: «¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a su tiempo su ración conveniente?
43 Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así.
44 De verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda.
45 Pero si aquel siervo se dice en su corazón: "Mi señor tarda en venir", y se pone a golpear a los criados y a las criadas, a comer y a beber y a emborracharse,
46 vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento que no sabe, le separará y le señalará su suerte entre los infieles.
47 «Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes;
48 el que no la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más.
49 «He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido!
50 Con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy hasta que se cumpla!
51 «¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino división.
52 Porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos; tres contra dos, y dos contra tres;
53 estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.»
54 Decía también a la gente: «Cuando veis una nube que se levanta en el occidente, al momento decís: "Va a llover", y así sucede.
55 Y cuando sopla el sur, decís: "Viene bochorno", y así sucede.
56 ¡Hipócritas! Sabéis explorar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no exploráis, pues, este tiempo?
57 «¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?
58 Cuando vayas con tu adversario al magistrado, procura en el camino arreglarte con él, no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te entregue al alguacil y el alguacil te meta en la cárcel.
59 Te digo que no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo.
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